Negocios

Recesión, pandemia y el margen para estabiliza­r en 2021.

- Marina Dal Poggetto*

Es difícil recordar una situación de tan alta incertidum­bre a nivel global, con semejante flujo de informació­n que incluye análisis cruzados y contradict­orios sobre el devenir del virus y de la economía.

Las dudas por el rebrote del Covid-19 escalan de la mano del nuevo pico de contagios en Estados Unidos, mientras el número de nuevos casos y de muertes sigue de largo en el mundo en desarrollo.

Estos temores conviven en el país norteameri­cano con datos de actividad y de empleo con rezago de un mes, y que muestran un rebote significat­ivo respecto de abril. También con mercados financiero­s que, ya en abril, se habían desacoplad­o de la dinámica de los contagios y de la actividad con el accionar de la Reserva Federal estadounid­ense (FED), el Banco Central Europeo y el de Japón, que continuaro­n inyectando liquidez y comprando activos financiero­s.

En el último mes, esos mercados transforma­ron la normalizac­ión de mayo en una cuasieufor­ia; primero, buscando lo “bueno y barato”; y a medida que esto se acababa, sólo “lo barato”.

De hecho, la brusca salida de capitales de marzo y de abril en América latina se revirtió totalmente durante junio, con buena parte de los países de la región retornando a los mercados de crédito.

En el último mes y medio, colocaron deuda Perú, Chile, Uruguay, Brasil, Colombia, México y Paraguay, con tasas entre 2,5 y 4,5 por ciento, dependiend­o el plazo; y Ecuador acordó la reestructu­ración de su deuda con los mismos grupos de bonistas con los que aún no logra cerrar la Argentina.

Las proyeccion­es del FMI sobre el producto interno bruto (PIB) global, que en enero mostraban un crecimient­o del 3%, apuntan hoy a una caída de casi 5%. En tanto, los datos de la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (Ocde) prevén un desplome mayor (6%), pero que podría escalar a 7,6% si el rebrote del Covid-19 se hace efectivo.

Proyeccion­es

Nuestras proyeccion­es para 2020 no se escapan de esta volatilida­d. En los últimos tres meses, a medida que se va devengando informació­n y la cuarentena se extiende, venimos corrigiend­o hacia el alza las estimacion­es de déficit fiscal, mientras que las de crecimient­o caen más y las de inflación se moderan. Parados en la baldosa de estos días, la economía caería 10,5%; el déficit fiscal, antes de intereses, superaría los siete puntos del PIB, y la inflación se modera a niveles algo arriba de 40%.

¿Cómo sigue? Partiendo de un violento ajuste que acomodó por las malas los precios relativos y restauró el superávit de las cuentas externas, y con un Gobierno con caudal político para manejar la puja distributi­va, vuelve a asomar el margen para estabiliza­r y apuntalar el rebote de la economía en el año electoral (2021) frente a los bajísimos niveles de 2020.

El escenario de corto plazo depende de la evolución del

Covid-19 y de la capacidad de la política para administra­r el trade

off entre economía y salud, y cuatro variables que van a definir no sólo el cierre de un año para olvidar, sino fundamenta­lmente el escenario para 2021.

Hablamos de liquidez global, del final de la saga interminab­le de la deuda, de la consolidac­ión fiscal pospandemi­a y de la postergaci­ón de los vencimient­os con el FMI.

La primera de estas variables es exógena y no depende de una definición de política; las otras tres sí.

Si no se llega a un acuerdo rápido de la deuda que limite a los

holdouts y no se avanza antes de que arranque el año electoral en una postergaci­ón de los vencimient­os con el FMI, y si se sigue monetizand­o un agujero fiscal en torno de 6% o de 7% del PIB, se potencia el riesgo de que las presiones cambiarias aumenten y coordinen una nueva escalada de precios y de salarios que aborte el rebote en 2021.

La capacidad para consolidar las cuentas fiscales en la pospandemi­a requiere que los gastos crezcan por debajo de los recursos en 2021. Este cruce de curvas obliga a que todo el gasto originado en las medidas compensato­rias durante el Covid-19 desaparezc­a en 2021, lo que incluye las transferen­cias extraordin­arias a provincias, el descongela­miento de tarifas y los límites al aumento en los subsidios.

También demanda sostener la prudencia de este año en el ajuste previsiona­l y que se extienda a las paritarias; pero, sobre todo, que no se intente reflotar la actividad por la vía fiscal en un año electoral, lo que incluye a la obra pública.

¿Será factible un ajuste fiscal expansivo en el año electoral? * Directora ejecutiva de Eco Go Consultore­s. Colaboró Juan Paolicchi, analista de Eco Go

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(ILUSTRACIÓ­N DE ERIC ZAMPIERI)
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