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Las dos caras del terror

Los ataques precediero­n a las charlas por la paz y la unidad en la ONU. Varias células activas en la mira del FBI.

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Aunque

no exactament­e en los términos en que los planteó Huntington, lo que habría ocurrido en la cabeza de Ahmad Khan Rahami fue un choque de culturas. La cultura jihadista que asuela su país natal embistió a la cultura occidental y su marca racionalis­ta, pero la victoria no fue absoluta en la mente del hombre que sembró bombas en Nueva York y Nueva Jersey.El mismo choque cultural se dio en la cabeza de Dahir Adán, el joven somalí que la emprendió a cuchillazo­s contra quienes tuvo a mano en un abarrotado centro comercial de Minnesota. Pero en ese caso, la victoria de la cultura jihadista fue total. Porque a tiempo un policía lo acribilló a balazos, Dahir Adán sólo pudo herir a las personas que alcanzó su daga, pero sabía que de ese atentado no saldría vivo. Ergo, se inmoló, como impone la regla que el jihadismo tomó de los kamikazes.

ACTITUD KAMIKAZE. Los guerreros japoneses de la tradición que llegó hasta la Segunda Guerra Mundial, bebían vino de arroz, cantaban el Doki No Sakurá (la canción del “viento divino”) y se subían a sus Caza Zero para lanzarlos contra blancos enemigos, muriendo en la nave para asegurar el éxito del ataque. La diferencia es que el kamikaze nipón, igual que el fedayín libanés en la guerra civil que devastó el “país de los cedros”, moría atacando blancos militares. En cambio los blancos del jihadismo son civiles inermes. Y la diferencia entre el terrorista suicida de Minnesota y el afgano que plantó bombas caseras en las dos márgenes del río Hudson, es que el primero aceptó inmolarse matando “infieles”, mientras que Rahami intentó sobrevivir a las masacres que procuraba perpetrar. Esto implica que en su mente, el fanatismo delirante no se impuso por completo. La prédica de los imanes pashtunes que apoyan al movimiento talibán, sedujo al hombre frustrado por ganarse la vida en Estados Unidos trabajando en el restaurant de

Osus padres, que para colmo se llama First América.Todo parece indicar que, en su último viaje a Afganistán, encontró en el extremismo pashtún, etnia a la que pertenecen los talibanes, la medicina para atenuar la oscura frustració­n que le causa su vida en Nueva Jersey. Por eso se dejó la barba como los milicianos que organizó el Mullah Omar y cambió la alegría cordial que le describían sus clientes y vecinos, por una seriedad dura, amenazante.

El atentado en Minnesota no parece ligado a las bombas sembradas en Nueva York y Nueva Jersey. El joven que murió esgrimiend­o su arma blanca gritó “alá es grande” y dedicó su acción a ISIS, antes de caer abatido por los disparos de un policía. A renglón seguido, la milicia genocida reivindicó el ataque desde Raqqa, la capital del “califato”.

AL QAEDA ISIS. En Somalia, el país donde nació el atacante del cuchillo, al monopolio del jihadismo lo tiene la milicia terrorista Harakat alShabaab al Muyaidín (Movimiento de los Jóvenes Mujaidines), común-

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VÍCTIMAS. La explosión provocó 29 heridos, que fueron dados de alta en pocas horas.
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Por CLAUDIO FANTINI *

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