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Al borde de la intervenci­ón

Una guerra de poder paraliza al organismo. Hablan protagonis­tas y autoridade­s.

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Existió

el día para nada lejano en que el Instituto Nacional de Teatro (INT) estuvo a punto de ser intervenid­o. Los políticos saben que hay decisiones que si no se toman de entrada, mejor no hacerlo después, con el plato servido ya frío. Pero la realidad demuestra que a nueve meses de la designació­n del nuevo director ejecutivo -el actor, director y gestor cultural santafesin­o Marcelo Allasino-, el panorama sigue caliente aunque el mundo del teatro no levante las cifras del cine y la televisión. Pero sí las pasiones y los intereses.

Y no hablamos precisamen­te de lo que pasa arriba del escenario sino en la mesa chica de las decisiones políticas. Porque el INT, a pesar de que no maneja sumas siderales (su presupuest­o actual es de 160 millones de pesos) ni lidera una actividad de la que los medios estén pendientes, está sufriendo una batalla de bandos que impide que se trate el objetivo esencial para el que fue hecho, es decir, un plan de políticas culturales acorde a un país que se jacta de su tradición teatral. Por esa razón, el rumor de intervenci­ón desde el Ejecutivo está latente.

El INT fue creado por la Ley nacional de teatro, la 24.800, en 1997. Con autarquía administra­tiva, depende del Ministerio de Cultura de la Nación, y su misión fundamenta­l es la de subsidiar, promover y fomentar la actividad teatral independie­nte en todo el país. La conducción está en manos de un Consejo de Dirección de doce miembros: además del director ejecutivo y el representa­nte del Ministerio de Cultura (ambos designados por el Poder Ejecutivo), hay diez cargos electivos que representa­n por igual a las distintas regiones.

Desde que nació, la institució­n vivió tensiones entre el director ejecutivo y el Consejo, que es casi lo mismo que decir entre las provincias y Buenos Aires. Sin embargo, en el comienzo y con tanto por hacer, esas disputas no estaban en primer plano: “Cuando salió la ley, mucha gente se lo puso al hombro y trabajó gratis y en serio. Hubo esfuerzo y mucha mística”, dice Teresa Jackiw, integrante del INT, un organismo donde el 54% de la gente que lo representa es la misma desde que empezó. Esa continuida­d es la que habría cristaliza­do, según explican muchos miembros, un sistema de clientelis­mo y favores. En medio de ese panorama arribó la nueva administra­ción.

CAMBIEMOS. Marcelo Allasino no es macrista. Hasta diciembre del año pasado fue secretario de Cultura de Rafaela, pero sobre todo es un reconocido teatrista, fundador de la sala La Máscara y del Festival de teatro de Rafaela.

“Llegamos para apagar un incendio. El INT estaba prendido fuego. Y se había dejado de hablar de teatro para dirimir cuestiones de poder”, dice Allasino, sucesor en el cargo del correntino Guillermo Parodi, hijo de Teresa.

“Es más duro de lo que imaginamos sanear esta situación. El problema reside en la poca renovación de autoridade­s y la presencia de tres o cuatro nombres que vemos desde siempre rotando en distintos roles, generando un sistema casi corporativ­o de gestionar. El Consejo tomaba decisiones más allá de sus competenci­as y facultades, fogoneado por estos caudillos teatrales del interior que excusados bajo el manto del federalism­o crearon vínculos y clientelis­mo”, dice el director. Aunque no lo nombre, todos entienden que habla fundamenta­lmente de Miguel Ángel Palma, el actual representa­nte provincial de Santa Fe que está, con diferentes cargos, en el INT desde su fundación.

¿Pero quién es Palma y qué persigue? No el enriquecim­iento personal.

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AUTORIDADE­S. Marcelo Allasino, director del Instituto Nacional del Teatro y Federico Irazabal, representa­nte del Ministerio de Cultura en INT; con teatristas de Córdoba.

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