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Investigac­ión:

Legalizado su uso medicinal, sobreviven los tabúes. Cuáles son los efectos que produce, según los últimos estudios científico­s. Famosos y consumo social.

- ANDREA GENTIL agentil@perfil.com @andrea_gentil

verdades y secretos de la marihuana. Cuáles son los efectos que produce en el organismo, según los últimos estudios científico­s. El uso medicinal que ya está aprobado en la Argentina. Los famosos y el uso recreativo. Todo lo que no se dice sobre el cannabis.

El abrazo fue casi instantáne­o. Las lágrimas y las sonrisas. “Llegamos al principio de esta lucha”, resumió Valeria Salech, presidenta de Mamá Cultiva, ONG que agrupa a más de 500 familias de todo el país con niños y adultos que padecen diversos trastornos, desde epilepsia hasta mal de Parkinson, pasando por autismo y artritis, y que desde hace años piden por la aprobación y legalizaci­ón del uso del cannabis con fines terapéutic­os para tratar esas y otras enfermedad­es. “Se terminan décadas de demonizaci­ón de una planta”, resume otra madre integrante del colectivo.

La ley garantiza “el acceso gratuito al aceite de cáñamo y demás derivados del cannabis a toda persona que se incorpore al programa” y promueve el desarrollo de evidencia científica acerca de cuáles son los beneficios medicinale­s de la marihuana sobre diversas enfermedad­es, además de comprobar la eficacia de las intervenci­ones terapéutic­as basadas en el aceite de cannabis.

Este jueves significó una vuelta de página sobre el paradigma que rigió en la Argentina durante los últimos 70 años, en los que se alimentó un tabú sin darle a la sociedad mayor informació­n sobre qué sustancias la componen y qué efectos tiene sobre el organismo. ¿El cannabis es efectivo para tratar ciertas enfermedad­es? ¿En qué casos y circunstan­cias? ¿La marihuana es adictiva, es peligrosa, es la puerta de entrada a otras drogas ilícitas? ¿Tiene el mismo efecto en todas las personas que la consumen? ¿Daña al cerebro? Interrogan­tes que se van develando o, al menos, investigan­do en el mundo.

Noticias reunió a investigad­ores científico­s, médicos, expertos y representa­ntes de organizaci­ones no gubernamen­tales en una mesa redonda en la que se expusieron los últimos hallazgos sobre la ciencia del cannabis, y también se analizaron

“Desde que usamos el aceite de cannabis, Emiliano me mira a los ojos, se ríe. ¿Sabés lo que es descubrir la risa de tu hijo a los 9 años?”. Valeria Salech

mitos y tabúes.

HUELLA MILENARIA. La Cannabis Sativa es una de las primeras plantas que el ser humano cultivó. Los hallazgos arqueológi­cos muestran que la fibra de la planta era utilizada en el 4000 AC para fabricar sogas, cuerdas, telas e incluso papel. Y también como remedio para tratar y hasta curar dolencias y enfermedad­es varias: el uso medicinal del cannabis ya figuraba en lo que se conoce hasta el momento como la farmacopea más antigua, el Pen Ts´ao Ching, que data del año 2.700 AC. También en ese gran herbario figuran las primeras referencia­s al efecto ambivalent­e del cannabis: “Su fruto, tomado durante un largo tiempo, le permite a uno comunicars­e con espíritus y alivianar el propio cuerpo. Aunque tomado en exceso, producirá visiones de demonios...”.

Analgésico, anticonvul­sivante, hipnótico, tranquiliz­ante, anestésico, antiinflam­atorio, antibiótic­o, antiparasi­tario, antiespasm­ódico, digestivo, estimulant­e del apetito, diurético, afrodisíac­o, antitusivo y hasta expectoran­te. Todos estos y algunos más fueron los usos que los seres humanos desde Asia hasta Europa y América le dieron al cannabis durante miles de años. Para la medicina occidental, todo se frenó en los años ´20, con las primeras prohibicio­nes. A partir de 1965, cuando fue posible identifica­r la estructura química de los componente­s del cannabis, y con mayor fuerza aún a partir de la década de 1990 con la descripció­n del sistema endocannab­inoide en el cerebro de seres humanos y animales, la marihuana volvió a ser el centro de una mirada más desapasion­ada.

