Facebook y la gestión del mundo
La red social creada por Zuckerberg se propone a sí misma como la última reserva americana de las libertades y el refugio cívico frente al cisne negro llamado Trump.
El llamado Manifiesto Facebook no tardó en desatar especulaciones sobre las intenciones presidenciales del joven dueño de la red social más popular del planeta. Esa consideración -hecha con más o menos dosis de ironía- sobre la publicación que el billonario millenial puso a disposición de los casi 1900 millones de usuarios de la plataforma, tal vez no resulte mesurada. Pero no por excesiva, sino por insuficiente. Mark Zuckerberg está hablando aquí y ahora como Presidente del mundo.
El alcance global de Facebook con casi un tercio de la población mundial en usuarios activos que la utilizan en unos 140 idiomas distintos, es la base de sustentación para un plan que propone "construir una comunidad global" con capacidad de gobierno planetario. No compite con las naciones, se propone superarlas. No se trata de una metáfora del alcance tecnológico, sino de lo que Zuckerberg llama "el próximo paso" en la evolución de la "infraestructura social" que la humanidad ha desarrollado a lo largo de la historia pasando de las tribus, a las ciudades y a las naciones. "Conectar al mundo" ya no sólo implica reunir a amigos y parientes que comparten sus fotos de vacaciones, cumpleaños o comidas, sino mecanismos de poder que lleven al desarrollo de sistemas de votación global que puedan servir en distintos tipos de decisiones colectivas.
Las últimas elecciones en los EE.UU. tuvieron a Facebook en el ojo de la tormenta. Las noticias falsas que se replicaron millones de veces fueron para muchos analistas un factor clave en el triunfo de Donald Trump. El manifiesto de Zuckerberg es tal vez la reacción de un gigante herido que tomó conciencia de su fabuloso poderio político recién cuando alguien más hizo uso de él tomándolo a manos llenas como un insumo gratuito y abundante. Facebook se encontró ante su dilema hamletiano: ser o no ser. El poder que se deja vacante puede ser usado por otro. De nada sirvieron los 2 millones de votantes que la red ayudó a registrar en las
últimas elecciones para evitar la desconfianza pública en los algoritmos que no pudieron frenar las mentiras en escala masiva que circularon como virus sin antídoto en los meses previos a las elecciones. Ahora la red social se propone a sí misma como la última reserva americana de las libertades y el refugio cívico frente al cisne negro llamado Trump que involuntariamente ayudó a incubar casi como un Pokemon no querido.
"Este es un momento para la verdad", afirma Zuckerberg con apesadumbrada grandilocuencia y quizás algo de cinismo. Las noticias falsas -"fake news"- y el efecto conocido como "burbuja filtrada" por el cual los usuarios se construyen una realidad parcializada al seguir sólo a los que piensan como ellos e ignorar al que discrepa, profundizaron la división y el fanatismo como él mismo reconoce, pero hasta ahora la plataforma se había mantenido neutral a su influencia como si eso no fuera una decisión "editorial" por omisión. Mister Facebook se dispone ahora derrotar las fuerzas de la mentira con inteligencia artificial que permita en un corto plazo no sólo distinguirlas sino bloquearlas. Las preferencias de la mayoria de los usuarios -ya que todos serán consultados a tal fin- se activarán como opción por default y cada uno podrá adecuar su configuración fácilmente si no está conforme. Facebook ya trabaja en este sistema de depuración de contenidos para que sea funcional en el corto plazo. Y aunque reconoce que una industria de noticias sostenible es critica para una comunidad bien informada, en referencia a los medios tradicionales, considera a las redes sociales como fuentes de "puntos de vistas más diversos". "Así como la televisión se convirtió en el primer medio civico en 1960, las redes sociales están tomando ese rol en el siglo 21", concluye.
