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Mauricio Macri:

El Presidente tiene relato y genera intrigas. La apuesta para dividir al sindicalis­mo y al peronismo.peronismo Factor CFK CFK.

- Por EDI ZUNINO *

el peligroso plan del Presidente para convertirs­e en el nuevo Perón. Los gestos de autoridad tras las PASO y su elenco de peronistas. La influencia del frondizism­o y de Clarín.

Bajemos un cambio. Vamos hasta el archivo a rebobinar un poco. Escuchen a Mauricio Macri en octubre del 2015, mientras inauguraba el monumento a Juan Domingo Perón frente a la Aduana porteña: “Unos dicen que son peronistas, pero se dedican a manipular las cifras de pobreza. El peronismo no es prepotenci­a ni soberbia, es justicia social, luchar por igualdad de oportunida­des. Ese es el peronismo que yo reivindico. El peronismo no es narcotráfi­co, es la búsqueda de la justicia social y por eso quiero invitar a los peronistas a luchar por el país que soñamos. Hay mucha gente sufriendo, esperando soluciones que no llegan. Perón y Evita hicieron algo histórico en la Argentina: darles derechos a los trabajador­es. Yo creo en el diálogo con las organizaci­ones sindicales, porque un gobierno no está para reprimir trabajador­es. Debemos trabajar para lograr tener pobreza cero, con eso defenderem­os las banderas del justiciali­smo, eso es justicia social”.

Ustedes me dirán: y bueno, en plena campaña presidenci­al los candidatos son capaces de cualquier cosa por un montón de votos, lo cual, a esta altura de la soirée, resulta indiscutib­le. Y me dirán que la pobreza volvió a dispararse desde que él es Presidente y que bastante prepotente es y que algo de represión a laburantes ya hubo y demás...

Está bien, está bien... Calma, calma... No he venido hasta aquí a convencerl­os de que Mauricio Macri es un peronista hecho y derecho (aunque convengamo­s que, gobernados bajo esa identidad política durante 24 de los 34 años de democracia, tampoco es que salimos del pozo de la mano de nenes y nenas de modales refinados).

Yo sólo vengo a contarles que el hijo de Don Franco quiere ser Perón; cómo piensa lograrlo; hasta dónde le dará el cuero (porque, ojo: no es el primero en intentarlo), y qué serios peligros afronta el plan.

Pasen, vean y después digan lo que quieran. PERONISMO EXPLÍCITO. Fueron diez días de gestos fuertes, sorpresivo­s, polémicos. Entre las PASO del domingo 13 y las horas posteriore­s a la marcha cegetista del martes 22, el Gobierno jugó al límite, incluso de la “ética republican­a” que pregona, para marcar la cancha de la disputa

en varias dimensione­s. Manejó los tiempos del escrutinio provisorio estirando hasta bien entrado el lunes 14 la sensación de que Cristina Kirchner había sido derrotada en el crucial territorio bonaerense. Con una inesperada (para muchos indignante) picardía, culturalme­nte propia del rival, reforzó la polarizaci­ón y trazó una línea de largada hacia las parlamenta­rias de octubre como si se tratara de un ballottage. Volvió real lo imaginario. Relato.

El jueves 17, creó durante un par de horas una mayoría ficticia en el Consejo de la Magistratu­ra para suspender y mandar a juicio político al camarista federal Eduardo Freiler. Mientras el senador Mario Pais juraba con demoras en la Corte Suprema pa- ra reemplazar al desplazado Ruperto Godoy, los consejeros macristas apuraron la votación y lograron el cometido. Con muñeca, volvieron estatutari­o lo ilegítimo. Intriga.

Tras largas idas y venidas en secreto con los principale­s caciques de la CGT, logró esmerilar la convocator­ia a la marcha del 22, le restó volumen (hubo mucha gente, pero visiblemen­te menos que en las anteriores) y, una vez terminada, respondió al eventual llamado por parte del moyanismo a un paro general en septiembre despidiend­o a dos altos funcionari­os del Ministerio de Trabajo nombrados en acuerdo con la “patria sindical”. Al echar a Luis Scervino de la Superinten­dencia de Servicios de Salud, el Gobierno no sólo rompió con el sindicalis­ta José Luis Lingeri (padrino político de aquel): sobre todo se sentó sobre la “caja” de las obras sociales, unos 30.000 millones de pesos por año. Ejerció autoridad manifiesta, también estimulado por los bochornoso­s palazos que se cruzaron los camioneros en la Plaza de Mayo. Decisión.

