La violencia naturalizada
Llevar armas es un hábito para esos adolescentes. El drama del conurbano.
En
Villa Trujui, partido de Moreno, a nadie le sorprende lo que pasó en la fiesta “Proyecto XXX”. En esa zona del conurbano bonaerense los vecinos cuentan que todos los días se escuchan tiroteos. A los trece años, muchos de los chicos que crecieron en este lugar sostuvieron un revólver en su mano, al menos una vez. A sólo 50 kilómetros de la Capital Federal, las historias de violencia extrema forman parte de la rutina, la muerte es moneda corriente y la Justicia no se busca en Tribunales. Esto incide directamente sobre la inseguridad generalizada.
Nicolás Rivero tenía 20 años y si bien no se debe haber imaginado que en esa fiesta le iban a dar un balazo en el tórax, era previsible que pudiera pasar. En los días previos, los invitados compartieron en las redes sociales fotos del arsenal que iban a llevar esa noche: armas de fuego, cuchillos y navajas. Sin embargo, lejos de ser un caso aislado, lo que pasó en “Proyecto XXX” sólo sirvió para poner la lupa sobre una realidad que, aunque para muchos puede ser desconocida, se repite desde hace años. Sólo en Moreno se estima que se organizan unas 1.500 fiestas clandestinas al año. La falta de habilitaciones, de control policial, la presencia de menores, el alcohol y las drogas son el factor común de todas estas celebraciones que se realizan todas las semanas.
SIN CONTROL. Durante el día, en el predio donde se realizó la fiesta funciona una parrilla. El lugar, ubicado en el cruce de la ruta 23 y la calle Ozanan, esta cercado con árboles y un alambrado roto de menos de un metro de altura. Hasta allí llegaron más de 500 chicos de distintos puntos del conurbano, la noche del 20 de septiembre. La excusa de la celebración era la llegada de la primavera y, como sucede en estos eventos, los organizadores mantuvieron en secreto la ubicación de la quinta hasta dos días antes de la fecha. “Todas las fiestas son así. Es para que no las clausuren”, contaron a NOTICIAS adolescentes del barrio Las Catonas.
Una de las primeras informaciones que circuló fue que para entrar a la fiesta había que llevar alcohol, drogas y armas. Sin embargo, este no era un requisito exclusivo. Peor. “No es que era una regla. Andan todos calzados. En el día y para salir a la noche. Es algo común en los chicos”, contó un vecino que vive a una cuadra del lugar. Según este hombre, cada vez que se organiza una fiesta en este predio, el clima de madrugada es el mismo: corridas, tiros al aire y chicos tirados en la vereda.