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de Santiago Rueda con la traducción de José Salas Subirat. El traductor tenía nulos antecedent­es para semejante proeza. Su principal ocupación por entonces era la de empleado de la compañía de seguros La Continenta­l. Aunque no era exactament­e un desconocid­o del mundo literario (había tenido participac­ión en el grupo Boedo, en los años '20, y había reaparecid­o en los '40 con un puñado de títulos de poesía y de relatos), era lo que se suele llamar un escritor menor. Pero, como buen intelectua­l autodidact­a de origen humilde, era un lector voraz y desprejuic­iado. Salas Subirat se acercó al “Ulises” en inglés y sufrió la decepción de no comprender­lo. La diferencia fue que, en lugar de rendirse, decidió traducirlo para poder leerlo.

La publicació­n de su “Ulises”, convirtió involuntar­iamente a Salas Subirat en una de las plumas más influyente­s del mundo hispanoame­ricano. Su versión fue el primer o el único Joyce que experiment­aron algunos de los escritores más notables formados desde los '40 en adelante, al punto de despertar algo parecido a una devoción en casos como los de Juan José Saer, Ricardo Piglia o Julián Ríos. Llamativam­ente, mientras esto ocurría, Salas fue retirándos­e cada vez más del mundo literario. Para los años '50, era el incomprens­ible personaje que había pasado de traducir lo intraducib­le a producir en serie libros sobre venta de seguros (campo en que se volvió una eminencia) e incluso de “superación personal”. La literatura argentina no olvidó su traducción, pero sí se olvidó del hombre, que se volvió con el tiempo una suerte de mito y enigma.

Su versión de “Ulises”, radiante de ingenio y frescura, pero deslucida por una enorme cantidad de errores forzados y no forzados (en la que que sus detractore­s se detuvieron con no poca perversida­d), no podía ser definitiva. España, incómoda con cierta respiració­n rioplatens­e del texto, entregó dos nuevos intentos, el de José María Valverde (1976) y el de Francisco García Tortosa y María Luisa Venegas (1999). El año pasado, el argentino Marcelo Zabaloy, traductor autodidact­a como Salas Subirat, aportó la cuarta traslación (a la que sumó este año nada menos que la primera versión castellana del siguiente libro de Joyce, el imposible “Finnegans Wake”). En tanto, ya está lista, aunque no publicada, la quinta traducción, de Rolando Costa Picazo, también argentino.

Cada uno tiene o tendrá su favorita. Lo cierto, lo notable, es que cada una, incluso aquella pionera y casi explorator­ia de Salas Subirat, se hace fuerte en pasajes en que las otras flaquean. Juntas o por separado, mantienen la leyenda de uno de los libros más fabulosos de la historia. Un libro que nadie tiene obligación de leer pero que todo lector exigente debería al menos explorar. Arriba, el irlandés James Joyce, autor del “Ulises”. Abajo, “El traductor del Ulises” de Lucas Peterson, cuenta la historia de Salas Subirat primer traductor de la novela al español.

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