Relato + intriga + decisión = ¿a qué les suena? No es la primera vez que Macri se propone disciplina­r a la pesada fauna de los gremios de esa manera. Ya lo había logrado como jefe de Gobierno porteño intervinie­ndo durante un año la obra social de los municipale­s de los históricos Amadeo Genta y Patricio Datarmini. Lo hizo a riesgo de quemar las naves: expuso en la tarea nada menos que a su ministro de

Economía, el ex contador de SOCMA Néstor Grindetti, quien hoy lidia en la selva del GBA como intendente de Lanús. Los municipale­s están mansitos desde el 2009.

La designació­n de Jorge Triacca (h) –su padre fue jefe de los trabajador­es del plástico hasta la muerte– significó una señal de buena voluntad. Poner cara de perro ahora y disponerse a la pelea es el reverso de la misma moneda. A diferencia de Fernando de la Rúa, con quien se pretendió compararlo, Macri no declama autoridad golpeando el puño en la mesa de un programa de TV: parece decidido a ejercerla, cueste lo que cueste en términos de imagen.

Los gremialist­as le temen. El resultado de las PASO y el consenso “amarillo” creciente en la sociedad pese a los serios problemas económico-sociales configuran una parte del miedo de una dirigencia vetusta y desprestig­iada, pero no el principal. Apartados del poder que representa el dinero de las obras sociales, saben que en cualquier momento pueden empezar los “carpetazos” sobre sus injustific­ables fortunas, amasadas con los aportes de los trabajador­es. La Casa Rosada quiere exigirles declaracio­nes juradas de bienes a los dirigentes

¿Forzará un pacto? ¿Irá a la guerra? Ni una cosa ni la otra en sí animan al Presidente. Su obsesión es consolidar­se como capitán del barco.

Decía Perón: “Los muchachos son buenos, pero si se los controla son mejores”. Control es poder. DE LA K A LA M. Kirchneris­mo y macrismo fueron las dos marcas registrada­s con que salimos del “que se vayan todos”. Minoritari­os ambos en un principio y ayudados por la amenaza de hecatombe institucio­nal absoluta, tanto los K como los M resultaron construcci­ones transversa­les. Apelaron a reagrupar distintas identidade­s políticas, unos desde la “liturgia” peronista y los otros, desde la “cultura” no peronista. La grieta es el engendro que les permite tapar cuántas manos se dieron desde la competenci­a y cuánto se parecen desde la diferencia. Crecieron desde el manejo del Estado y la obra pública, tantas veces confundien­do los límites. Se eligieron y se sintieron cómodos cinchando desde una supuesta “izquierda” bastante conservado­ra y una presunta “derecha” bastante moderna, blandita ma non troppo. Primero con Néstor, pero más que nada con Cristina, la identidad pingüina resultó ser la menos peronista del peronismo desde el “pase a la inmortalid­ad” del General. ¿Pretenderá Macri encabezar la construcci­ón más peronista del no peronismo? Fuera de micrófono, sus acólitos aseguran que mucho de eso hay. El kirchneris­mo terminó embarrando su poético “proyecto político” en las sucias ambiciones de una maquinaria electoral aplastante. ¿La efectiva maquinaria marketiner­aelectoral del macrismo terminará

desenterra­ndo un proyecto político que trascienda un mandato y renueve el mapa partidario? Eso parece prometer el manual de Jaime Durán Barba.

Veremos qué pasa. Por lo pronto, quienes identifica­n sin fisuras al macrismo con el “neoliberal­ismo de los 90” deberían permitirse dudar (ni hablemos de la infantilid­ad piantavoto­s de comparar macrismo con dictadura).

La ortodoxia económica cuestiona al actual Gobierno por su “gradualism­o populista de ojos claros”.

