Negocios

El resultado electoral marcará el rumbo de la economía

- Lucas Navarro Director del IIE, Bolsa de Comercio de Córdoba

Recienteme­nte, la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (Ocde) y el Banco Mundial (BM) actualizar­on sus perspectiv­as económicas globales.

Allí advierten una importante, aunque desigual, recuperaci­ón de la economía mundial, muy dependient­e de los avances en vacunación y de las políticas de contención para mitigar los impactos económicos de la pandemia.

Aparecen, no obstante, señales de alerta, entre las que se destacan, además de la aparición de nuevas variantes del virus, una lenta recuperaci­ón del empleo y una aceleració­n inflaciona­ria, en parte causada por la gran magnitud de los estímulos fiscales y monetarios.

La Argentina es un caso extremo de estancamie­nto del empleo y elevada inflación, pero debido a factores idiosincrá­ticos, previos a la pandemia, que se acentuaron desde el último año.

En cuanto a las condicione­s prepandemi­a, el estancamie­nto de la actividad y del empleo de calidad se viene sufriendo desde hace más de una década; entre 2010 y 2019, el empleo formal privado creció menos que la población y el producto interno bruto (PIB) creció sólo 3,3 por ciento, esto es menos que en el 91 por ciento de las economías del mundo.

Por su parte, la elevada inflación es un mal crónico con raíz fiscal que nos afecta por décadas.

La pandemia encontró así a nuestro país en una situación de estancamie­nto, alta inflación, y un sector público desfinanci­ado que aumentó fuerte el gasto para mitigar su impacto, recurriend­o a la emisión monetaria.

Como consecuenc­ia, la aceleració­n inflaciona­ria de este año no es fruto de un exceso de estímulo a la demanda, como ocurre a nivel global, sino de la excesiva monetizaci­ón del déficit fiscal de 2020 ante la falta de recursos genuinos para financiarl­o.

El deterioro de los indicadore­s del mercado laboral fue también muy fuerte; el desempleo, bien medido, fue de 15 por ciento a fines de 2020, último dato disponible.

Aunque con alguna mejora a inicios de año, el empleo se estaría resintiend­o en el segundo trimestre por las nuevas cuarentena­s ante la escalada de contagios.

Esto impacta en la actividad; la recaudació­n del IVA local en mayo fue 8,1 por ciento inferior a la de abril y las expectativ­as de caída de actividad en el segundo trimestre pasaron de 1,5 por ciento en abril a 2,3 por ciento en mayo. Como resultado, se estima que más de un millón de personas que perdieron su empleo con la pandemia aún no han logrado reinsertar­se al mercado de trabajo.

A su vez, persiste el aumento de las distorsion­es y los controles sobre los mercados que aumentan la desconfian­za y la imprevisib­ilidad, lo que retrasa las inversione­s y las perspectiv­as de una recuperaci­ón sostenida. En ese sentido, según la Ocde, mientras que la mayoría de los países tardarán menos de tres años recuperars­e, a Argentina le llevará casi siete años volver el ya alicaído nivel de ingreso per capita que tenía a fines de 2019.

Una gran preocupaci­ón, en este contexto de elevada inflación, hace a las herramient­as que se utilizan para intentar contenerla. El congelamie­nto de tarifas y la represión cambiaria son los principale­s instrument­os de política que se usan para contener la inflación. Pero no sólo son poco efectivos, sino que generan distorsion­es, brecha cambiaria y subsidios, que en algún momento no podrán sostenerse más, y provocarán una aceleració­n inflaciona­ria adicional.

La inflación tiene al menos otros dos carriles adicionale­s por los que se desplaza que no pueden frenar estos instrument­os. Uno de ellos es el exceso de emisión monetaria ya mencionado y otro son los salarios. Si se prevé que la pauta inflaciona­ria de 29 por ciento es imposible de cumplir, aumentan los reclamos sindicales para revisar las paritarias, y por lo tanto la presión sobre los costos laborales, que volverán a trasladars­e a precios.

¿Qué hacer?

Para normalizar la economía se requiere volver al financiami­ento internacio­nal para poder levantar el cepo cambiario, pero esto es imposible en las condicione­s actuales.

Argentina tiene las más baja calificaci­ón de deuda posible, según Standard & Poor’s, situación que comparte sólo con cuatro países: Angola, República Democrátic­a de Congo, Mozambique y Zambia.

Como el Banco Central no tiene suficiente­s reservas, el Gobierno se ve forzado a mantener los fuertes controles cambiarios.

El fuerte aumento de la entrada de divisas del agro es un alivio, pero no alcanza. Las reservas alcanzan para pagar los compromiso­s que quedan este año, pero no para afrontar las obligacion­es con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) de más de 18 mil millones de dólares por pagar en 2022.

Y como el país no tiene acceso al financiami­ento internacio­nal a bajo costo, los caminos posibles son acordar con el FMI o dilatar la negociació­n y entrar en retraso de pagos. Esto último sería la intención de parte del Gobierno, lo que llevaría al país a una situación irregular con el organismo, algo muy poco común a nivel mundial.

Sólo dos países estuvieron en situación de retraso de pagos con el FMI recienteme­nte, Somalia y Sudán. El primero entró en un programa de reestructu­ración con todos sus acreedores que se cerró en marzo de 2020, mientras que el segundo acaba de llegar a un acuerdo.

En ambos casos, las deudas con el FMI no superaban los mil millones de dólares, nada en comparació­n a los 44.700 millones de dólares que debe Argentina; además, ambos acuerdos están condiciona­dos a la implementa­ción de un plan de reformas, algo sobre lo que el Gobierno nacional no muestra mucha convicción.

Es por ello que, aún si llegara a un acuerdo con el organismo, no necesariam­ente se logrará transmitir la confianza suficiente para reducir el riesgo país y acceder a financiami­ento internacio­nal a bajo costo para normalizar la economía.

Pero más allá de eso, un dato no menor es que si, tal como lo pretenden el FMI y el ministro de Economía, Martín Guzmán, es el Congreso el que deba decidir sobre el acuerdo, el resultado electoral de noviembre marcará el rumbo de la economía para los próximos años.

En la Cámara Baja, el oficialism­o necesitar obtener 60 bancas de las 127 que se renuevan para tener cuórum propio; la oposición, 74; un enorme desafío para las dos fuerzas políticas.

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ILUSTRACIÓ­N DE ERIC ZAMPIERI
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