DETROIT EN LA ERA TRUMP
Donald Trump mete miedo. Los ejecutivos no lo reconocen abiertamente, pero en los pasillos del Salón del Automóvil de Detroit, es el tema recurrente. La preocupación es lógica. Y surge luego de las amenazas que el presidente dedicó vía Twitter a GM y Toyota por fabricar autos en México.
Después de que Ford anunciara la cancelación de la inversión que había programado para la planta mexicana de San Luis de Potosí, Trump agradeció a la marca del óvalo azul. Los voceros de Ford defienden la medida argumentando que, con el mercado de los modelos compactos en baja, no se justificaba abrir una nueva línea. Pero son todos guiños. Durante los primeros días del Salón se sumó el anuncio de que en la planta de Detroit, Ford producirá la Ranger. Como para sellar el romance.
GM y Toyota, para salir del offside, recordaron a Trump que ya han invertido mucho en EE.UU.: la americana tiene cuarenta plantas en el país, y la japonesa diez. Y juran que sus actividades en México no atentan contra el empleo en los EE.UU. Mary Barra, CEO de GM, fue contundente: “Seguiremos produciendo donde vendemos”. Para algunos se leyó como una negativa a cambiar la estrategia. Para otros como lo opuesto.
La realidad es que la decisión de dónde abrir una planta automotriz demanda varios años de estudio. Y cambiar la tendencia, negociaciones aún más largas. Pero en la percepción de la calle, el ganador es el presidente. Poco importa que el Chevrolet Cruze hatchback, que GM ensambla en México, se hace ya con un 70% de piezas estadounidense. Su estrategia tribunera es mostrarse agresivo y conseguir resultados, aunque pequeños.