En su manifiesto, Zuckerburg propone fortalecer grupos de intereses comunes, desarrollar detección de terroristas, profundizar el involucramiento cívico, las medidas de seguridad, y ensayar decisiones colectivas que puedan funcionar como referendums implícitos o como votaciones globales. "Las amenazas son globales" pero "ninguna nación puede resolverlo sola" y "los sistemas de la humanidad son insuficientes" para los nuevos desafios. Facebook, en cambio, cuenta con "la más vasta infraestructura social para la acción colectiva". Podríamos preguntarnos, ¿Facebook empodera o se apodera de la institucionalidad global en ciernes? Tal vez ambas cosas van de la mano. Hoy no podemos tener la respuesta. "Donde no hay ley no hay libertad" afirma John Locke en sus Tratados de Gobierno. ¿Alcanza con la democracia ateniense del click para una nueva legalidad online? ¿Quién la garantiza? ¿Da lo mismo EEUU que China o Brasil? ¿Se puede saltar por encima de los estados o el mero intento derivará en una mayor balcanización de internet? ¿Zuckerburg habla de más democracia o de ser el monopolio de la big data donde su lucro es infinito y como plantea el politólogo Luis Tonelli "absolutamente vertical"?
No es la primera vez que se sugiere una idea de ciudadania global o de pertenencia planetaria. Y en muchos sentidos esto ha sido un proceso natural facilitado por internet y explorado con velocidades inusitadas por el comercio. Aquél axioma desarrollado por Thomas Friedman al hablar del "mundo plano" se supera ahora planteando el "gobierno plano". Recientemente las elecciones en los EEUU o el propio Brexit, revelaron que además del nacionalismo que los hizo posibles existe también una generación globalista que cree, comercia y actúa en un mundo sin fronteras. Esa generación transnacional de hecho, notiene hasta ahora una contención institucional planetaria y las naciones como tales repelen las nuevas fuerzas que las desafían y las desbordan. Quienes ya han logrado asociaciones de escala global tienen bases de sustentación específicas y limitadas. Facebook en cambio es masivo en alcance y diversidad. Por eso este camino que se traza puede deparar un salto cuantitativo.
En su libro "La revolución sin líderes", el ex diplomático británico Carne Ross, que fundó la primera asociación independiente de diplomáticos del mundo (Independent Diplomat) ya planteaba la necesidad de una "nueva política" para una sociedad donde adquieren protagonismo los individuos y "que se gobierne a sí misma". Facebook está proponiendo bases para esa utopía. Acaso recorrer el camino para reciclar en forma sistemática lo que el historiador británico Timothy Garton Ash llama "no un nuevo orden mundial sino un nuevo desorden mundial". Tomar la experiencia -con consecuencias fuera de todo control en su momento- que implicó la "primavera árabe" organizada por las redes sociales, y generar la solidez para convertir fugaces manifestaciones en movimientos de cambio, organizados online pero consolidados offline.
"La transición no será universal ni simultánea aunque el objetivo sea la universalidad" afirma Jaron Lanier en su libro "Tu no eres un dispositivo" (You are not a gadget), al referirse a un mundo donde de pronto se podrá dejar de pagar una mensualidad para acceder a internet para cambiar a una cuenta que abone la cuenta en bits. Podemos afirmar que esa carrera entre el sistema de naciones estado y la "universalidad" ya ha comenzado. Se manifiesta, por dar un ejemplo, en la mera existencia y expansión del dinero digital llamado Bitcoin cuya baja más reciente se debe a la negativa de Wall Street a permitir su cotización. Es difícil pensar que algo venza a la codicia si no es la mera supervivencia. El sistema financiero global deniega el acceso a los caballos de Troya. Y tiene suficiente poderío para debilitar la cripto-moneda al menos hasta inventar la propia dentro de sus dominios. El desafio de un sistema monetario independiente del poder establecido, impensado sólo unos años atrás, ya está planteado y difícilmente se contenga. Pero a diferencia de las Bitcoins, que pujan por entrar al tablero de operaciones, Facebook, ya está en el sistema y su capacidad de influencia como se ha visto es extraordinaria.
Las implicancias geopolíticas, filosóficas y culturales de la institucionalización de la globalización mediante individuos en red son tan profundas como imprevisibles, tan embrionarias como inminentes. Y ante todo, constituyen una verdadera revolución. En su libro "La
Zuckerburg llama a la participación cívica, y a ensayar decisiones colectivas.
El paraíso informativo sigue dependiendo de las capacidades humanas para la libertad.
