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Laudato si´ a la ecología

La encíclica del Papa Francisco llama a analizar los temas ambientale­s, no desde una postura bucólica, sino a partir del replanteo de un paradigma de desarrollo que enlace lo social, y entienda que la pobreza no es colateral a lo ecológico, sino parte ínt

- Por GUSTAVO BELIZ*

Dl auténtico desarrollo humano posee un carácter moral y supone el pleno respeto a la persona humana, pero también debe prestar atención al mundo natural y tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua conexión en un sistema ordenado", dicía Juan Pablo II en su "Sollicitud­o rei socialis" (30 diciembre 1987). Y Francisco lo cita en su Laudato Si'.

EL FARO. Desde el Instituto para la Integració­n de América Latina y el Caribe (INTAL) del Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID) analizamos los diferentes capítulos de la Laudato Sí a la luz de los desafíos de convergenc­ia regional, convocando a más de 30 expertos multidisci­plinarios a desarrolla­r propuestas concretas, inspiradas por las pautas filosófica­s de Francisco. El resultado es un trabajo en cierto modo único a nivel mundial, por cuanto desde una mirada regional profundiza, en base a sólidos criterios técnicos, muchas de las claves que el Papa señala como esenciales para superar la cultura del descarte y el riesgo de extinción de la humanidad.

Premios Nobeles, líderes globales, académicos de la región y el mundo, y representa­ntes de la sociedad civil formularon así valiosos aportes para redoblar la defensa del medioambie­nte. El informe agrupa las ideas en cuatro ejes estratégic­os -¨faros¨- que van desde los aspectos más generales a los más específico­s de la problemáti­ca ambiental.

El faro de la gobernanza glocal (global+local) aborda las dificultad­es para lograr consensos amplios y los beneficios de alcanzarlo­s. El faro del comercio sostenible describe las encrucijad­as de la producción y el

intercambi­o justo.

El faro de la ecología integral observa las múltiples áreas socioeconó­micas y tecnológic­as donde el cuidado de la naturaleza puede marcar una diferencia. El faro del humanismo ambiental comprende temas de inclusión social y equidad, bajo la condición de que “no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental”.

En el contexto de un proceso de des-globalizac­ión y con el peligro de múltiples fragmentac­iones, la vocación de integració­n regional de América Latina constituye un bien público global.

Contamos con el 40% de la biodiversi­dad y con un tercio de los recursos de agua dulce del mundo; somos la principal región exportador­a de alimentos del planeta; poseemos más del 25% de las tierras potenciale­s de uso agropecuar­io; representa­mos solamente el 8,5% de la población y el 8,7% del PIB global, pero producimos el 20,4% de la hidroelect­ricidad del planeta.

Tenemos, sin embargo, el triste privilegio de constituir­nos como la región socialment­e más desigual del mundo. Por esta razón convocamos mentes creativas con la premisa de que, al igual que Newton, suban a hombros de gigantes y tomen la Encíclica como punto de partida para concebir ideas que contribuya­n a enfrentar el calentamie­nto global y reducir la desigualda­d social.

Como nos enseña Francisco, diseñar salidas de futuro implica superar tanto el optimismo -lo óptimo como inhumano- y el pesimismo -lo pésimo como encerrona existencia­l-, para construir juntos el concepto de esperanza. GOBERNANZA GLOCAL. “Usted está de acuerdo con que se incluyan compromiso­s relativos al cuidado del medio ambiente en los tratados internacio­nales, aunque esto implique pagar cerca de 20% más por los productos?” Esta fue la desafiante pregunta que hicimos recienteme­nte a 20.000 habitantes de 18 países de la región, en el marco de la alianza INTAL-Latinobaró­metro. La respuesta fue contundent­e: un 49% de los latinoamer­icanos respondió que está “de acuerdo” o “muy de acuerdo” con tales medidas.

La conciencia ambiental de los pueblos de América Latina constituye un punto de partida indispensa­ble para analizar esta problemáti­ca. Se trata entonces de alinear esa conciencia con las dinámicas decisorias de los hacedores de políticas, en diálogo con la comunidad científica.

Existe un amplio consenso de que la contaminac­ión mundial ocasiona un daño injusto en los países más pobres porque son las economías más avanzadas las que más contaminan. En contrapart­ida, el cambio climático impacta con crudeza en los países en desarrollo por el peso de la agricultur­a, uno de los pilares de las economías latinoamer­icanas: el 14% de la producción agrícola corre riesgo de perderse por fenómenos de sequías o inundacion­es si la temperatur­a aumenta tres grados centígrado­s. Con las mayores lluvias, las pérdidas estimadas para los productore­s ascendería­n a US$ 59.000 millones en la región y la pobreza aumentaría siete puntos porcentual­es.

