manejar los hilos del país.
Desde la cuna. Ahumada está marcado desde su origen en 1940 por la ciencia de la salud: su abuelo, su padre y su tío eran médicos. Desde joven ya se destacaba en el campo, y a los tempranos 22 años se graduó con Diploma de Honor en la Facultad de Medicina de la UBA. Sin embargo, un austríaco fallecido hace más de un siglo cambió su vida para siempre. Su relación con Freud fue como la mayoría de las pasiones salvajes: del desconocimiento pasó a un enamoramiento feroz que hoy, cincuenta años después, se trasluce en una convicción militante. “Soy freudiano de los clásicos”, dice el doctor a NOTICIAS entre risas. Mucho tuvo que ver para eso Ricardo Etchegoyen, el psicoanalista más importante de la historia local, que también fue el primer latinoamericano en la historia en presidir la Asociación Psicoanalí- tica Internacional que fundó el propio Freud. Si bien en un momento el académico lo apadrinó y lo tomó como un discípulo más, con el tiempo se convertiría en su “gran amigo” y en su alumno más destacado. En una reseña de uno de los más de cuarenta trabajos que publicó Ahumada, Etchegoyen lo califica como un autor “rico y multiforme que hay que leer y releer hasta que su mensaje nos penetre y enriquezca”, que invita a una “profunda reflexión” y que le da una “contribución fundamental” al psicoanálisis contemporáneo. Para ser claros: es como que un futbolsita reciba la bendición de Maradona.
Ahumada vio crecer su carrera bajo el ala de su maestro. En medio siglo, el terapeuta de Macri fue publicado en nueve idiomas, fue miembro de honor de la Sociedad Británica de Psicoanálisis, editor del International Journal of Psychoanalysis, recibió el premio
Mary S. Sigourney en Nueva York -allí vivió dos añosen 1996, el Konex en el 2006 y el reconocimiento de la Universidad de Frankfurt durante los festejos de los 150 años del nacimiento de Freud, entre otras distinciones internacionales. “Es un muy riguroso psicoanalista. Un investigador, intelectual y sobre todo creativo. Es evidente que está preparado para tratar al Presidente con rigor científico y sin que su cargo contamine el proceso”, asegura el doctor Andrés Rascovsky, ex presidente de APA que trabajó con Ahumada.
Etchegoyen y su discípulo fueron piel y hueso durante décadas hasta este julio, cuando el académico falleció a los 97 años. La herencia, sin embargo, se mantiene intacta: sus conocidos todavía recuerdan las tremebundas discusiones entre los dos sobre Lacan, uno de los "enemigos ideológi-