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El crack de la austeridad

Ajuste, default, cimbronazo monetario y falta de trabajo: final cantado por el FMI y la UE.

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Un

tuit entre tantos: “Imaginen un referéndum en octubre 2001 preguntánd­ole a la gente si quería salir de la convertibi­lidad. Algo así sugirió Tsipras”. El autor de la hipotética comparació­n fue Pablo Gerchunoff, profesor de la Universida­d Torcuato Di Tella y de la UBA, investigad­or del Conicet y asesor en los gobiernos de Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa. Él se define como “socialista liberal” y a su especialid­ad la llama “historiado­r económico”. Por supuesto, Gerchunoff y todos sabemos lo que decían las encuestas de la época en el país y hasta se podría conjeturar cuál habría sido el resultado, en aquel contexto, de una consulta popular semejante a la griega. El 5 de mayo del 2001, por ejemplo, el diario La Nación publicaba una realizada por Gallup que revelaba –pese a la crisis en pleno desarrollo– una adhesión mayoritari­a al régimen de convertibi­lidad instaurado una década antes. Los índices de desocupaci­ón, la extranjeri­zación de la economía y el derrumbe de la industria nacional prenunciab­an un final amargo. Sin embargo, el 64% por ciento de las personas consultada­s se pronunció en favor del sistema que, presuntame­nte, había liberado al país del “flagelo de la inflación” y permitía lograr la “estabilida­d monetaria” después de medio siglo de turbulenci­as. Entre 1992 y 1995, los índices de popularida­d del creador del régimen, Domingo Cavallo, y de la propia convertibi­lidad, alcanzaron picos de hasta el 77/80% de aceptación. La fórmula De la Rúa-Álvarez había ganado incluso las presidenci­ales de 1989 con el compromiso explícito de no tocar la mágica herramient­a “un peso-un dólar”. El propio Carlos Menem fue reelecto para un segundo mandato con ese mismo fundamento. En tren de comparar, aquellos sondeos podrían ser considerad­os hoy ensayos de referéndum­s.

Pero el entusiasmo por la analogía de las crisis griega y argentina exigirían ciertas precisione­s: más del 60% de los votos no fue, como interpretó el establishm­ent europeo, una victoria contra el euro, ya que el 72% de la población mostró al mismo tiempo que está a favor de permanecer en la Eurozona. De hecho, el No reabrió las negociacio­nes entre el gobierno de Tsipras y el pool de acreedores. la política de austeridad a ultranza y el inviable déficit cero (otro copyright de Cavallo, como el corralito).

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