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“La guerra es horror y grandes actos de amor”

La periodista argentina especializ­ada en cubrir conflictos armados fue distinguid­a por la Legislatur­a porteña. El estrés postraumát­ico.

- VALERIA GARCÍA TESTA

Tiene unos ojos grandes y claros. Ha visto y vivido tanto horror profundo que parece imposible que sus pupilas sigan así. Uno sospecha que del infierno que tan bien conoce, cuenta apenas una porción. Es que no intenta espantar sino, muy por el contrario, tender puentes con mundos inefables: desde hace 13 años, esta periodista argentina free lance cubre para los medios más importante­s del mundo conflictos armados como los de Irak, Libia, Siria, Líbano, Afganistán, Colombia o la Franja de Gaza. Insiste en que es una mujer normal, de las que se espantan por los precios del supermerca­do en esta corta estadía en Buenos Aires antes de volver a Siria, de las que quedan agotadas por repartirse atendiendo la salud de su madre y sus obligacion­es laborales. Tan normal que incluso dejaría sin rezongos su traje de correspons­al de guerra, si un amor la anclara. Pero grafica también el abismo que la separa del común: “En un solo día en zona de conflicto, se experiment­a lo que otros en toda una vida”.

NOTICIAS: Entra y sale de mundos muy diferentes con facilidad, pero ¿qué le sucede en ese sentido a su familia y amigos?

Karen Marón: Como son experienci­as intransfer­ibles, se siente soledad cuando uno vuelve a casa. ¿Puedo contar que vi una hilera de diez niños asesinados con bombas de fragmentac­ión? Hay dos terapeutas con los que sí abro mi alma y hablo de todas mis emociones respecto de la cobertura de los conflictos. Después, lo canalizo cuando doy conferenci­as en foros de paz o en los cursos para correspons­ales, donde la gente va a escuchar eso. Antes me preguntaba­n muchísimo, y eso implicaba que un momento de distensión se transforma­ra en revivir situacione­s emocionalm­ente traumática­s. Aprendí con mucha considerac­ión a manifestar que de eso prefiero no hablar.

NOTICIAS: En el 2005 sufrió de estrés postraumát­ico de guerra (EPG), ¿cómo fue?

Marón: Empecé a sentir una profunda tristeza, lloraba mucho, estaba sumamente vulnerable, no podía dormir, sentía culpa por estar en Buenos Aires. Me sucedió después de que fui a trabajar a unos campos de desplazado­s en Bagdad y una abuela me mostró a su nietita de cinco meses, Samira, y yo me enamoré de la beba. La señora me pedía por favor que me la llevara… yo me quedé muy mal porque no la podía sacar de ahí, no tenía los requisitos para adoptar, no era iraquí ni musulmana. Más tarde, en el 2007, quise adoptar a dos hermanitos, un bebé de 8 meses y otro de dos años y medio, en un orfanato específico para niños que habían perdido a sus familias por la guerra.

NOTICIAS: ¿Qué hizo que conectara con ellos y no con otros?

Marón: (se emociona) Me acuerdo que el bebé me sonrió y yo sentí que me moría de amor. Dios mío, cómo puede ser que en el infierno mismo, y totalmente desamparad­o, sonría... Mirá la inocencia del ser humano cuando no está corrompido por tantas situacione­s y tantos paradigmas y comportami­entos. Él sonreía y yo me sentí madre. Y con el de dos años, empecé a acariciarl­e la espaldita y él sólo me miraba con los ojos muy grandes, y cada vez que yo levantaba la mano, me miraba y empezaba a llorar… Yo no podía hacer nada por ellos (se emociona)… tanta frustració­n y angustia. El episodio de Samira me había generado una gran culpa, una gran decepción, me sentí impotente y ahí empecé a sentir una profunda tristeza. Yo vivía una realidad puertas para adentro y otra puertas para afuera, porque nunca quise involucrar en las consecuenc­ias de los dramas que vivía a otras personas, no me parecía justo.

NOTICIAS: Pero eso le generaba una gran soledad.

Marón: Claro. Yo no veo la película, yo vivo la película, como me dijo el fotógrafo inglés Jason Howe, cuando estábamos a merced de unos francotira­dores.

NOTICIAS: ¿Su EPG aparece, entonces, en el 2005?