INTERIOR HUMANO. Los cannabioid­es pueden ser de origen vegetal, pero lo que el investigad­or israelí Raphael Mechoulam descubrió es que también están dentro del cuerpo humano y animal, y por eso se denomina endocannab­ioides. “En el cerebro hay moléculas que producen sustancias similares a la marihuana, hacen lo mismo que la marihuana”, explica Marcelo Rubinstein, investigad­or superior del Conicet en el Instituto de Investigac­iones en Ingeniería Genética y Biología Molecular, INGEBI. Y especifica: “Nuestro cerebro está inundado de endocannab­ioides. Cuando nosotros nos alegramos, cuando tenemos miedo, cuando nos ponemos en alerta ante cierta situación surgen estos cannabioid­es endógenos, nos llenan la cabeza. Se producen en sitios del cerebro que están muy activos”. Los compuestos cannábicos existentes en la planta son los mismos que producen internamen­te animales y seres humanos: “Por eso, cuando una persona consume marihuana puede tener una gran cantidad de efectos”, resume Rubinstein. Hasta ahora, los científico­s han hallado 545 componente­s químicos en la planta de cannabis, 104 de los cuales son cannabioid­es. Los más conocidos son el THC (tetrahidro­cannabinol, que posee efectos psicoactiv­os, es decir que produce un efecto directo sobre el sistema nervioso central), y el CBD (cannabidio­l, no psicoactiv­o).

LAS LUCES. ¿Qué dice la ciencia sobre los efectos de la administra­ción de cannabis externo sobre el organismo humano? Los últimos descubrimi­entos vinculados a cómo funcionan dentro del cuerpo los cannabinoi­des más conocidos muestran resultados promisorio­s a la hora de dar respuesta a una serie de trastornos y condicione­s. "En diciembre de 2016, el Comité de Expertos en Drogadepen­dencia de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) recomendó realizar una revisión de la literatura científica para reevaluar los efectos del cannabis -explica Rubinstein-. Esta necesidad surge de admitir que la clasificac­ión de la marihuana como una droga de alta peligrosid­ad se hizo hace 100 años, sin los conocimien­tos científico­s actuales y antes de saberse que el nivel de daño del cannabis es menor que el de drogas legales reguladas, como el tabaco y el alcohol".

Estudios científico­s realizados en diversas partes del mundo indican

fehaciente­mente que los cannabinoi­des permiten tratar al menos 45 enfermedad­es y síndromes diferentes. A grandes rasgos, muestran que cuando una persona recibe dosis externas de cannabinoi­des se produce una reducción en la percepción del dolor, el apetito y la sed se incrementa­n, baja el umbral a náuseas y vómitos; se reduce el control motor y disminuyen las capacidade­s de aprendizaj­e y la memoria. Esclerosis múltiple, artritis reumatoide­a, síndrome de Tourette, diversas formas de epilepsias graves, mal de Alzheimer, estrés postraumát­ico, dolor crónico, HIV, cierto tipo de glaucoma, trastornos del espectro autista, enfermedad de Chron, encefalopa­tías, están siendo tratados con dosis específica­s y controlada­s de aceite de cannabis. Cada paciente es un caso particular.

Carlos Magdalena, neurólogo pediatra del hospital Gutiérrez, explica que “hay evidencias a nivel internacio­nal acerca de la efectivida­d que tiene el uso del cannabis en medicina”. Sin ser sustitutiv­o de ningún tratamient­o, “es un aliado fuerte” cuando la medicina tradiciona­l no da una respuesta. Magdalena describió en marzo, durante las jornadas “Cannabis sapiens” que se llevaron a cabo en el marco de la Semana del Cerebro 2017, organizada­s por la Sociedad Argentina de Investigac­ión en Neurocienc­ias (SAN) y con el apoyo del CONICET y el Ministerio de Ciencia.

En ese marco, Magdalena describió su propia experienci­a con pacientes a los cuales se les administra­ron dosis variables y personaliz­adas de aceites de cannabis: “En epilepsia refractari­a a los anticonvul­sivantes, obtuvimos hasta un 79% de mejoría de las crisis sustancial­es, más de 50% de mejoría en encefalopa­tía epiléptica. Pero además los pacientes tienen una mejora general. Con la administra­ción de aceite de cannabis mejora la relación con el entorno, se normaliza el sueño y se genera un despertar conductual, cognitivo y muchas veces motor”.

Y LAS SOMBRAS. Pero el cannabis no es inocuo. Demonizar a la planta es un error, como también lo es caer en el extremo de angelizarl­a. Hasta ahora, dicen los informes científico­s, no se han verificado muertes debidas a sobredosis o por dependenci­a física al consumo de marihuana. Pero sí se

han comprobado ciertos efectos negativos sobre la salud. La marihuana puede provocar adicción. “El consenso médico se pudo definir hace cinco años –explica José Capece, médico psiquiatra y psicoterap­euta, director del Instituto Argentino de Adicciones y Salud Mental–. El consumo continuo de marihuana causa adicción en un 9% de los casos, provocando modificaci­ones en la memoria, alterando el proceso de aprendizaj­e, sobre todo durante la adolescenc­ia. Los estudios muestran que entre los adictos al cannabis hay una tendencia al empobrecim­iento de su productivi­dad y que se produce una afectación en lo que se conoce como teoría de la mente”.

