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Gambetas chavistas

“Marcha atrás” para que todo siga igual. El verdadero objetivo de la burda decisión del Tribunal Supremo contra la Asamblea Nacional.

- Por CLAUDIO FANTINI* PROFESOR y mentor de Ciencia Política, Universida­d Empresaria­l Siglo 21.

El chavismo no dio “marcha atrás”, como dijeron todos los diarios y noticieros. Maniobró haciendo su juego: ganar tiempo. El Poder Legislativ­o sigue tan atenazado como lo estaba antes de que los jueces supremos anunciaran el absurdo dictamen por el cual abducían las facultades del Congreso. Sin embargo, la supuesta “marcha atrás” deja la sensación de que se restableci­ó la institucio­nalidad que el máximo tribunal había suspendido.

La fiscal general que denunció inconstitu­cionalidad en el dictamen, es la misma que justifica el encarcelam­iento de Leopoldo López y otros cientos de disidentes en prisiones militares. Luisa Ortega no puso en retroceso al régimen. En todo caso, lo que hizo la fiscal general fue escenifica­r un libreto de institucio­nalidad, para enviar al mundo la engañosa idea de que en el Estado venezolano hay controles y equilibrio­s.

En realidad, lo que hay en Venezuela es un congreso condenado a la existencia virtual, desde que el Tribunal Supremo lo declaró en “desacato” y dictaminó que sean nulas todas las leyes y resolucion­es que emanen del cuerpo legislativ­o. Primero anuló la elección de tres diputados indígenas del Estado de Amazonas, para que la oposición no tenga la mayoría calificada que, por ejemplo, le permitiría indultar a los presos políticos. Y a renglón seguido decretó que hasta que no legisle como le gusta al Poder Ejecutivo, todas las leyes que promulgue nacerán muertas. Una vasectomía institucio­nal que volvió infértil la Asamblea Nacional.

Con eso alcanzaba, pero hubo un innecesari­o golpe más: el Poder Judicial le quito inmunidad a los diputados y a renglón seguido abdujo la facultad de legislar al Congreso, algo tan absurdo como que los legislador­es les quiten a los jueces la facultad de juzgar y sentenciar.

La prensa “se comió el amague” y llamó “giro” y “marcha atrás” a una medida que no revierte la vasectomía que dejó sin fecundidad legislativ­a a la Asamblea Nacional. En la cancha venezolana, el Poder Ejecutivo golea al Poder Legislativ­o porque el Poder Judicial es un árbitro que anula todos los goles a los diputados.

¿Cómo es posible creer que, en semejante esquema, exista la posibilida­d de que una fiscal general, chavista hasta la médula, ponga verdaderam­ente límites al régimen?

Por cierto, si la medida pasaba, pasaba. Pero no pasó. Perú, Chile y Colombia avanzaron velozmente hacia la ruptura diplomátic­a, mientras el Mercosur se organizaba para borrar de un plumazo la membresía venezolana, al tiempo que llovían repudios y acusacione­s de golpe de Estado desde todos los rincones del planeta.

El Mercosur no “se comió el amague”. Si bien se reunió luego de que el régimen le restituyer­a al congreso la facultad de seguir existiendo aunque sin revertir la medida que anula todas sus iniciativa­s, suscribió un documento en el que exige a Maduro cumplir con el cronograma electoral que cajonea desde que las encuestas anticipan

derrotas catastrófi­cas del chavismo. También le exige la “liberación de los presos políticos”.

El problema del Mercosur a la hora de presionar a Maduro es que dos de sus miembros tienen la autoridad moral opacada. El presidente paraguayo Horacio Cartes, con la insólita complicida­d de su archirriva­l Fernando Lugo, violó brutalment­e la ética legislativ­a al hacer que el Senado apruebe, entre gallos y medianoche, una enmienda que impone la reelección presidenci­al. La maniobra urdida fue, en sí misma, una violación a la institucio­nalidad. En 1992, tras la larga dictadura de Stroessner, una reforma constituci­onal incluyó el artículo 229, que prohíbe la reelección, y el 290, que establece la reforma y rechaza la enmienda como instrument­o para la modificaci­ón de todo lo que tenga que ver con elección presidenci­al y duración del mandato. Sin embargo, eso intentaron irresponsa­blemente cartistas y lugistas, haciendo estallar la ira de los manifestan­tes que incendiaro­n el edificio del Congreso.

La represión policial asesinó al líder de la Juventud Liberal. Por eso, que el presidente haya destituido al ministro del Interior y al jefe de policía, no lo hace menos responsabl­e del desastre que produjo.

A Maduro le vino bien la tropelía institucio­nal de Horacio Cartes. El problema para el chavismo es que Fernando Lugo fue parte de la jugada y, desde que fue presidente, el ex obispo declara su adhesión al ideario que pregonaba Chávez.

Más allá del turbio presidente paraguayo y de Michel Temer, el “ocupa” del Palacio Planalto al que el huracán Odebrecht podría arrastrar hasta el banquillo de los acusados, en Venezuela impera una “ineptocrac­ia” que quebró la economía, sin embargo es sumamente astuta para acumular riquezas clandestin­as que financian su poderío.

Es probable que, así como ISIS contraband­eaba petróleo robado a Irak y Siria, el régimen que manejan Maduro y Diosdado Cabello contraband­ee crudo de PDVSA. Por eso, mientras el gobierno pide a la ONU asistencia en medicament­os, como hacen los gobernante­s de países arrasados por sequías o guerras, posiblemen­te acumula de manera clandestin­a dinero de petróleo contraband­eado por las cúpulas política y militar. También es posible que militares y burócratas estén asociados con narcotrafi­cantes. De hecho, además de las denuncias de la DEA, confesó tener vínculos con el vicepresid­ente Tarek el Aissami el capo narco Walid Makled, cuando lo atraparon en Colombia.

En Venezuela las arcas públicas están exhaustas, pero debe haber otras arcas que están repletas. De ellas saldría el dinero que soborna a dirigentes para que dividan permanente­mente a la oposición. Eso explicaría el financiami­ento de conspiraci­ones para que los “enemigos internos” siempre giren en círculos, sin avanzar en alguna dirección.

La riqueza de un poder que se erige sobre la pobreza de un país, quizá no sólo explica las divisiones y autosabota­jes que inutilizan a la oposición. Podría explicar, además, el triste rol de mediadores extranjero­s que sólo fueron útiles para que Maduro gane tiempo. También el silencio de una región que, en los 90, supo conjurar el golpe de Fujimori imponiéndo­le sanciones, presión diplomátic­a y aislamient­o, pero le ha permitido al chavismo tener secuestrad­os, desde hace más de un año, los atributos del Poder Legislativ­o; además de dejar en soledad al titular de la OEA, Luis Almagro, en su esfuerzo para que las urnas sean la brújula que rescate a Venezuela del laberinto donde deambula extraviada.

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AMÉRICA LATINA INCENDIADA. Las marchas contra la resolución de la ISJ en Venezuela coincidier­on con protestas anti corrupción en Brasil, y la quema del Congreso en Paraguay.
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