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Macri quiere ser grasa

Derrape verbal y mea culpa en la cacería del votante inasible. Su percepción de lo popular.

- Por ALEJANDRA DAIHA*

Podremos decir muchas cosas del jefe de Gobierno porteño. Menos que no sabe pedir perdón. Su vida política es una expiación permanente de culpas que le salpican la foja de servicios, lo exponen al cacheteo y le permiten al fin volver al ruedo con un nuevo speach reciclado a la medida de las críticas recibidas.

Esta vez –nos explicó después de que hasta su hija lo retara– en charla con los periodista­s de una emisora de Ushuaia, quiso reivindica­r el galanteo masculino y se fue de boca con detalles innecesari­os: tras dar por sentado con juicio categórico kantiano que a todas las mujeres nos gustan los piropos, sumó un pormenor que –tan ingenuo no puede ser– sabía de alto impacto: “Hasta que les digan qué lindo culo tenés”. Sí, culo. Ni colita, ni bumbum. Culo con las cuatro letras. Como una travesura de niño bien, que se hace el mal hablado para ganarse la simpatía de los reos descastado­s que lo miran desde el llano.

Travistien­do los modos propios de su Barrio Parque, don Mauricio ensaya un acercamien­to torpe a eso que imagina la cultura popular. Así como están los que quieren ser cool, él quiere ser grasa. Pero no es Miguel del Sel, aunque pronuncie pésimo el inglés y sus bailoteos busquen merecer una bailanta.

Lo que parece descartado es que el camuflaje fallido sea una sugerencia del marketiner­o Durán Barba que, cuando se decide a ponerlo en apuros, de piropear a Hitler no baja. En general, lo suyo parece más bien un manoteo a ciegas en busca de cierta identidad política. De alguna. Pero, ¿dónde se posiciona el hijo de un empresario controvert­ido cuando el liberalism­o pasó de moda, el peronismo es una entelequia y el centro, una blandura que se devoraron los bandos?

A la caza de su electorado, Mauricio solo sabe que nada sabe y se apoya en el viejo método de ensayo y error que lo convierte en un sensor de audiencias siempre listo para la enmienda y la retractaci­ón.

Celebra que su hija viva en el extranjero para que esté a salvo de la insegurida­d argentina y pronto aclara que no es una solución fletar hijos al exterior. Prueba ir a una entrevista en calzas cortas y se las saca cuando ve que no causan el efecto que en Cristina. Mete por la puerta grande de la flamante Policía Metropolit­ana a “El Fino” Palacios y lo saca por la de servicio. Amenaza con que la luz de la ciudad no se pagará sin subsidios pero bueno, hay que evitar el corte. Anuncia la creación de un registro donde las empresas declaren las adicciones de sus empleados, y se arrepiente de afectar las libertades personales. Suma bicisendas, resta bicisendas. Hasta un piquete de movileros puede tener injerencia en sus políticas de Estado. Y todo por satisfacer­nos a nosotros. La mayoría.

Puedo imaginar su desconcier­to cuando el escándalo a propósito del piropo hot invadió las redes sociales y sacudió el gineceo de la corrección institucio­nal, siempre listo para emitir repudios en cadena. ¿No fue un chiste peronista? ¿No es nac & pop decir culo?, se habrá quedado masculland­o. De ahora en adelante solo piropeará los ojos bellos, aunque nadie le explique por qué reparar en aquella otra porción de la anatomía hace tanta diferencia.

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Retracción y vuelta al ruedo.
PERDÓN DE GÉNERO. Al líder PRO no le funcionó el humor Del Sel. Retracción y vuelta al ruedo.
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