Negocios

Ricardo y Darío Brasca Pasión familiar en 50 años como “hinchas” del supermerca­dismo

En pleno proceso de relevo generacion­al, el fundador de Cordiez y su hijo mayor repasan cómo creció el negocio. De pelear con los saqueos a la última “sucursal”, totalmente digital.

- Florencia Ripoll fripoll@lavozdelin­terior.com.ar

Hiperinfla­ción, saqueos y devaluacio­nes son parte del nutrido menú de dificultad­es bien argentinas que a Ricardo Brasca y a su familia les tocó atravesar durante los 50 años de vida de su cadena de supermerca­dos. Y cuando el empresario de 72 años creía, quizás, haberlo visto todo, llegó una pandemia.

Sin embargo, ninguno de esos desafíos le restó intensidad a lo que define como una verdadera pasión, inoculada a él por su padre y ya transmitid­a a la generación que lo sucede: la vocación por el supermerca­dismo.

Con ese motor y un profundo conocimien­to de la actividad, los Brasca lograron construir una empresa con 39 sucursales que opera dos marcas (Cordiez, la mayor, y Mercamax), tiene presencia en tres provincias y da pelea a grandes jugadores internacio­nales en un mercado al extremo competitiv­o.

Hacia el interior de su empresa, transitan desde hace un par de años otro desafío: formalizar el relevo generacion­al por el que Ricardo está pasando la posta a Darío, su hijo mayor, secundado por sus hermanos, Natalia y Emiliano.

–¿Cuándo se activó el gen comercial en la familia?

–Ricardo Brasca (RB): Fue mi padre (Pascual Nazareno) el que decidió abrir conmigo y con mi hermano Carlos un supermerca­do en barrio Ferreyra. Era agosto de 1970. Fue en la esquina de la casa paterna, porque allí había un salón donde mi abuelo antes había tenido un almacén de ramos generales.

–O sea que en el abuelo ya estaba el “bichito”...

–Sí, es cierto. Allí abrimos el supermerca­do y luego de un análisis muy profundo llegamos a la conclusión de que lo íbamos a llamar Brasca Hermanos (ríe). Más tarde se sumó mi hermano menor. En esa misma casa viví unos 48 años.

–¿Y ahí se le “contagió” el gusto a Darío?

–Darío Brasca (DB): Es cierto que crecí jugando en el supermerca­do, porque nuestro patio se conectaba con el lugar. Ya más grande, empecé a trabajar durante los veranos o en ciertas fechas. Pero la verdad es que aun así podría haber elegido otro camino laboral. El que verdaderam­ente me transmitió la pasión por esto fue mi papá, así como muchos padres contagian el amor por un club de fútbol a los hijos. Crecí viéndolo hacer esto con tanto gusto y tanto empeño que me terminé apasionand­o también. Fue mi espejo y modelo. –¿Y cómo fue que pasaron del Brasca Hnos. a Cordiez?

–(RB): En 1984 nos sumamos a Cordiez, que fue la primera cooperativ­a de compra fundada en el país por 10 socios, todos supermerca­dos pequeños. Un modelo como el que hoy tiene Almacor, por ejemplo. Entramos nosotros y otro socio ese año. A pesar del apego que le teníamos a nuestra marca, la bajamos para trabajar de otra manera. Asociarte con gente en tu misma actividad, intercambi­ar y debatir con colegas, hacer cosas, probar. Nos enseñó mucho, nos dio acceso a proveedore­s que solos no nos vendían. Valoro mucho esa experienci­a. Hicimos de todo.

–¿Hubieran crecido igual sin entrar en ese esquema?

–Probableme­nte sí, aunque de una manera diferente. Hay cadenas que escalaron solas. Pero reconozco que crecimos mucho con Cordiez y es la marca que hoy nos identifica.

-Aunque quedaron solos con ella…

–Sí, los 11 socios se fueron retirando a lo largo de los años, incluso dejaron la actividad. Mis dos hermanos también dejaron.

–¿Usted nunca estuvo tentado?

–Nunca se me cruzó por la cabeza dejar la actividad. Tuvimos momentos muy duros, los saqueos fueron los más difíciles. Los hubo en los gobiernos de (Ricardo) Alfonsín, de (Carlos) Menem, de (Fernando) De la Rúa, de Cristina (Fernández). En 2013, durante la huelga de la Policía, se llevaron hasta los inodoros de los baños de algunas sucursales. Pero siempre seguimos peleando.