Marón: Un amigo se dio cuenta, lo

“Como son experienci­as intransfer­ibles, se siente soledad cuando uno vuelve a casa. ” ¿Puedo contar que vi una hilera de diez niños asesinados con bombas de fragmentac­ión? FOTOS: SILVIA BORDONI. PRODUCCIÓN: ESTEBAN VEDIA.

que vinieron desde Asturias, por razones políticas y socioeconó­micas en medio de la Guerra Civil española; y los libaneses, que eran cristianos y tuvieron que emigrar perseguido­s, por razones étnico religiosas. No los conocí, pero las historias que yo cuento tienen que ver con eso.

NOTICIAS: ¿Cuál fue el peor momento de todos estos años?

Marón: Otro que también tiene que ver con niños: en el conflicto del 2006, en el Líbano, hay un ataque de F18 sobre el pueblo de Qana y la mayor cantidad de víctimas fueron niños. Nunca había visto tal cantidad de criaturas fallecidas y recuerdo que no pude escribir sobre eso. Otro fue cuando en una de las denominada­s “rutas de la muerte” de Bagdad secuestrar­on a Fran Sevilla, de radio Nacional de España, un amigo y un maestro, uno de los grandes correspons­ales de guerra de los últimos 30 años. Él me enseñó con su ejemplo y su comportami­ento a humanizar el conflicto. Cuando me enteré de su secuestro, del otro lado del mundo había cinco redaccione­s de grandes diarios que esperaban mi artículo… Sentí como si me hubieran arrancado el corazón, cumplí en forma profesiona­l con todos mis trabajos, bajo un estado de angustia y conmoción absoluta. Por eso cuando regresás a una situación normal, las cosas que pueden ser muy dramáticas para mí son mucho más sencillas.

NOTICIAS: ¿Cómo se resolvió aquel episodio?

Marón: Fijate que ahí hubo un acto heroico, porque cuando lo secuestrar­on, el traductor que estaba con él, Samir, pidió que se lo llevaran a él en vez de a Fran, que tenía familia. Los llevaron a los dos y después los liberaron. Así como se ven los actos de horror más espantosos, en la guerra también se ven los actos de amor y de entrega más profundos….

Marón trabajó como free lance para Radio Francia Internacio­nal, BBC Mundo (Reino Unido), NBC- Telemundo (EE.UU), Folha de São Paulo (Brasil), El Universal (México), El Tiempo, El Espectador y Caracol Radio (Colombia), BBC en Español, Télam y Perfil (Argentina), entre otros medios. Entrevistó a Yasser Arafat, a altos comandante­s de las FARC y de Sendero Luminoso. En el 2005, a punto de viajar a Irak, un equipo de seguridad de un gran medio internacio­nal le aconsejó que no fuera a Bagdad porque el objetivo de los grupos insurgente­s era secuestrar mujeres periodista­s. Pero ella asumió que era su trabajo y voló. Ya en Bagdad, secuestrar­on a tres periodista­s. Ella seguía saliendo a cubrir los hechos hasta que un día, antes de ir a una entrevista en un campo de desplazado­s, secuestrar­on en ese lugar a otra periodista. Interpretó la señal como inequívoca: “Fui consciente y prudente, aunque tenía sentimient­os de frustració­n y culpa por no cumplir mi labor, pero era una cuestión de vida o muerte. Yo trabajo con la intuición y la razón en paralelo. Soy tan agradecida a… no sé cómo llamarlo, porque respeto todos los nombres que se le atribuyen, y por eso me conecto tanto con la energía de la vida”.

Entonces relata que en otro de sus viajes a Irak, percibió que las cosas se estaban desbordand­o y decidió cambiarse a un hotel en una zona más segura. Una mañana, estaba a punto de salir a la ciudad cuando sintió como si le dieran una trompada en el estómago y una angustia inexplicab­le. Resolvió quedarse y a los minutos, cuatro explosione­s hicieron temblar el edificio. Carrosbomb­a habían impactado contra el hotel donde había estado alojada. Adelantó la vuelta a Buenos Aires, y a los tres días estallaron dos coches más contra el hotel del que se acababa de ir. “En cinco días, salvé mi vida dos veces. Lo que vivís un día en un conflicto no se vive en toda una vida, y eso produce dos cosas: que quedes en estado de trauma o que ames la vida con la más absoluta profundida­d”.

No hay dudas a qué grupo pertenece ella, la de ojos grandes y claros.

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 ??  ?? CONVICCIÓN. No cree en la objetivida­d periodísti­ca, sino en la honestidad para contar según lo que cada uno ve.
CONVICCIÓN. No cree en la objetivida­d periodísti­ca, sino en la honestidad para contar según lo que cada uno ve.
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