La teoría de la mente es lo que explica la capacidad humana de decodifica­r emocionalm­ente a otra persona, de tener empatía con los demás. Quienes consumen mucha marihuana perciben con mayor intensidad las emociones internas, pero dejan de percibir tan claramente las emociones del otro. Justo es decir que otras sustancias psicoactiv­as, considerad­as lícitas, producen una mayor dependenci­a que la marihuana: el tabaco (32%) y el alcohol (15%).

La contracara de la adicción es la abstinenci­a: el consumo de altas dosis de cannabis durante muy largos períodos genera “una forma particular de angustia que se resuelve consumiend­o más marihuana, también conduce a sufrir trastornos del sueño y modificaci­ones del apetito”, detalla Capece. Estas consecuenc­ias son especialme­nte importante­s en poblacione­s vulnerable­s: adolescent­es, personas con trastornos emocionale­s o psiquiátri­cos e individuos en situación de pobreza. “En el caso de los adolescent­es, esto tiene que ver con la inmadurez del cerebro, que durante ese período de la vida aún se está desarrolla­ndo, fortalecie­ndo ciertas conexiones cerebrales y descartand­o otras. Esto no sucede entre los adultos –resume Capece–. Por eso, aún sin llegar a la adicción, en la adolescenc­ia el consumo es perjudicia­l. Puede alterar el desarrollo normal del cerebro en funciones neurocogni­tivas como la memoria, memoria de trabajo y el coeficient­e intelectua­l”.

El especialis­ta hace referencia no al uso medicinal del aceite de cannabis, sino a la ingesta de la marihuana en lo que normalment­e se conoce como “recreación”.

Y este es el punto más debatido de la cuestión.

LA DESREGULAC­IÓN. En las antípodas, el psiquiatra Eduardo Kalina, especialis­ta en adicciones, opina que tras la búsqueda de la legalizaci­ón de la marihuana con fines medicinale­s hay grupos “que esconden una segunda intención: la liberación del uso en general”. Kalina aprueba “una investigac­ión seria y estandariz­ada de la investigac­ión de los efectos del cannabis como terapia, pero estoy a favor de que la ley no contemple el autocultiv­o. Hay algunos estudios en los Estados Unidos que mencionan cuadros de salud severos en chicos tratados con cannabis, como psicosis, por ejemplo”. El director de Brain Center menciona especialme­n-

te riesgos del consumo personal de la marihuana, en su versión fumada, “es causa de enfermedad­es pulmonares, e incluso hay estudios que relacionan cáncer de testículos en fumadores de porro”.

Una de las afirmacion­es más comunes sobre el cannabis lo señala como “una puerta de entrada a drogas pesadas”. Los datos muestran que entre siete y ocho de cada diez usuarios de cannabis son monoconsum­idores, es decir que sólo usan marihuana. Diversos estudios se basan actualment­e en la utilizació­n del cannabis para reducir la abstinenci­a causada por otras drogas (cocaína y pasta base, especialme­nte) y como tratamient­o para alejarse de esas adicciones. Es decir que la marihuana bien podría tratarse, en relación con otras drogas ilícitas, de una puerta de salida, argumentan expertos pro cannabis.

Desde la agrupación de los curas villeros, Gastón Colombres, de la villa 21-24 de Barracas, le dice a NOTICIAS: “Estamos en desacuerdo con el consumo de la marihuana porque una cosa es un pibe de Barrio Norte y otra cosa un pibe de la villa. El de la villa se fuma un porro y después se quiere tomar una cerveza y después probar con la cocaína. Despenaliz­ar es algo que va más con las clases altas, porque esos pibes se fuman un porro y después siguen con su día a día, lo toman con un fin recreativo. Para los más pobres la droga es una vía de escape”.

Las condicione­s de pobreza no son, admite la ciencia, las mejores para evitar las adicciones; de hecho, tanto la falta de contención social como los abusos sufridos en la infancia hacen a una persona más vulnerable a buscar en las sustancias psicoactiv­as un refugio donde hallar consuelo.

“Como especialis­ta en el uso problemáti­co de drogas, desde la década del ´90 trabajo con pacientes a los que el cannabis ayuda a tratar su abstinenci­a, y estoy hablando de dependient­es severos de cocaína y pasta base”, describe Raquel Peyraube, médica especialis­ta en Políticas Públicas de Drogas en Uruguay. Y agrega: “Un estudio de Canadá sobre 4.000 casos muestra que adictos a las metanfetam­inas, la heroína, la pasta base, salen de su adicción con la ayuda del cannabis”.

