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El color del dinero:

Con la presencia de más de 60 galerías de 20 países, la exhibición de arte latinoamer­icano abrió sus puertas en simultáneo con las subastas neoyorquin­as.

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con la presencia de más de 60 galerías de 20 países, la exhibición de arte latinoamer­icano abrió sus puertas en simultáneo con las subastas neoyorquin­as.

La seductora instalació­n de Emiliano Miliyo realizada con un inmenso billete de un dólar, al estilo de un modelo tridimensi­onal de una cadena de ADN, sintetizó –al margen de las intencione­s del artista– el aroma que se respiró en los intercambi­os del mercado del arte neoyorquin­o el pasado mes de noviembre. Hoy y siempre, arte y dinero están enlazados indisolubl­emente. Tras la semana de ventas del arte de posguerra y antes de las subastas latinoamer­icanas en Nueva York, el editor y empresario Diego Costa Peuser inauguró allí una nueva edición de Pinta NY, la feria de arte moderno y contemporá­neo latinoamer­icano.

El tríptico “Three Studies of Lucian Freud” (1969) de Francis Bacon, cuyo protagonis­ta es su amigo Lucian Freud, otro de los grandes artistas británicos contemporá­neos, fue vendido por la desmesurad­a cifra de 142,4 millones de dólares en Christie’s, y se convirtió en la obra de arte más cara de una subasta. Jeff Koons logró el precio más alto en un remate para un artista vivo; su escultura de un perro de acero naranja, “Balloon Dog (Orange)”, se vendió por 58,4 millones de dólares.

El icónico tríptico de gran tamaño con los estudios de Lucian Freud fue adquirido por la jequesa qatarí Mayassa Bint Hamad Bin Khalifa Al Thani. Hija del anterior emir de Qatar y hermana del actual, Mayassa, de 30 años, encabeza la lista de las personas más poderosas del mundo del arte. Con una chequera inagotable, ella se ocupa de las adquisicio­nes para el nuevo Museo Nacional de Qatar, diseñado por el arquitecto francés Jean Nouvel, que abrirá a fin de 2014. Es la misma persona que decidió la compra privada de “Los jugadores de cartas” de Paul Cézanne; la pintura más cara de la historia por la que se pagó 250 millones de dólares a comienzos de 2012.

Luego, en las subastas de obras latinoamer­icanas, un relieve (Relief N° 289) –sobre madera pintada de rojo y sin título de 120 x 100 centímetro­s– del brasileño Sergio de Camargo cuadruplic­ó las estimacion­es y marcó su pro-

pio récord al ser vendido en 2.165.000 dólares. Mientras que el colombiano Fernando Botero se lució menos de lo esperado, el mexicano Rufino Tamayo –quien, con la pintura “Trovador” vendida en 2008 por 7,2 millones de dólares, ostenta el precio récord en subastas de obras de arte latinoamer­icanas– no alcanzó las estimacion­es más optimistas que rondaban en 1,8 millón de dólares; el óleo “Women Reaching for the Moon” (1946) cambió manos en Christie's por 1.445.000 dólares. “Los Emigrantes” (1956) del argentino Antonio Berni, pintura estimada por Sotheby's en 1,2 millón de dólares, no encontró comprador quizá por- que la escena de refugiados apiñados sobre cubiertas de barcos aparece, descorazon­adamente, a diario en la prensa.

VIVIR CON LO PROPIO. A juzgar por las siderales diferencia­s de montos entre lo pagado por obras de los Estados Unidos y Europa Occidental, los valores del mundo del arte no hablan español, aun cuando la calle lo hable cada vez más, y no solo entre los empleados de tiendas y hoteles. Por caso, escritores como Jorge Luis Borges y Roberto Bolaños son más conocidos por el público estadounid­ense, lean o no ficción, que sus equivalent­es en las artes visuales, vean o no arte.

Claro que los coleccioni­stas de este país

tampoco ayudaron mucho. ¿Por qué los pocos argentinos que asistieron a la inauguraci­ón de la retrospect­iva de Berni en Museum of Fine Arts de Houston no llegaron a las subastas y tampoco a Pinta? ¿Cómo es que varios “Bernis” no encontraro­n quién se los lleve? ¿Ningún coleccioni­sta/inversioni­sta argentino pudo acompañar con su chequera a Berni? La muestra del maestro argentino en Houston abrió a comienzos de noviembre y quizá sus pinturas salieron demasiado rápido a la venta. ¿Será que los petroleros texanos no buscaron a Berni porque aún no lo conocen?

Cuando en 1979 Sotheby’s inició las subastas latinoamer­icanas en Nueva York, la rematadora se jugó principalm­ente por arte mexicano y venezolano. Los organizado­res intuían que coleccioni­stas y autoridade­s culturales de esos países productore­s de petróleo respaldarí­an a su propio arte. No se equivocaro­n. Esta cronista asistió a ese remate inaugural convertido en una velada nocturna de brillo social y absoluto éxito comercial, reflejada extensamen­te en la prensa de México y Venezuela.

EL FUTURO ES HOY. Costa Peuser eligió un escenario tan sobrio como accesible para Pinta NY, un sólido edificio del siglo XIX ubicado en el corazón del Soho, en el 82 de la calle Mercer, a pasos de Broadway y Spring. Bien armado y concurrido, el loft de dos pisos de 15.000 m2 acomodó a más de 60 galerías de 20 países y 300 artistas, mayormente entrecruza­dos. Albergó apoyos y envíos institucio­nales, como los del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires y Fundación Proa. El Centro Cultural Recoleta presentó obras de Miliyo y de Karina El Azem, con retratos de hombres condenados por crímenes que no cometieron y liberados gracias a que con el uso de su ADN se demostró su inocencia. Proa patrocinó Pinta Editions, promoviend­o libros y publicacio­nes especializ­adas de España, Portugal y América latina.

Después de muchos años de experienci­a en los Estados Unidos, Costa Peuser sigue pensando que aún hay que hacer docencia en relación con el arte de la región y desde 2007 Pinta NY persiste en su propuesta de lograr esa buscada visibilida­d. En esta ocasión y para fortalecer su difusión, el encuentro tuvo formato curatorial liderado por un equipo de

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Por VICTORIA VERLICHAK* (DESDE NUEVA YORK)
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Obra de Emiliano Miliyo presentada por el Ministerio de Cultura porteño, símbolo del dinero en el arte. El tríptico de Francis Bacon, vendido en 142,4 millones de dólares en Christie’s.
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Instalació­n de Raura Oblitas, artista ganadora de una residencia en Colombia, auspiciada por Arcos Dorados.
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El guatemalte­co Luis González Palma exhibió fotografía­s de rostros inmemorial­es intervenid­os por coloridas geometrías.

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