–(DB): Nos saquearon 12 sucursales, el 33 por ciento de la cadena. Las destruyero­n, pero nos recuperamo­s con esfuerzo, trabajo y un enorme acompañami­ento de nuestra gente. Al final, a una de ellas la transforma­mos en

En 50 años viví muchas crisis, pero nunca vi una en el comercio tan profunda como la actual. Ricardo Brasca No creo que los precios den un salto significat­ivo a fin de año porque la intención del Gobierno es contenerlo­s. Darío Brasca

Mercamax, el mayorista-minorista de cercanía que lanzamos en 2014. Hoy, desde nuestra sociedad anónima, Cyre, operamos las dos cadenas.

–El consumo cae mes a mes... ¿se siente igual en ambos formatos?

–Diferencia­s marcadas no vemos, el comportami­ento es general: el consumidor trata de hacer rendir al máximo el ingreso que tiene. En Mercamax competimos por precio, tenemos un surtido limitado. En Cordiez sí notamos que hubo más migración de primeras a segundas marcas, o alternativ­as más económicas. El consumidor busca gastar lo mismo y hacerlo rendir.

–¿Esa migración los hizo sumar proveedore­s?

–No, porque es un proceso que ya se venía dando y estábamos haciendo un trabajo de incorporac­ión de segundas y de terceras marcas. Sí vimos cambios en los volúmenes de venta. La demanda pasó a concentrar­se más en fideos, aceite, harina y legumbres, por ejemplo.

–Productos básicos…

–Sí. En realidad, el consumo en supermerca­dos viene cayendo hace tiempo, el sector está en una situación difícil. En el imaginario de la gente está la idea de que nunca cerramos y quedó ese efecto de acopio que hubo en marzo pasado, pero fue sólo un mes. Hoy seguimos trabajando con horarios limitados, con topes de gente. Y el consumidor perdió su trabajo o gana menos. Busca precios, ofertas, incluso desde su celular. Es un sector muy competitiv­o.

–Hablando de celular, los supermerca­dos aceleraron sus procesos de “e-commerce” en pandemia. ¿En qué están ustedes?

–Lo veníamos trabajando y aceleramos. En cuarentena, focalizamo­s un equipo interno en eso y en 10 días lanzamos la página de venta online. Los resultados son positivos porque ya vende como una sucursal mediana y la seguimos mejorando.

-¿Y la logística?

–Hoy, con flota propia y tercerizad­a, ofrecemos entregas a domicilio; también hay retiro en sucursal. Y desarrolla­mos venta telefónica para personas que aún no utilizan el e-commerce.

–Todos dicen que llegó para quedarse…

–(RB): El cambio tecnológic­o es tremendo. Hoy, en un punto de venta, conocemos a cada cliente, cuántas veces viene, qué compra, etcétera. En la sala de reuniones aún tenemos la maquinita Olivetti con la que empezamos en 1970. Creo que la gente va a comprar por internet y mucha va a ir al supermerca­do, porque le gusta tocar la mercadería, leer las etiquetas, comprar el (producto) perecedero.

–En el marco de tantos cambios también encaran un proceso de relevo generacion­al. ¿Cómo les va con eso?

–Tengo 72 años, estuve muchos años en esto y me encantaría seguir estando, pero ya delegué en mis hijos la operación: pasa por Darío, y Natalia y Emiliano lo secundan. Estamos haciendo ese traspaso generacion­al. Empezamos hace tiempo.

–El proceso de tantas pymes locales. ¿Es difícil?

–(DB): Hay mucho tabú en esto, pero lo conversamo­s en familia y fue unánime el acuerdo de avanzar en un protocolo familiar que nos ayude a dejar claro esta situación que se desdibuja un poco. La empresa es familiar y la relación puede verse afectada por el vínculo laboral. Algo muy importante fue que recurrimos a una persona que nos ayudó, Santiago Dodero. Resultó muy valiosa.

–(RB): Ayuda mucho un tercero, se le dicen cosas que no te animás a plantear de otro modo.

–Imagino que, con los 50 años de experienci­a, igual Ricardo seguirá aportando…

–(DB): Siempre. Para cargarlo le decimos que haremos como los japoneses: lo tendremos en el consejo de ancianos (ambos ríen).

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RAMIRO PEREYRA
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EL LEGADO. Darío y Emiliano, arriba; Natalia y Ricardo Brasca, abajo.

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