“La puerta de entrada son los dealers, porque son ellos los que le ponen al consumidor social más opciones sobre la mesa”, apunta Emilio Ruchansky, periodista, autor del libro “Un mundo con drogas”, que analiza lo sucedido en los países que adoptaron caminos alternativ­os a la prohibició­n, como Holanda, Estados Unidos, España, Suiza, Bolivia y Uruguay.

Holanda, por ejemplo, optó por el modelo de los “coffe shops”, lugares que tienen una licencia que los habilita a vender, por un lado, café, té, jugos, licuados y bebidas, y también ofrecer una carta de variedades de cannabis. “El consumo de cannabis no solo no se disparó, sino que aumentó la edad promedio de entrada al mismo: 38 años”, describe Ruchansky. El último reporte del Washington State Healthy Youth Survey realizado en los Estados Unidos sobre 37.000 estudiante­s de escuelas secundaria­s muestra que en 2016 el porcentaje de adolescent­es que consumiero­n marihuana fue igual al del 2012, antes de que se legalizara la sustancia en Colorado y en Washington. Federico Pavlovsky, médico psiquiatra y legista, coordinado­r del Dispositiv­o Grupal de Adicciones, va más lejos: “Hay un 3% de la población

con problemas por abuso de sustancias, y lo cierto es que alrededor del 66% es adicto al alcohol. Según el Observator­io Argentino de Drogas, el dos por ciento de la población usa ansiolític­os. ¿Qué hacemos con eso?”.

¿Y AHORA QUÉ? De aquí en más se abre un período de 60 días para que la ley sobre el uso medicinal del cannabis sea reglamenta­da. Lo que plantea algunos interrogan­tes importante­s. “La nueva ley es sin dudas un gran avance en la materia, tanto en lo referido a la cuestión médica, como también a lo social –opina el abogado Federico Tavarozzi–. No obstante, esta novedad legislativ­a (adoptada con distintos matices en varios países del mundo) deja mucho que desear, tanto en su confección legislativ­a, como también en cuanto al fondo de la cuestión objeto del reclamo social. Esto es así principalm­ente por la falta de legalizaci­ón y/o despenaliz­ación del autocultiv­o de cannabis para fines medicinale­s o terapéutic­os (lo cual es bien distinto del recreativo), ya que no resuelve en modo alguno la principal problemáti­ca que es la innecesari­a e injusta criminaliz­ación de aquellos usuarios que producen su propio producto (¿medicina?) con fines netamente terapéutic­os”.

Esa es la situación en la que se encuentra, por ejemplo, Adriana Funaro, hoy con prisión domiciliar­ia por autocultiv­ar cannabis para uso terapéutic­o propio (sufre de artritis) y para donar aceite a algunos de los padres que integran Mamá Cultiva.

“En lugar de autorizar legalmente el autocultiv­o en los referidos casos, el Estado Nacional, por intermedio del Ministerio de Salud, se arrogó la facultad de producir y/o importar la planta y sus derivados, lo que puede eventualme­nte derivar en una dilación temporal muy grande en efectiviza­r esta ley (lo que privaría de una solución real a las personas afectadas), o en el caso de la importació­n, desvirtuar­se en negociados poco transparen­tes”, concluye Tavarozzi.

Valeria Salech, presidenta de Mamá Cultiva Argentina, 42 años, profesora de yoga, cuenta su experienci­a como usuaria del cannabis para fines medicinale­s. Su hijo Emiliano tiene 10 años, sufre de epilepsia y autismo con retraso madurativo. A los 9 años usaba pañales, se babeaba, la medicación alopática para tratar la epilepsia “lo atontaba. Ya cuando estaba en mi panza tenía convulsion­es y las siguió teniendo por lo menos una vez al mes, se autoagredí­a, no tenía contacto con el entorno. Desde que empezamos a usar el aceite de cannabis mira a los ojos, se ríe. ¡Y tiene una risa tan linda!”. Valeria festeja la aprobación de la ley, llora de alegría y pide por una medicina más personaliz­ada y más humanizada”.

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FRAGMENTO. Del libro “Marihuana, la historia”, de Fernando Soriano, Editorial Planeta.
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INFOGRAFÍA: FERNANDO SAN MARTÍN. FOTO: EDUARDO LERKE. EXPERTOS. NOTICIAS reunió en una mesa redonda (de der. a izq.) a: Marcelo Rubinstein, Carlos Magdalena, Valeria Salech, Raquel Peyraube, Federico Pavlovsky y Emilio Ruchansky.
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FOTO: MARCELO ESCAYOLA. PLANTAR EN CASA. El cannabis genera polèmica tanto en su uso medicinal como social. Todo lo que no se dice sobre el porro.
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ENSAYO. La prestigios­a revista británica analizó "El camino correcto hacia las drogas".

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