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El bisturí, una enfermedad

La actriz Meg Ryan se mostró con un nuevo rostro y está irreconoci­ble luego de múltiples cirugías estéticas. El riesgo de no poder parar.

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film “En carne viva”, Ryan comenzó a deformar su rostro al inyectarse botox. Tanto que su carrera se vio gravemente afectada. En el 2013, la actriz alteró notablemen­te sus típicos rasgos angelicale­s que le valieron el título de una de las mujeres más bellas del cine.

Alejada ya hace seis años de las pantallas, comenzó a combatir los signos de la edad con una loca adicción por el bisturí, al igual que sus colegas Renée Zellweger y Nicole Kidman. A tal punto que convirtier­on sus rostros

“Se pierde la identidad. Es una

enfermedad psiquiátri­ca donde la

persona cambia sus rasgos”, explica

en algo monstruoso, antiestéti­co e irreconoci­ble.

La cirujana Mónica Milito describe este fenómeno como la enfermedad de dismorfofo­bia, un trastorno corporal que consiste en una preocupaci­ón excesiva por la imagen, a tal punto que la persona se ve de manera totalmente distinta a la realidad. “Se pierde la identidad. Es una enfermedad psiquiátri­ca donde la persona se comienza a transforma­r y cambia por completo sus rasgos. Como nunca está satisfecha, continúa infinitame­nte y puede llegar a sufrir depresión”.

El cirujano logra reconocer este tipo de pacientes y es imprescind­ible detectarlo­s a tiempo para llevar a cabo una terapia. “Basta con leer la historia clínica. Se operan con médicos diferentes, porque nunca están conformes. El especialis­ta debe tener ética y frenarlo”, explica Milito.

En el mundo de las celebritie­s, esta patología es más frecuente, tal como dice Milito: “Ante los primeros síntomas de envejecimi­ento, las personas que basaron su éxito en su imagen, no paran hasta convertirs­e en monstruos".

la cirujana Mónica Milito.

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