Revolución será digitalizada", Heather Brooke habla de un nuevo "Iluminismo de la información" donde el conocimiento "fluye libremente" y rompe con el oscurantismo del acceso a los datos. La diferencia acaso con el amanecer humanista luego de la Edad Media es que entonces había multitudes privadas de la información y controladas mediante la superstición. Hoy, aunque en amplios escenarios del mundo esa realidad medieval persiste, debemos sumar los individuos que jaqueados por las crisis económicas abrazan populismos negacionistas de la realidad y que no eligen leer con racionalidad esa información que fluye, sino abrazarse como náufragos a un madero, a cualquier escenario más feliz que les provea al menos de algo de certeza o revancha momentánea, aunque ambas sean ficticias. El paraíso informativo sigue dependiendo en todo caso de las capacidades humanas para la libertad, considerando a ésta la capacidad de afrontar racionalmente la vida individual y en sociedad para una convivencia pacífica. El empoderamiento que Facebook se propone también depende del desarrollo individual que sólo puede devenir de la educación, de la igualdad de oportunidades, del acceso a los medios para asegurarlas mediante un trabajo. Estas provisiones están en la matriz de la democracia como el mejor sistema posible para el desarrollo de las personas, pero esa misma democracia está hoy puesta en duda por la decepción de miles de excluidos del sistema que a la hora de votar terminan consagrando a líderes autoritarios. "La democracia está retrocediendo en muchos países y hay una gran oportunidad para alentar la participación civica", afirma Zuckerberg, también desilusionado con la magra participación electoral en los EEUU donde sólo votó la mitad de las personas habilitadas.
Las intenciones de una ciudadania virtuosa cultivada online como salvaguarda para la libertad suena como una buena idea. Realizaría así planteada, el ideal kantiano de "una sociedad civil universal administrando sus derechos". Pero también aterra pensar en una plataforma social sin control que contenga a medio mundo, intervenga en sus decisiones, canalice la información que recibe,
gestione sus elecciones colectivas y cuente con capacidad de manipulación total si esos individuos no tienen capacidad crítica frente a su poder. El problema siempre es el mismo. Aunque cambie la escala. Quién detenta el poder y quién pone los límites. Cómo en el envase de la libertad también puede esconderse la tiranía.
El planeta ya atraviesa una crisis en su tejido político global: las instituciones mundiales creadas luego de la Segunda Guerra Mundial se debilitan desde su propio centro. "El centro no se sostiene a sí mismo", como dice el poema de William Butler Yeats. El propio EEUU con la administración liderada por Donald Trump ha amenazado con desfinanciarlas y ha apuntado a su ineficiencia. Si la primera potencia abdica, qué queda para el resto. ¿Quién ocupa el espacio vacante mientras crujen los andamios de la torre de Babel? La paradoja de China defendiendo la globalización da pistas del desconcierto y marca una nueva etapa en el propio capitalismo global frente a la retracción americana.
Lo cierto es que hasta ahora nadie había hablado del "paso siguiente" para la humanidad como colectivo político en forma tan concreta. Y no es la política como la conocemos la que ha dado el puntapié inicial. Sí lo ha hecho el joven magnate de la red social más poderosa -que incluye además a Whatsapp e Instagram-, y citan- do a Abraham Lincoln en el corolario de su mensaje: "Los dogmas de un pasado tranquilo, son inadecuados para el tormentoso presente. La ocasión está llena de dificultad, y debemos elevarnos para la ocasión. Como nuestro caso es nuevo, debemos pensar de nuevo, actuar de nuevo."
Mark Zuckerburg no es el primero en evocar este discurso de Lincoln, pronunciado el 1 de diciembre de 1862 en su segundo mensaje anual al Congreso, en medio de la Guerra Civil americana y a un mes de firmar la Proclama de Emancipación. También lo citó Barack Obama en su último mensaje presidencial sobre el estado de la unión, el 12 de enero de 2016. El mundo cambió desde entonces aunque hayan pasado sólo un par de meses.
Algo que también dice Lincoln en aquél discurso parece hablarnos a todos en este presente incierto y de nuevos paradigmas. Una cosa es segura: "No podemos escapar a la historia". Y la historia es mucho más que un "Me Gusta" en Facebook. Zuckerburg lo sabe y ya avisó.
Si usted cree que esto -que ya ocurre- no lo afecta, sólo responda una pregunta: ¿tiene una cuenta en Facebook?