Lollapalooza, festival de marca:
El Woodstock de los '90 es hoy producto de una agencia publicitaria que lo moldeó para trascender a las bandas.
el Woodstock de los 90 se convirtió en el producto de una agencia de publicidad y una agencia de eventos que lo moldearon para trascender al rock.
Una
experiencia al aire libre que excede lo meramente musical y ofrece un sinfín de actividades para pasar todo el día en familia escuchando a las mejores bandas y disfrutando de talleres, actividades grupales y platos gourmet en un espacio cómodo y seguro. Así se presenta Lollapalooza, el festival internacional que llevará adelante su cuarta edición argentina el 31 de marzo y el primero de abril en el Hipódromo de San Isidro y que espera reunir cerca de 200.000 personas con Metallica y The Strokes en su grilla. Luego de lo ocurrido en Olavarría, es difícil resistirse a trazar comparaciones con el show del Indio Solari, que parece organizado bajo premisas totalmente opuestas. En este caso, se trata de una mirada novedosa para la cultura del rock y del reviente, mucho más adulta y organizada, fiel a las necesidades digitales que todos vivimos y con altas dosis de marketing, que redundan en ganancias millonarias para sus organizadores. Disfrutada por muchos y denostada por otros tantos, llegó la era de los festivales en lo que más importa ya no son los artistas que están arriba del escenario.
CURLY, LARRY Y MOE. Todo comenzó en 1990, cuando Perry Farrell ideó una gran concierto para su banda grunge, Jane’s Addiction, y otros amigos. El nombre del encuentro surgió de un modo insólito, viendo un viejo episodio de “Los Tres Chiflados”, en donde los cómicos mencionaron el término para hacer referencia a algo inusual e inesperado. El show se volvió una gira y esa gira se hizo itinerante y muy popular. Durante siete años, el Lollapalooza recorrió Estados Unidos y Canadá con un puñado de bandas que se corrían del mainstream del rock y el pop. Al grunge de Jane’s Addiction se sumó el rap y el punk, sumando a conjuntos como Red Hot Chili Peppers, Metallica, Pearl Jam, Soundgarden, Tool, Rage Against the Machine e incluso Ramones. Luego, Farrell se aburrió del proyecto y le vendió la marca y parte de la operativa a la agencia William Morris, que no supo manejar eventos de esta envergadura y lo cerró en 1998.
Cuando Farrel regresó con su banda en 2003, reactivó el festival y le impuso como lugar fijo el Grant Park de Chicago. En 2010 –de la mano de C3, la empresa estadounidense que es también dueña de la marca– probó suerte con una edición internacional especial en Chile. El suceso fue tal, que se comenzó a exportar como formato, visitando diferentes capitales de todo el mundo y tocando territorio argentino por primera vez en 2014. Ese debut, de la mano de Nine Inch Nails, Red Hot Chili Peppers y Arcade
Fire, mostró que el público
local aceptaba ese tipo de propuestas y volvieron cada año. En 2017 habrá seis ediciones del Lollapalooza: San Pablo, Santiago de Chile, París, Chicago, Berlín y Buenos Aires
MULTIDISCIPLINARIO. “Después de una década de festivales como el Pepsi Rock, el Personal o el BUE, acá en Argentina nos habíamos acostumbrado a tener encuentros que consistían en un buen número en el cierre y bandas de relleno durante el día. Lollapalooza cambió eso porque ofrece artistas internacionales desde temprano, lo que hace que concurra público todo el tiempo, permitiendo una experiencia de verdadero festival. Uno ya sabe que al “Lolla” vienen músicos que están en su pico de popularidad, como Jack Ü o Twenty One Pilots el año pasado, o ahora The Weeknd o Mø, que la están rompiendo”, le explica a NOTICIAS Emilio Zavaley, de la revista Rolling Stone.
Pero Lollapalooza no se trata sólo de música, sino que lo que se ofrece es una experiencia de dos días al aire libre en la que, junto con medio centenar de artistas tocando habrá espacios gastronómicos, un área con talleres y actividades para niños y un programa de reciclaje y conciencia ecológica llamado “Espíritu verde”, está coordinado en la Argentina nada menos que por la Organización de Naciones Unidas. Entonces –y como queda bien claro desde la comunicación, la promoción del espectáculo y la publicidad en redes sociales–, no se trata de un festival más, sino de un encuentro único en su tipo.
