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Facebook y la gestión del mundo

La red social creada por Zuckerberg se propone a sí misma como la última reserva americana de las libertades y el refugio cívico frente al cisne negro llamado Trump.

- Materia / Política y Medios Por CRISTINA PÉREZ*

El llamado Manifiesto Facebook no tardó en desatar especulaci­ones sobre las intencione­s presidenci­ales del joven dueño de la red social más popular del planeta. Esa considerac­ión -hecha con más o menos dosis de ironía- sobre la publicació­n que el billonario millenial puso a disposició­n de los casi 1900 millones de usuarios de la plataforma, tal vez no resulte mesurada. Pero no por excesiva, sino por insuficien­te. Mark Zuckerberg está hablando aquí y ahora como Presidente del mundo.

El alcance global de Facebook con casi un tercio de la población mundial en usuarios activos que la utilizan en unos 140 idiomas distintos, es la base de sustentaci­ón para un plan que propone "construir una comunidad global" con capacidad de gobierno planetario. No compite con las naciones, se propone superarlas. No se trata de una metáfora del alcance tecnológic­o, sino de lo que Zuckerberg llama "el próximo paso" en la evolución de la "infraestru­ctura social" que la humanidad ha desarrolla­do a lo largo de la historia pasando de las tribus, a las ciudades y a las naciones. "Conectar al mundo" ya no sólo implica reunir a amigos y parientes que comparten sus fotos de vacaciones, cumpleaños o comidas, sino mecanismos de poder que lleven al desarrollo de sistemas de votación global que puedan servir en distintos tipos de decisiones colectivas.

Las últimas elecciones en los EE.UU. tuvieron a Facebook en el ojo de la tormenta. Las noticias falsas que se replicaron millones de veces fueron para muchos analistas un factor clave en el triunfo de Donald Trump. El manifiesto de Zuckerberg es tal vez la reacción de un gigante herido que tomó conciencia de su fabuloso poderio político recién cuando alguien más hizo uso de él tomándolo a manos llenas como un insumo gratuito y abundante. Facebook se encontró ante su dilema hamletiano: ser o no ser. El poder que se deja vacante puede ser usado por otro. De nada sirvieron los 2 millones de votantes que la red ayudó a registrar en las

últimas elecciones para evitar la desconfian­za pública en los algoritmos que no pudieron frenar las mentiras en escala masiva que circularon como virus sin antídoto en los meses previos a las elecciones. Ahora la red social se propone a sí misma como la última reserva americana de las libertades y el refugio cívico frente al cisne negro llamado Trump que involuntar­iamente ayudó a incubar casi como un Pokemon no querido.

"Este es un momento para la verdad", afirma Zuckerberg con apesadumbr­ada grandilocu­encia y quizás algo de cinismo. Las noticias falsas -"fake news"- y el efecto conocido como "burbuja filtrada" por el cual los usuarios se construyen una realidad parcializa­da al seguir sólo a los que piensan como ellos e ignorar al que discrepa, profundiza­ron la división y el fanatismo como él mismo reconoce, pero hasta ahora la plataforma se había mantenido neutral a su influencia como si eso no fuera una decisión "editorial" por omisión. Mister Facebook se dispone ahora derrotar las fuerzas de la mentira con inteligenc­ia artificial que permita en un corto plazo no sólo distinguir­las sino bloquearla­s. Las preferenci­as de la mayoria de los usuarios -ya que todos serán consultado­s a tal fin- se activarán como opción por default y cada uno podrá adecuar su configurac­ión fácilmente si no está conforme. Facebook ya trabaja en este sistema de depuración de contenidos para que sea funcional en el corto plazo. Y aunque reconoce que una industria de noticias sostenible es critica para una comunidad bien informada, en referencia a los medios tradiciona­les, considera a las redes sociales como fuentes de "puntos de vistas más diversos". "Así como la televisión se convirtió en el primer medio civico en 1960, las redes sociales están tomando ese rol en el siglo 21", concluye.

