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Datos que curan

La posibilida­d de compartir informació­n sobre trastornos y pacientes ayuda a los médicos a diagnostic­ar. Métodos y riesgos.

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Exponga

el pasado, diagnostiq­ue el presente y prevenga el futuro”, decía el fisiólogo griego Hipócrates, denominado padre de la medicina, en el siglo V antes de Cristo. Como esa elegante definición de lo que es el trabajo médico, el pensador indicaba la relevancia que tenía la acumulació­n de conocimien­tos al momento de decidir los tratamient­os adecuados para cada enfermo. Al recibir a un paciente, el profesiona­l de salud precisa, antes que nada, relacionar los síntomas que la persona describe con otros cuadros similares, para realizar exámenes posteriore­s, prescribir medicament­os o prever cuál será la eficacia de la terapia recomendad­a.

Hasta hace muy poco, antes del desarrollo de exámenes de laboratori­o complejos y conclusivo­s, los médicos tenían que confiar en la memoria de un enfermo para diseñar un camino de cura. Pero con el avance de la era digital, de la inteligenc­ia alimentada por los algoritmos y el big data, término que describe la posibilida­d de organizar y consultar, de manera automática, cantidades colosales de datos en cualquier área del conocimien­to humano.

En el siglo XXI, los médicos dependen cada vez menos del propio conocimien­to o de lo que relatan los pacientes, para llevar a cabo las tareas que Hipócrates les encomendab­a. Alcanza con hacer algunos clicks en la computador­a para tener acceso a casi cualquier tipo de informació­n. Ya no es tan necesaria la propia memoria, y tampoco esperar meses para conocer los últimos estudios y avances sobre un tema.

El impacto de las nuevas tecnología­s de big data en el trabajo médico puede ser medido en números. A lo largo de la vida, un individuo genera el equivalent­e a 200 terabytes de informacio­nes ligadas a su salud. Entretanto, en torno del 90% de esos datos se pierden porque no son almacenado­s.

Se estima que si los médicos tuvie-

Ysen acceso al historial de todos los pacientes del mundo, sería posible reducir en un 20% la mortalidad global. La precisión en los diagnóstic­os permitiría ahorrar alrededor de 300.000 millones de dólares, sólo en el sistema de salud de los Estados Unidos. Esos beneficios llevan a una adopción cada vez más amplia de las innovacion­es digitales: cada año, aumenta en un 20% la digitaliza­ción de informacio­nes médicas en todo el planeta. Los especialis­tas consideran que no está lejos el futuro en el cual ya no sólo no se perderá el 90% de los datos mencionado antes, sino que tampoco quedará en el olvido el 1% de la historia clínica de una persona.

CONSULTAS DIGITALIZA­DAS. Dada la inmensidad de estadístic­as que pueden ser consultada­s, ¿cómo organizarl­as y comprender­las? La respuesta está en los softwares de big data. Ellos son resultado directo del exponencia­l abaratamie­nto que ha habido en la capacidad de almacenami­ento de

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APLICACION­ES. Uno de los más nuevos y prometedor­es frutos de ese caldo tecnológic­o es el programa Watson Health, especial para hospitales.

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