Para Marianela Insua Escalante, codirectora del sitio web Soy Rock, se trata de un bienvenido aggiornamento y modernización: “No son sólo los jóvenes quienes hoy escuchan rock. En cualquier concierto hoy ves a madres, padres, abuelos… por eso resulta importante que ya no sean espacios hacinados, oscuros, llenos de barros, con venta de alcohol y pocos baños. Cuando uno va al Lollapalooza, por ejemplo, hay espacios para niños que te dan la tranquilidad de que toda la familia la puede pasar bien”. En la edición 2017, el sector gas
tronómico del festival de rock tiene poco para envidiarles a ferias como Masticar o Buenos Aires Market, con una oferta que incluye locales de Mauro Colagreco, Donato de Santis, Los Petersen o la cevichería La Mar. Habrá un sector dedicado a los choripanes –con un nombre que haría regresar de la tumba a Horacio Guarany, “Street Food Argentina”– y otro a las hamburguesas, tanto de carne como vegetarianas. También tendrán espacio los panchos, la nueva estrella de la onda gourmet, y puestos con comida de Berlín, Tokio, San Francisco, París y Londres, etc. Los veganos, celíacos y naturistas también tendrán menúes especiales. HÉROES DEL MARKETING. Una mejor y más amplia oferta significa, por supuesto, entradas con precios más elevados. Hoy un ticket para los dos días se consigue por 2.750 o 1.750 pesos por una sola jornada, aunque había precios más económicos si se compraban con anticipación. De hecho, el Lollapalooza impuso en el país una modalidad muy popular en los Estados Unidos llamada “early bird”, por la que uno puede comprar por tiempo limitado sus entradas al
show muchos meses antes y sin conocer a ninguno de los artistas que va a tocar. En este caso, el 3 de agosto se pusieron a la venta 50.000 tickets por 990 pesos, que se agotaron en menos de dos horas. “Se trata de la muestra más cabal de que existe una estrategia de marketing muy bien desarrollada que genera que el público sienta que uno tiene que estar ahí, más allá de quién toque. Los ‘early bird’ funcionaron bárbaro porque demostraron que podés cortar tickets sólo con la marca Lolla, algo totalmente impensado fuera de este fenómeno. En la Argentina lo intentó hacer el Personal Fest y no lo logró. Me imagino que depende de cómo se vende este tipo de eventos. En uno hay una marca rockera y en el otro una de telefonía, quizá sea eso. Además ‘el Lolla’ siempre tiene buenas bandas y siempre estuvo bien organizado”, sostiene Roque Casciero, periodista del rock.
La edición pasada convocó a 170.000 personas y se espera que ahora esta cifra se supere y ronde las 200.000, ya que se sumó una banda como Metallica, que tiene su propio público y que sin problemas podría convocar a 30 o 40 mil fans por sí sola. Es una incógnita cómo será la mezcla de ese público con el hábitat del festival, pero nadie espera sobresaltos. Como siempre, el lugar elegido para llevar adelante las dos jornadas es el Hipódromo de San Isidro, lejos del circuito tradicional de festivales pero adoptado sin problemas por el público local, al que parece no preocuparle el viaje o las previsibles demoras a la hora de dejar el predio y regresar a la ciudad de Buenos Aires. De todos modos, la organización dispone de un servicio de traslado oficial pago que se pue- de reservar con la app oficial para teléfonos celulares y que dispone de numerosas paradas y turnos disponibles tanto de ida como de vuelta. Estarán quienes crean que este tipo de iniciativas poco tienen que ver con su idea de festival de rock pero también estarán los que, una vez, no puedan evitar hacer comparaciones con el trágico último show de Solari y los problemas de logística que tuvieron muchos de sus asistentes.
DEL POGO AL RELAX. El buen clima del público y el espacio amplio para evitar incomodidad fueron en los últimos tres años factores fundamentales para que no se produjeran incidentes y todo transcurriera en paz. Esa misma tranquilidad es la que viven los músicos tanto arriba como abajo del escenario, ya que una de las premisas sobre las que Farrell insistió desde sus comienzos es ofrecerles a los artistas un clima de profesionalismo y reglas claras, luego de haber vivido él mismo en carne propia los abusos y la avaricia de ciertos organizadores. Esto propicia que los shows sean más relajados, en ocasiones con listas de canciones que no son las de sus grandes éxitos y un contacto más fluido con el público. En muchos casos, además, algunos de los nombres realizan “side shows”, es decir, conciertos propios antes de las fechas del festival para ir “calentando” el ambiente. En este caso, serán entre el 28 y 30 de marzo en los teatros Flores y Vorterix y en los locales Niceto y Roxy Live.
Mientras los más ortodoxos se preguntarán si puede ser rockero un festival “green” con hamburguesas de soja y choripanes veganos o, yendo a un ámbito más profundo, si puede ser rockero un festival cuyo nombre es más convocante que el de cualquiera de sus artistas, la verdadera pregunta es si aún existe esa entidad llamada “rock” y si tiene una caracterización única.
La organización del Lollapalooza parece haber logrado abrir el mundo de los conciertos a miles de personas que se habían alejado de ellos por muchos motivos, tanto personales como de seguridad o comodidad. Hoy es un espacio en donde escuchar las bandas del momento, disfrutar con amigos o la familia y compartirlo en redes sociales. Y esto resulta ser un gran negocio. En la edición pasada se vieron stands con activaciones de marcas como Santander, Unicenter, Lucky Strike o Chevrolet, que difícilmente hubiesen acompañado de este modo a una banda de rock. Tal vez sea hora de cambiar el viejo adagio y reconocer que “es sólo rock and roll y marketing, pero me gusta”.
“El Lolla cuenta con una amplia propuesta gastronómica y el ya clásico Kidzapalooza, destinado a los más chicos.”