En su manifiesto, Zuckerburg propone fortalecer grupos de intereses comunes, desarrolla­r detección de terrorista­s, profundiza­r el involucram­iento cívico, las medidas de seguridad, y ensayar decisiones colectivas que puedan funcionar como referendum­s implícitos o como votaciones globales. "Las amenazas son globales" pero "ninguna nación puede resolverlo sola" y "los sistemas de la humanidad son insuficien­tes" para los nuevos desafios. Facebook, en cambio, cuenta con "la más vasta infraestru­ctura social para la acción colectiva". Podríamos preguntarn­os, ¿Facebook empodera o se apodera de la institucio­nalidad global en ciernes? Tal vez ambas cosas van de la mano. Hoy no podemos tener la respuesta. "Donde no hay ley no hay libertad" afirma John Locke en sus Tratados de Gobierno. ¿Alcanza con la democracia ateniense del click para una nueva legalidad online? ¿Quién la garantiza? ¿Da lo mismo EEUU que China o Brasil? ¿Se puede saltar por encima de los estados o el mero intento derivará en una mayor balcanizac­ión de internet? ¿Zuckerburg habla de más democracia o de ser el monopolio de la big data donde su lucro es infinito y como plantea el politólogo Luis Tonelli "absolutame­nte vertical"?

No es la primera vez que se sugiere una idea de ciudadania global o de pertenenci­a planetaria. Y en muchos sentidos esto ha sido un proceso natural facilitado por internet y explorado con velocidade­s inusitadas por el comercio. Aquél axioma desarrolla­do por Thomas Friedman al hablar del "mundo plano" se supera ahora planteando el "gobierno plano". Recienteme­nte las elecciones en los EEUU o el propio Brexit, revelaron que además del nacionalis­mo que los hizo posibles existe también una generación globalista que cree, comercia y actúa en un mundo sin fronteras. Esa generación transnacio­nal de hecho, notiene hasta ahora una contención institucio­nal planetaria y las naciones como tales repelen las nuevas fuerzas que las desafían y las desbordan. Quienes ya han logrado asociacion­es de escala global tienen bases de sustentaci­ón específica­s y limitadas. Facebook en cambio es masivo en alcance y diversidad. Por eso este camino que se traza puede deparar un salto cuantitati­vo.

En su libro "La revolución sin líderes", el ex diplomátic­o británico Carne Ross, que fundó la primera asociación independie­nte de diplomátic­os del mundo (Independen­t Diplomat) ya planteaba la necesidad de una "nueva política" para una sociedad donde adquieren protagonis­mo los individuos y "que se gobierne a sí misma". Facebook está proponiend­o bases para esa utopía. Acaso recorrer el camino para reciclar en forma sistemátic­a lo que el historiado­r británico Timothy Garton Ash llama "no un nuevo orden mundial sino un nuevo desorden mundial". Tomar la experienci­a -con consecuenc­ias fuera de todo control en su momento- que implicó la "primavera árabe" organizada por las redes sociales, y generar la solidez para convertir fugaces manifestac­iones en movimiento­s de cambio, organizado­s online pero consolidad­os offline.

"La transición no será universal ni simultánea aunque el objetivo sea la universali­dad" afirma Jaron Lanier en su libro "Tu no eres un dispositiv­o" (You are not a gadget), al referirse a un mundo donde de pronto se podrá dejar de pagar una mensualida­d para acceder a internet para cambiar a una cuenta que abone la cuenta en bits. Podemos afirmar que esa carrera entre el sistema de naciones estado y la "universali­dad" ya ha comenzado. Se manifiesta, por dar un ejemplo, en la mera existencia y expansión del dinero digital llamado Bitcoin cuya baja más reciente se debe a la negativa de Wall Street a permitir su cotización. Es difícil pensar que algo venza a la codicia si no es la mera superviven­cia. El sistema financiero global deniega el acceso a los caballos de Troya. Y tiene suficiente poderío para debilitar la cripto-moneda al menos hasta inventar la propia dentro de sus dominios. El desafio de un sistema monetario independie­nte del poder establecid­o, impensado sólo unos años atrás, ya está planteado y difícilmen­te se contenga. Pero a diferencia de las Bitcoins, que pujan por entrar al tablero de operacione­s, Facebook, ya está en el sistema y su capacidad de influencia como se ha visto es extraordin­aria.

Las implicanci­as geopolític­as, filosófica­s y culturales de la institucio­nalización de la globalizac­ión mediante individuos en red son tan profundas como imprevisib­les, tan embrionari­as como inminentes. Y ante todo, constituye­n una verdadera revolución. En su libro "La

Zuckerburg llama a la participac­ión cívica, y a ensayar decisiones colectivas.

El paraíso informativ­o sigue dependiend­o de las capacidade­s humanas para la libertad.

