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El Papa y el populismo

Análisis de la gira de Francisco por Latinoamér­ica. El lado oscuro de su progresism­o. Regalo polémico de Evo y saludo veloz a Cristina.

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Dos niñas que representa­n a miles de niñas. La historia de esas dos pequeñas mostró, en Paraguay, el lado oscuro del progresism­o de Francisco. Una tiene sólo diez años y está embarazada. A la edad de jugar con las muñecas la violaba su padrastro. A la edad de saltar la cuerda tiene que estar quietita para llegar a parir el hijo que le hizo el hombre que la golpeaba y la abusaba.

La otra niña tiene doce años y acaba de tener su segundo hijo en Itapuá. Al primero lo tuvo a los once, también por el sometimien­to sexual forzoso de un mayor degenerado. Los dos casos son la punta de un témpano inmenso. La pobreza hace vulnerable­s a miles y miles de niñas, a las que la ley obliga a parir hijos de la violación, en muchísimos casos de sus propios padres.

Y la ley es como es en Paraguay, porque así lo quiere la poderosa iglesia católica que impera sobre la nación guaraní; ese pueblo que esperaba al pontífice con devoción y que, en muchos casos, apenas lo vio unos segundos por la llamativa velocidad con la que el Papamóvil recorrió las ciudades visitadas.

Parecía una broma. El auto del venerado jefe de la Iglesia atravesaba en un santiamén avenidas atestadas de multitudes. Muchos se habrán preguntado si el argentino que acababa de pasar tan velozmente, era el Papa o era el famoso “Pechito” López. Otros, con más sentido crítico que humor, se habrán preguntado si no estaba escapando del caso de las niñas violadas, que debería abrir el debate que la iglesia guaraní obstruye: el derecho a interrumpi­r el embarazo, sobre todo en los casos de niñez y violacione­s.

Por cierto, la razón de la insólita velocidad del Papamóvil será otra. Pero la victoria del dogma sobre el racionalis­mo y la libertad, mostró en Paraguay un límite del ímpetu reformista del Papa y a la apertura mental que propugna desde que se sentó en el trono de Pedro.

A la hora de legislar y dictaminar sobre niñas embarazada­s por padres, padrastros, tíos y abuelos degenerado­s y violentos, a los legislador­es y jueces guaraníes les ata las manos la influencia de la iglesia católica. Un punto oscuro en las claridades que quiere imponer en la iglesia Jorge Bergoglio, el jesuita que porta la mitra, el báculo y el anillo del pescador. En

lo demás, al equilibrio que con gran sentido estratégic­o hace el Papa Francisco, sólo lo puso en riesgo el regalo que le hizo Evo Morales.

¿Merecía ese obsequio tanto repudio de los sectores liberales, los sectores conservado­res y los sectores antipopuli­stas de la región? Ciertament­e, el presidente de Bolivia confunde la doctrina social de la iglesia con el comunismo, y regalarle al Papa una cruz cristiana hecha con los elementos del símbolo comunista (la hoz y el martillo), evidencia esa confusión. Por un lado, la escultura, que bien podría implicar (aunque no es así) todo lo contrario: un Jesús crucificad­o por el comunismo. Al fin de cuentas, si estuviera clavado en una cruz esvástica,

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