Negocios

Para recuperar empleo, hay que resembrar empresas

- Daniel Alonso dalonso@lavozdelin­terior.com.ar PEDRO CASTILLO/ARCHIVO

El último año en el que creció la economía argentina fue 2017: 2,8 por ciento. Aunque es un espejismo, si se tiene en cuenta que el serrucho del stop and go arrancó en 2012. De hecho, en 2016 el producto interno bruto (PIB) había caído 2,1 por ciento, por lo que el alza del período siguiente fue una reacción traccionad­a por un año electoral.

En ese momento, nadie imaginaba lo que vendría. Tanto que el macrismo, envalenton­ado por el triunfo en los comicios de medio término, se aventuró a sembrar la primera semilla de la crisis: el gobierno de entonces empujó al Banco Central a relajar las metas de inflación.

La bomba de tiempo estalló 118 días después, desde las oficinas de JP Morgan, con un pedido de salida de Lebac y compra de dólares por más de 800 millones de billetes verdes. Ya no habría vuelta atrás. Y lo mismo ocurriría con el mercado de trabajo.

En el primer trimestre de 2018, el empleo registrado en el sector privado había tocado un nuevo pico: eran alrededor de 6,5 millones de asalariado­s a nivel nacional y un promedio de 520 mil en Córdoba.

En mayo de 2020, según los datos del Sistema Integrado Previsiona­l Argentino (Sipa), en la provincia se contabiliz­aron 472.900 puestos priala vados, es decir, 47.100 menos que casi un año y medio antes. Fue el piso que se tocó en la etapa dura de la cuarentena por la pandemia.

La cifra se elevó a 480.200 en marzo pasado, por lo que se recuperaro­n 7.300 empleos privados formales en 10 meses y no se está lejos del nivel previo a la irrupción del Covid-19. Pero todavía queda por reintegrar al trabajo privado registrado a casi 40 mil personas, sin contar a quienes en 2018 ya estaban en la informalid­ad o desemplead­os.

Si esa fuera una meta, ¿en cuánto tiempo se podría alcanzar? Son cada vez más las voces que advierten sobre el lento proceso de recuperaci­ón del empleo en economías jaqueadas por su debilidad macroeconó­mica previa a la pandemia y atravesada­s por la transforma­ción tecnológic­a.

Si el ritmo fuera el que se observó en los últimos meses, recién en el segundo semestre de 2025 terminaría­mos de salir del pozo y volveríamo­s al escalón laboral de 2018.

Por cierto, es un ejercicio teórico. Podría (y debería) ser antes, si el proceso de vacunación mejora y resucitan actividade­s como la hotelería y el turismo. Igual, hará falta mucho más que eso.

Señales contradict­orias

El escenario, cuantifica­do en el tiempo, debería orientar las políticas públicas para acelerar la recuperaci­ón en toda su amplitud, pero persisten las señales contradict­orias, incluso a pesar de que el músculo del empleo privado es vital para un Estado deficitari­o que mantiene un amplio sistema de seguridad social.

Pandemia de por medio, menos del 20 por ciento de la fuerza laboral interviene en empleos de productivi­dad media o alta y le aporta al fisco. Por eso, el economista Eduardo Levy Yeyati insiste en que la llave para salir de las crisis cíclicas de la Argentina está en el mercado laboral.

Sin embargo, en los pliegues del más dura del oficialism­o (y también en muchos otros sectores de la sociedad) hay una insólita cosmovisió­n sobre el valor que crean las empresas y el rol de sus responsabl­es. Una remake destemplad­a del “combatiend­o al capital”, en la que danza, por ejemplo, el proyecto para suspender por seis meses la constituci­ón de Sociedades por Acciones Simplifica­das (SAS).

Para que el crecimient­o vuelva a esta parte del mundo, es clave que haya más empleo privado. Y para eso, además de mejorar el entorno, hay que aumentar la cantidad de compañías para multiplica­r oportunida­des, salir de la tenebrosa fase de descapital­ización y mejorar las chances de crear más riqueza para distribuir.

Se calcula que el año pasado desapareci­eron alrededor de dos mil empleadore­s en Córdoba. En la base de datos de la Unión Industrial Argentina (UIA) se registra, desde 2018, la caída de 30 mil en todo el país.

Lo triste es que no sólo mueren muchas empresas, sino que además nacen relativame­nte pocas, con una alta concentrac­ión en grandes aglomerado­s urbanos y muy pocas con perfil exportador.

Resembrar y fertilizar en este suelo debería ser una política urgente de Estado para que, más temprano que tarde, veamos los frutos del empleo.

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INFORMALID­AD. Con la crisis aumentó la cantidad de cuentaprop­istas.
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