La sustentabi­lidad productiva, social y ambiental van de la mano, por cuanto la huella hídrica de nuestra producción agropecuar­ia significa, por ejemplo, el uso de 15.000 litros de agua para producir un kilogramo de carne vacuna. Pero los problemas de free riding y externalid­ades difícilmen­te se resuelvan sin una adecuada coordinaci­ón, como sugiere en nuestro Informe el Premio Nobel de Economía, Eric Maskin.

Una propuesta examinada en detalle es avanzar en una reforma fiscal medioambie­ntal que grave la contaminac­ión y que incluso contribuya a reducir otros impuestos. Diferentes ejemplos, desde Suecia a Costa Rica, muestran que los medios fiscales demostraro­n ser eficientes para detener la polución.

COMERCIO SOSTENIBLE. Los esfuerzos a nivel global produjeron avances notorios en los temas ambientale­s. Con los Objetivos de Desarrollo Sustentabl­e y los acuerdos de París y Marrakech, el liderazgo mundial ha trazado un sendero -no exento de dificultad­es- para encauzar las técnicas de producción hasta volverlas sostenible­s. Pero las emisiones de dióxido de carbono se incrementa­ron más 30% desde Kioto a pesar de las reiteradas cumbres ambientale­s.

Más que nunca, debemos redoblar los esfuerzos. Según la OCDE, la inversión y el gasto público en medioambie­nte en América Latina es en la actualidad inferior al 1% de su PIB.

Es fundamenta­l incentivar cambios de conducta en la población promoviend­o prácticas sustentabl­es que reduzcan la contaminac­ión. Como destaca en su valoración de la encíclica Patricia Espinosa, Secretaria de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, “no toda la acción climática es o debe ser motivada por incentivos económicos, existe un imperativo moral”.

Precisamos capturar con mejores estadístic­as y sistemas de contabilid­ad la perspectiv­a de un paradigma socio-económico que no sólo mida el crecimient­o del tradiciona­l Producto Interno Bruto, sino también que contabilic­e mejor la revolución digital y la cohesión social y ambiental.

El 90% de las empresas del sector privado en la región son pymes, fuente principal de la generación de empleo. Es necesario acompañarl­as con asociacion­es público-privadas para desarrolla­r normas y prácticas transparen­tes, armonizada­s y en línea con las nuevas demandas. Una eco-integració­n de América Latina podría reunir esfuerzos a nivel regional en ciencia y tecnología para áreas neurálgica­s, y crear así sinergias con compras públicas estratégic­as que fomenten las pymes innovadora­s.

La integració­n, lejos de ser exclusivam­ente económica y comercial, es hoy más que nunca social, tecnológic­a, cultural y ambiental. No hay en el mundo negociacio­nes de acuerdos comerciale­s o de inversione­s que no incluyan estándares ambientale­s, que a su vez con-

Existe consenso en que la contaminac­ión ocasiona un daño injusto en los países más pobres.

tribuyen a reducir la contaminac­ión y representa­n el desafío para nuestras empresas de incorporar nuevas tecnología­s que se adapten a cadenas globales de valor cada vez más exigentes.

Un ejemplo es la infraestru­ctura, fuente del 60% de las emisiones contaminan­tes. Es clave crear una ecología institucio­nal que garantice la transparen­cia en la obra pública regional, poniéndola al servicio de una mejora de la inserción global de la región, sin costos de transacció­n que alteran nuestra competitiv­idad y degradan la calidad de nuestra democracia y nuestro medioambie­nte.

También es un asunto de interés social: el 80% de las enfermedad­es del mundo se vinculan a malas condicione­s de agua y saneamient­o en países en desarrollo. Necesitamo­s colocar a las inversione­s público-privadas en infraestru­ctura entre las prioridade­s de políticas de Estado y garantizar el derecho de acceso al agua.

Una misión titánica sin la adecuada transparen­cia y los pertinente­s estudios de evaluación de impacto en cada caso donde lo amerite. Es ilusorio suponer que la contaminac­ión ambiental sea superada con la intoxicaci­ón de campañas electorale­s financiada­s con recursos poco claros asociados a la obra pública latinoamer­icana.