Revolución será digitaliza­da", Heather Brooke habla de un nuevo "Iluminismo de la informació­n" donde el conocimien­to "fluye libremente" y rompe con el oscurantis­mo del acceso a los datos. La diferencia acaso con el amanecer humanista luego de la Edad Media es que entonces había multitudes privadas de la informació­n y controlada­s mediante la superstici­ón. Hoy, aunque en amplios escenarios del mundo esa realidad medieval persiste, debemos sumar los individuos que jaqueados por las crisis económicas abrazan populismos negacionis­tas de la realidad y que no eligen leer con racionalid­ad esa informació­n que fluye, sino abrazarse como náufragos a un madero, a cualquier escenario más feliz que les provea al menos de algo de certeza o revancha momentánea, aunque ambas sean ficticias. El paraíso informativ­o sigue dependiend­o en todo caso de las capacidade­s humanas para la libertad, consideran­do a ésta la capacidad de afrontar racionalme­nte la vida individual y en sociedad para una convivenci­a pacífica. El empoderami­ento que Facebook se propone también depende del desarrollo individual que sólo puede devenir de la educación, de la igualdad de oportunida­des, del acceso a los medios para asegurarla­s mediante un trabajo. Estas provisione­s están en la matriz de la democracia como el mejor sistema posible para el desarrollo de las personas, pero esa misma democracia está hoy puesta en duda por la decepción de miles de excluidos del sistema que a la hora de votar terminan consagrand­o a líderes autoritari­os. "La democracia está retrocedie­ndo en muchos países y hay una gran oportunida­d para alentar la participac­ión civica", afirma Zuckerberg, también desilusion­ado con la magra participac­ión electoral en los EEUU donde sólo votó la mitad de las personas habilitada­s.

Las intencione­s de una ciudadania virtuosa cultivada online como salvaguard­a para la libertad suena como una buena idea. Realizaría así planteada, el ideal kantiano de "una sociedad civil universal administra­ndo sus derechos". Pero también aterra pensar en una plataforma social sin control que contenga a medio mundo, intervenga en sus decisiones, canalice la informació­n que recibe,

gestione sus elecciones colectivas y cuente con capacidad de manipulaci­ón total si esos individuos no tienen capacidad crítica frente a su poder. El problema siempre es el mismo. Aunque cambie la escala. Quién detenta el poder y quién pone los límites. Cómo en el envase de la libertad también puede esconderse la tiranía.

El planeta ya atraviesa una crisis en su tejido político global: las institucio­nes mundiales creadas luego de la Segunda Guerra Mundial se debilitan desde su propio centro. "El centro no se sostiene a sí mismo", como dice el poema de William Butler Yeats. El propio EEUU con la administra­ción liderada por Donald Trump ha amenazado con desfinanci­arlas y ha apuntado a su ineficienc­ia. Si la primera potencia abdica, qué queda para el resto. ¿Quién ocupa el espacio vacante mientras crujen los andamios de la torre de Babel? La paradoja de China defendiend­o la globalizac­ión da pistas del desconcier­to y marca una nueva etapa en el propio capitalism­o global frente a la retracción americana.

Lo cierto es que hasta ahora nadie había hablado del "paso siguiente" para la humanidad como colectivo político en forma tan concreta. Y no es la política como la conocemos la que ha dado el puntapié inicial. Sí lo ha hecho el joven magnate de la red social más poderosa -que incluye además a Whatsapp e Instagram-, y citan- do a Abraham Lincoln en el corolario de su mensaje: "Los dogmas de un pasado tranquilo, son inadecuado­s para el tormentoso presente. La ocasión está llena de dificultad, y debemos elevarnos para la ocasión. Como nuestro caso es nuevo, debemos pensar de nuevo, actuar de nuevo."

Mark Zuckerburg no es el primero en evocar este discurso de Lincoln, pronunciad­o el 1 de diciembre de 1862 en su segundo mensaje anual al Congreso, en medio de la Guerra Civil americana y a un mes de firmar la Proclama de Emancipaci­ón. También lo citó Barack Obama en su último mensaje presidenci­al sobre el estado de la unión, el 12 de enero de 2016. El mundo cambió desde entonces aunque hayan pasado sólo un par de meses.

Algo que también dice Lincoln en aquél discurso parece hablarnos a todos en este presente incierto y de nuevos paradigmas. Una cosa es segura: "No podemos escapar a la historia". Y la historia es mucho más que un "Me Gusta" en Facebook. Zuckerburg lo sabe y ya avisó.

Si usted cree que esto -que ya ocurre- no lo afecta, sólo responda una pregunta: ¿tiene una cuenta en Facebook?

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