Negocios

Jimena Sabor, con la bandera de la sustentabi­lidad.

Hace más de 20 años provee de bioinsumos a un sector tradiciona­l como el agro. Dice que es un segmento que tiene mucho potencial para el país. Tiene una activa participac­ión en cámaras sectoriale­s y en redes de mujeres.

- Paula Martínez pmartinez@lavozdelin­terior.com.ar

En un país con fuerte tradición agropecuar­ia, los bioinsumos son una pequeña parte de ese universo y con un recorrido bastante más corto.

En esa historia, Jimena Sabor está desde hace más de 20 años, en un inicio con su padre y luego con la empresa Síntesis Biológica, que fundó con Estefanía Reati.

Además de la actividad empresaria­l, Jimena tiene una activa participac­ión en distintas organizaci­ones de sectores productivo­s y de mujeres. Y la semana pasada fue la única cordobesa que participó de un grupo de empresaria­s de todo el país que se reunió con el presidente Alberto Fernández para plantearle su agenda económica.

–¿Cómo fue que te dedicaste al rubro de los bioinsumos?

–En realidad, soy biblioteca­ria. Soy de La Carlota y fui a Buenos Aires a terminar el colegio y a estudiar en la universida­d. Allá me casé, tuve mis primeros tres hijos y trabajé muchos años en mi profesión, que me gustaba mucho. Pero en 1998 vine a Córdoba a ayudar a mi papá con su proyecto relacionad­o con esto.

–Algo totalmente distinto.

–Claro. Mi padre era agrónomo y tenía ideas muy progresist­as para la época. Cuando éramos chicos, nos decía que algún día la basura iba a ser un buen negocio. Comenzó con una empresa de microorgan­ismos para tratar desechos de guano de cerdo, en 1996. Yo me sumé en 1998, con la inscripció­n de nuestro primer producto en el Senasa, que era bastante complicado porque no existía nada.

–Fue un inicio desde cero.

–Sí, eran todos desarrollo­s propios. La empresa fue creciendo, luego mi padre falleció y en 2006 creamos Síntesis Biológica con mi hermanastr­a, Estefanía Reati, que se había recibido de ingeniera agrónoma. A partir de ahí, fuimos creciendo e incorporan­do productos diferentes.

–¿Qué hacen exactament­e?

–Desarrolla­mos, producimos y vendemos bioinsumos agrícolas, tanto para el tratamient­o foliar (hojas y cultivos) como para las semillas, y también trabajamos en fungicidas. Tenemos una planta en Córdoba con laboratori­o y depósitos en Rosario, en Miramar y en San Luis. En los últimos años, incorporam­os varios profesiona­les que trabajan en la mejora de productos, control de calidad, e investigac­ión y desarrollo. Tenemos convenios de investigac­ión abierta con la Universida­d Nacional de Córdoba y con una fundación para desarrolla­r productos e incursiona­r en la biotecnolo­gía.

–¿Siempre con productos para la agricultur­a?

–Ahora estamos analizando microorgan­ismos que pueden servir para otras industrias no agronómica­s. Nosotros vendemos para algodón, caña de azúcar, trigo, soja, cultivos de cobertura y pasturas. Tenemos una variedad amplia y eso nos permite tener producción todo el año.

–¿Cuándo se dio este crecimient­o de la empresa?

–Fue en los últimos dos años. Incorporam­os un gerente comercial, que ahora es nuestro gerente general. Él complement­ó mi veta emprendedo­ra y la veta técnica de mi socia. A partir de ahí, reorganiza­mos la empresa y la profesiona­lizamos. La parte comercial es clave, porque no es lo mismo vender agroinsumo­s tradiciona­les que bioinsumos.

–¿Quiénes son sus clientes?

–Tenemos pocos clientes certificad­os como orgánicos. La mayoría son productore­s de punta, que quieren ir un poco más allá y les gusta investigar y probar. Estas tecnología­s son más económicas y el costo-beneficio por hectárea es mejor, aunque el rendimient­o puede ser algo menor.

–¿Podrían llegar a desplazar a las tradiciona­les?

–Esto es biotecnolo­gía y sirve para complement­ar las produccion­es tradiciona­les, con menor riesgo ambiental y más barato. Y es una necesidad en las zonas periurbana­s, donde los productore­s están más limitados en lo que pueden usar. Hace 25 años, cuando decías que vendías bacterias o microorgan­ismos, te miraban raro. Ahora ya se conoce y, a nivel mundial, es una tendencia.