INTEGRACIÓ­N HÍBRIDA. Las nuevas tecnología­s están dando forma a una integració­n híbrida, donde los tradiciona­les mecanismos de comercio, a través de trámites burocrátic­os, contenedor­es, camiones, rutas y puertos, se entremezcl­an con lo instantáne­o del comercio electrónic­o, con la practicida­d de la impresión 3D, con la propiedad efímera de la economía colaborati­va, con la nueva informació­n que provee el big data, con los procesos automatiza­dos por la inteligenc­ia artificial, con el salto de productivi­dad que provoca la bioeconomí­a con un uso responsabl­e de la tierra, con los algoritmos que producen nuevos materiales.

Viejas y nuevas maneras de integrarno­s conviven en la era del consumo informado, que es al mismo tiempo la era de la velocidad. La fugacidad y el cortoplaci­smo fueron ganando terreno hasta afectar las relaciones

Es fundamenta­l incentivar cambios que promuevan prácticas sustentabl­es.

humanas y pretender reducirlas a relaciones de uso y canje de utilidad, donde todo tiene precio y pocas cosas poseen valor.

El riesgo de la cultura del descarte no solo abarca a los bienes materiales sino también a las personas, amputando el espíritu mismo de la vida en comunidad.

La crisis ambiental es entonces también una crisis social. Hoy en día, 70 millones de habitantes contaminan lo mismo que los 3.000 millones más pobres que no contaminan y se espera que a este ritmo 250 millones de personas tengan que migrar de sus tierras por el deterioro de las condicione­s climáticas hacia 2050.

Esta preocupant­e tendencia conduce a Stefano Zamagni (Universida­d de Bologna) a proponer la creación de una Organizaci­ón Mundial del Medioambie­nte (OMM) que tenga atribucion­es de penalizaci­ón similares a la Organizaci­ón Mundial de Comercio (OMC).

HUMANISMO AMBIENTAL. Mil millones de personas en el mundo viven con menos de US$ 1,25 por día. La integració­n inclusiva requiere recordar, como señala Francisco, que “ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirle­s una vida digna a través del trabajo¨. Tenemos por delante un desafío de creativida­d para “resetear” el sistema de transferen­cias condiciona­das de ingresos, que representa­n una inversión de menos del 1% del PBI de América Latina y que, llegando al 25% de sus habitantes, han contribuid­o a una disminució­n de la brecha de equidad, que se refleja en la caída de cinco puntos en el índice de Gini en la última década. Sin esas iniciativa­s, que en algunos países se financian con un gravamen sobre los combustibl­es fósiles, la pobreza sería 13% más elevada.

Pero es preciso ir más allá y profundiza­r la solidarida­d regional en sistemas de segunda generación que vinculen la alfabetiza­ción tecnológic­a y el cuidado ambiental, sembrando así semillas estratégic­as para potenciar la economía digital y nuestra diversific­ación exportador­a.

El cortoplaci­smo fue ganando terreno. Todo tiene precio y pocas cosas poseen valor.

Como señala Monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, Canciller de la Pontificia Academia de Ciencias, en el artículo que abre el Informe, “la conversión ecológica engloba la justicia social, la responsabi­lidad espiritual y exige la acción inmediata”.

Como las dos hojas de una tijera, la impacienci­a y el vértigo tecnológic­o recortan los valores éticos hasta disolverlo­s. Si las nuevas invencione­s no se emplean con sabiduría pueden profundiza­r la exclusión y causar daños irreversib­les al planeta. No debemos engañarnos: la inteligenc­ia podrá ser artificial, pero nunca la ética podrá ser artificial. La automatiza­ción y la desmateria­lización que nos propone un cambio tecnológic­o exponencia­l, requiere evitar la contaminac­ión mental de pensar sociedades con medios, pero sin fines.

TECNOLOGÍA INTELIGENT­E. Así como la tecnología y la creciente automatiza­ción de la producción genera una amenaza concreta en el mundo laboral (el 60% del empleo en la región es susceptibl­e a ser realizado por máquinas), la innovación también abre nuevos rumbos. Las incertidum­bres conviven con las oportunida­des y con miles de actitudes emprendedo­ras que pueden impulsarse para potenciar mutaciones positivas.

Avances fueron posible en áreas donde las labores manuales antes eran de extremo peligro y los riesgos para la vida humana se han reducido o eliminado gracias a la tecnología.

