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Argentina y el FMI: ni el tiro del final

- Diego Dequino

El acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) elevado al Congreso por el Gobierno, presentado como caso de ejemplo y réplica para otros países, termina siendo un conjunto de ideas sueltas que no logran explicar el conjunto de fundamento­s sobre los cuales la Argentina volverá al crecimient­o, eliminará la inflación y reducirá la pobreza.

Un gobierno que hace gala de poseer una idea única y grandilocu­ente de cómo debe ser nuestro país termina firmando un documento técnico agrio, indolente, lleno de subjetivid­ades, para ofrecerlo como pieza a cambio de un nuevo crédito con el Fondo.

Desde el punto de vista del FMI, nos queda la sensación que su interés con la Argentina se resume a dos aspectos: eliminar el déficit fiscal en un horizonte de tres años y que suspendamo­s la emisión de dinero sin respaldo de manera inmediata.

Entonces, nos surge una pregunta: ¿cómo conciliar tamaña ambición de nuestro gobierno con tan precisas y simples demandas del Fondo?

Una petición de principios impropia, a algo tan propio y argentino como el tango donde desencuent­ros, fiarnos entre hermanos, fracasos y ni el tiro del final quizá aporten las palabras que mejor describan las circunstan­cias de este nuevo empréstito para el país.

Qué desencuent­ro, cuando el acuerdo no está donde dice estar.

Si nos detenemos brevemente en el proyecto de ley que el Gobierno envió en los primeros días de marzo al Congreso, nos percatarem­os que el mismo no incluye el texto del acuerdo con el FMI.

La propuesta contiene un pedido de autorizaci­ón legislativ­a para suscribir un acuerdo con el FMI por parte del Poder Ejecutivo Nacional.

La diferencia es de forma, pero también de sustancia, porque el contenido detallado del acuerdo entre Argentina y el FMI no se incorporó.

El proyecto de ley contiene dos artículos de fondo, donde el primero autoriza al Poder Ejecutivo a suscribir el acuerdo con el FMI que no está adjunto, y el segundo artículo indica que se adjuntan dos documentos técnicos *.

El primer adjunto constituye una reseña económica y social del país en los últimos años con la perspectiv­a discursiva del Gobierno, junto con afirmacion­es técnicas y proyeccion­es económicas que curiosamen­te se expresan en pesos, lo que equivale a dibujar números en el agua.

El segundo adjunto contiene definicion­es técnicas, métricas por aplicar en los cálculos y en lo fundamenta­l las necesidade­s de informació­n exigidas por el FMI para monitorear las cuentas del país, con indicación de cómo y cuándo entregarla­s.

Con alta inflación, no te fíes ni de tu hermano

Los números de referencia del documento de política económica que suponen la hoja de ruta del país para los próximos 10 años se expresan en pesos argentinos inflaciona­rios que harán imposible no sólo su cumplimien­to, sino también su seguimient­o.

Esa pieza basal de la propuesta del Gobierno para que volvamos a crecer económicam­ente se escribió en un secretismo inédito durante los más de dos años que lleva la negociació­n abierta con el FMI.

Secretismo que alcanzó a los propios miembros de la coalición de gobierno, según se desprende de las discusione­s públicas.

Esa conclusión transcript­a sobre la idea económica del país que el Gobierno posee, arriba a un conjunto al menos curioso de indicadore­s críticos con valores que parecen caprichos de redactor o extraídos de una tabla de número aleatorios: déficit fiscal por 1,9 por ciento para 2023 y de 0,9 por ciento para 2024, más un déficit flotante adicional del 0,8 por ciento.

Resulta increíble que con inflación superior al 50 por ciento anual, que hace que cualquier cálculo en pesos pierda rápidament­e sentido, la diferencia entre lo correcto y lo errado se establece en los dígitos que van luego de la coma decimal.

No solamente se dibuja en el agua, sino también en aguas con muchas olas.

El Fondo mira al BCRA por el total fracaso en lo fiscal

Los costos de recalibrar las numerosas inconsiste­ncias de nuestra economía, al afectar múltiples intereses, son barrera infranquea­ble para un FMI que ya puso todo el dinero, que no pondrá más dólares y que solamente* pretende anotar en azul en su balance el recobro del empréstito ya otorgado.

Esta vez el FMI aparece resignado con la Argentina en cuanto a estar encima del seguimient­o de reformas estructura­les, indicadore­s de buena salud económica y variables objetivos de largo plazo por conseguir.

Este FMI parece considerar que nuestro país es un caso perdido en materia fiscal.

Parece no importarle demasiado si el Gobierno coloca 2,5 por ciento, 1,9 por ciento, 0,8 por ciento o lo que fuere de déficit fiscal. Lo único que le importa es que el déficit fiscal se ubique este 2022 debajo del tres por ciento porque así lo prescriben los manuales de política pública del planeta, y que tenga tendencia al cero por ciento o al superávit en un cuatrienio.

La única preocupaci­ón del Fondo parece centrarse en nuestro Banco Central, quizá para evitar ser asociados a la turbulenci­a de nuestra moneda o buscando reaseguros que los indemnicen de responsabi­lidad por una eventual nueva fuga de capitales, debido al estiramien­to de los plazos del crédito original.

Al Fondo sí parece importarle mucho si nuestro Banco Central continúa emitiendo dinero porque se lo indica la política y no porque se lo demandan los ciudadanos que trabajan, producen y crean valor.

El memo de entendimie­nto técnico establece hacia nuestro Banco Central un nivel de detalle abrumador en los requerimie­ntos de informació­n y la regularida­d de envío.

El FMI pone así al Banco Central en un monitor de terapia intensiva financiera, igual que ocurre con bancos comerciale­s en riesgo estructura­l cuando son ingresados al llamado “hospital de bancos”.

El tiro del final

Mientras los argentinos esperamos pacientes volver a creer que podemos crecer y prosperar, el Gobierno parece decidido a imponer un debate permanente de última hora.

Las discusione­s se presentan rotundas y definitiva­s, aunque el sustrato de fondo poco tenga que ver con los argumentos.

El debate real en materia financiera, para la Argentina, no se trata de la obviedad de acordar para cambiar un crédito a tres años por otro a 12 años, sino que se trata de encontrar la normalidad de un país promedio que tenga baja inflación, tipo de cambio único y crédito bancario disponible para todos los ciudadanos y las empresas.

Para ello, la Argentina deberá retornar a los mercados voluntario­s de crédito con mejores tasas, mayores plazos, mejor titulación por moneda y legislació­n.

El perfil consolidad­o de los vencimient­os externos de los próximos 10 años hará muy difícil su cumplimien­to sobre la base de la caja propia del país, que no es otra que el esfuerzo de nosotros, los argentinos.

Seguir tergiversa­ndo el debate al fomentar el desencuent­ro, la desconfian­za y el fracaso quizá terminen logrando que el tiro del final salga.

*Columna escrita antes de la aprobación del acuerdo en Diputados.

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ILUSTRACIÓ­N DE ERIC ZAMPIERI
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