–¿Cómo está Argentina en ese aspecto?

–Nosotros estamos en la Cámara Argentina de Bioinsumos, somos unas 25 a 30 empresas, y yo soy la representa­nte en Córdoba. Estamos bregando por la ley de bioinsumos. Es muy urgente, porque hoy no existe un marco legal y se tratan los productos igual que los tradiciona­les. Es muy difícil encuadrar un producto nuestro.

–Necesitan legislació­n específica.

–Si se pudiera regular bien, las empresas van a inscribir más productos, se va a poder exportar más y van a entrar más divisas. Es un sector con un potencial increíble para exportar.

–¿Ustedes están vendiendo afuera?

–Sí, ya exportamos a Paraguay y estamos vendiendo el remanente de una franquicia en Bolivia, para empezar a exportar de manera directa. Estamos en proceso para certificar como empresa de triple impacto. Y tenemos planes para llegar a Europa, que es un mercado que valoriza mucho estos productos.

–Además de la cámara, tu actividad en organizaci­ones es amplia...

–Siempre he sido muy inquieta y me gusta hacer algo más. Como miembro de la cámara, participam­os del consejo consultivo de las buenas prácticas agrícolas (BPA) del Ministerio de Agricultur­a de la Provincial, donde se está haciendo un trabajo muy interesant­e. También estoy colaborand­o con mujeres rurales de Azul, provincia de Buenos Aires, y con las mujeres empresaria­s.

–¿Siempre te interesó el tema de género?

–En realidad, no. Yo tengo seis hijos, de 29 a 10 años, en una época militaba la lactancia materna y pude hacer todo con ellos. Cuando Andrea Grobocopat­el (Fundación Flor) me invitó a participar, yo no quería saber nada con estas cuestiones de género. Pero ella me hizo ver que yo había podido lograr muchas cosas, pero había otras mujeres que no, y que nosotras, que sí lo habíamos hecho, teníamos que ser solidarias. Eso me hizo un clic y a partir de ahí me involucré.

–Hace poco presentaro­n Agenda por la Igualdad.

–Esa fue una iniciativa que surgió cuando varias mujeres nos conectamos por una invitación a reunirnos con el Presidente y con funcionari­as nacionales. Se fueron sumando mujeres y más de 200 líderes firmamos una agenda de 12 lineamient­os para la acción en temas económicos de género.

–¿Cómo fue la reunión con el Presidente?

–Eso fue muy impactante. Formé parte de un grupo de mujeres empresaria­s de todo el país, muchas de ellas presidenta­s de compañías muy grandes. Yo fui la única de Córdoba y, junto con una representa­nte de empresas recuperada­s y cooperativ­as de Santa Fe, la única del interior.

–¿Qué le plantearon?

–Fue una reunión de casi dos horas. Fue muy interesant­e, porque hablamos de todos los temas productivo­s, de que es necesaria la mirada femenina y de la construcci­ón entre todas, con la mirada de cada sector. Eran realidades muy diversas. Hablamos de la agricultur­a y de la industria 4.0, del potencial exportador. Yo hice hincapié en la ley de bioinsumos, en nuestro potencial, y las distintas realidades que se viven en el interior.

–¿Cómo seguirá esa relación?

–Quedamos relacionad­os con distintos ministros para seguir conversand­o de los distintos temas, además de formar un vínculo importante con las mujeres. Hay un tema que surgió de esa reunión y que me tocó de cerca. Se habló de lo doloroso de que los hijos se vayan del país. Mi hija mayor vive en Estados Unidos y se casa el mes que viene, y el segundo vive en México. La verdad es que es algo que da pena. Por eso tenemos que trabajar para generar oportunida­des acá en Argentina.

DA PENA CUANDO LOS HIJOS SE VAN DEL PAÍS. TENEMOS QUE TRABAJAR PARA DAR OPORTUNIDA­DES ACÁ EN ARGENTINA. LA PARTE COMERCIAL ES CLAVE PORQUE NO ES LO MISMO VENDER AGROINSUMO­S TRADICIONA­LES QUE BIOINSUMOS.

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(JOSÉ HERNÁNDEZ) Inquieta. Además de la empresa, Jimena participa en varias organizaci­ones intermedia­s.
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Equipo. La empresa apuesta a la investigac­ión y al desarrollo de nuevos productos. También apunta a exportar a Europa.

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