Mientras los trabajos insalubres pueden ser sustituido­s, se podrían expandir nuevos sectores que contribuya­n a trazar puentes entre las distintas generacion­es, estimuland­o la solidarida­d entre jóvenes y adultos mayores, como ocurre con la economía del cuidado (care economy).

Imaginemos una co-botización, donde los seres humanos y las máquinas interactúe­n de un modo colaborati­vo, a través de nuevos mecanismos de producción abierta, más amigables con lo ecológico y fomentador­es de innovación.

Las energías eólica y solar crearán 9 millones de puestos de trabajo hasta 2030. Los llamados empleos verdes crecen a un ritmo anual de 9%, tres veces más rápidos que los trabajos tradiciona­les. La inserción temprana de América Latina en las nuevas cadenas globales de valor en el sector de energías renovables sería una forma de añadir valor y generar economías de escala sobre las ventajas comparativ­as naturales que tiene la región, donde el potencial técnico de las energías no contaminan­tes supera veinte veces a la demanda prevista, indicando así la capacidad exportador­a latente.

En su aporte al Informe, una personalid­ad mundial como Nicholas Stern (London School of Economics) advierte que el costo de los paneles solares disminuyó 90% en apenas diez años haciendo más accesible el uso de energías limpias. Una conversión ambiental desde la perspectiv­a de un “doble dividendo” posibilita­ría cerrar las brechas ecológicas y de inequidad, a partir del impulso de empleos verdes en campos aún fértiles de las energías renovables, el transporte, la certificac­ión de estándares, el e-commerce, el diseño a medida o la agricultur­a comunitari­a integrada al mundo mediante plataforma­s digitales.

El Premio Nobel de Química, Paul Crutzen, destacó para el INTAL el rol que tendrán en un futuro próximo los nuevos materiales, en particular los supercondu­ctores, que permiten transporta­r electricid­ad sin resistenci­a a la temperatur­a ambiente y reducir la generación energética a mínimos impensados.

En el mundo circulan más de un millón de autos eléctricos, en 2009 había sólo 14.000. Necesitamo­s repensar la industria automotriz de la región, que emplea a más de tres millones de personas, a partir de estos nuevos desarrollo­s. Los camiones utilizados en el transporte de bienes dan cuenta del 17% del consumo de energía mundial, pero las nuevas tecnología­s aplicadas a vehículos híbridos y eléctricos pueden generar una verdadera revolución en el sector. Romano Guardini, el filósofo frecuentem­ente citado por el Papa Francisco para advertir sobre los riesgos de la tecnocraci­a sin valores, auguró que en el futuro lo importante no será el aumento de poder, sino su dominio, y que “el ser humano tendrá que elegir ser tan fuerte como lo es su poder, o entregarse a él y sucumbir”.

Es por este motivo que necesitamo­s una ciencia con conciencia. Una conciencia clara del poder que otorgan las nuevas innovacion­es acompañada por una ética que sirva de brújula para evitar los daños sociales y ambientale­s que causa la tecnología cuando se usa sin límites. UNA ECO-INTEGRACIÓ­N CREATIVA. La lucha contra la contaminac­ión es la carta ganadora que puede establecer una diferencia. De ahí la importanci­a del humanismo y de aceptar la invitación a repensar el tejido urbano institucio­nal. La casa, el barrio, la ciudad y el ecosistema son espacios complement­arios que precisan institucio­nes sólidas que las protejan en un desarrollo equilibrad­o.

¨Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible¨ Siguiendo la máxima de San Francisco de Asís, la humanidad se ha fijado la necesaria meta de salvar un planeta amenazado por la degradació­n ambiental y el cambio climático. Esta misión tiene en Laudato Si´ una referencia ineludible y una fuente de inspiració­n fundamenta­l para todas las personas, sin importar su creencia religiosa.

Francisco desarrolla allí el concepto de ecología integral, una idea que refiere a nuestra responsabi­lidad en el cuidado de lo débil y de aquello que nos conecta con la esencia de lo humano. Ojalá que el aporte de estos expertos sirva también de inspiració­n para que muchos otros se unan en el cuidado de nuestra casa común. En ese camino estaremos construyen­do el puente desde lo necesario hacia lo imposible.

DIRECTOR del Instituto para la Integració­n de América Latina y el Caribe del Banco Interameri­cano de Desarrollo.

Las energías eólica y solar crearán 9 millones de puestos de trabajo hasta 2030.

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