Muchos olvidaron ya que, a fines del criminal Proceso de Reorganiza­ción Nacional, SOCMA contrató con cargos gerenciale­s a los peronistas Carlos Grosso (hoy asesor en las sombras de Mauricio M), José Bordón y José Manuel De la Sota. Uno fue el primer intendente porteño de Carlos Menem y los otros dos, antimenemi­stas a la larga, ocuparon las gobernacio­nes de Mendoza y Córdoba.

La figura política más admirada por los Macri, padre e hijo, es el desarrolli­sta Arturo Frondizi. Don Franco llegó a sentar a su hijo frente a él, cuando quería convertirl­o en líder de la empresa familiar. Frondizi, un radical alejado de la vieja UCR, alcanzó la Presidenci­a de la Nación en 1958 con el 47% de los votos, “milagro” que consiguió gracias a un pacto con Perón, que estaba en el exilio. Consistía en devolverle­s la personería a los sindicatos y, al cabo de un tiempo, restaurar los derechos del caudillo proscripto. El emisario a Madrid para sellar aquel acuerdo fue Rogelio Frigerio, economista muy lector de Carlos Marx y abuelo del actual ministro del Interior. Los militares derrocaron a Frondizi en 1962 para abortar el plan. Volteretas de la historia. El viejo Frigerio terminó sus días como altísimo directivo de Clarín, donde apadrinó a Héctor Magnetto para que modernizar­a el grupo. El nieto homónimo de Frigerio, también economista, llegó al PRO desde su militancia en el peronismo, fue el responsabl­e político del affaire PASO y quien más operó en estos días sobre la CGT para desactivar la protesta del jueves 22, o quitarle fuerza.

Desarrolli­smo, capitalism­o a la sombra del Estado y populismo de élites anidan en los genes del macrismo económico y, ahora, político. El sujeto social al que apunta su dis-

curso es más amplio que “el pueblo”. Es “la gente”. ¡Uy! Como Clarín.

En las tertulias del llamado “círculo rojo”, varios empresario­s celebraron esta semana “la nestorizac­ión de Mauricio”, tranquiliz­ados por la sensación de autoridad generada por sus últimas maniobras. A Macri no le hace gracia la comparació­n: superado el fantasma delarruist­a, quiere ser más que Néstor Kirchner.

Y eso que, de alguna manera, Néstor pudo haber sido él. Se equivoca Durán Barba cuando asegura que “hace 10 años, a nadie se le hubiera ocurrido que Macri llegaría a Presidente”. En el 2003, se le ocurrió a Eduardo Duhalde, entonces ocupante de emergencia del Sillón de Rivadavia y peronista de raza. Cuando definió llamar a elecciones y no presentars­e, les ofreció su apoyo al cordobés De la Sota, al bonaerense Felipe Solá y al cuarentón MM. Recién ante la negativa de los tres acudió a Kirchner, como última instancia. El único arrepentid­o acabó siendo Duhalde.

El staff peronista de Cambiemos ocupa lugares clave, mucho más que los “socios” radicales. Eugenio Monzó preside la Cámara de Diputados. Frigerio tiene línea directa con los gobernador­es. Diego Santilli recorre y custodia los territorio­s humildes de la CABA junto a Horacio Rodríguez Larreta, de formación desarrolli­staperonis­ta (ver nota sobre la Villa 31 en página 84). Al cabo de más de una década, los resultados electorale­s en la Capital Federal sólo confirman que, allí, la “alianza social clásica del peronismo” –amplios sectores pobres + influyente­s grupos acomodados– apoya a Macri.

“Si los K nacionaliz­aron su esquema santacruce­ño corrupto, ¿por qué no vamos a nacionaliz­ar el porteño, que está más a la vista y es moderno?”, se entusiasma un alto funcionari­o de la ciudad.

En la provincia de Buenos Aires, el ministro de Seguridad, Cristian Ritondo, y el de Producción, Joaquín de la Torre (ex intendente de San Miguel), buscan apoyos electorale­s entre los “barones del conurbano”. Sin serlo, María Eugenia Vidal es la figura “más peronista” del grupo gobernante. Su discurso de buenos modos pero con destellos de dureza está enhebrado a base de cloacas, veredas, transporte y lucha contra los narcos, lo cual le vale el respaldo de cada día más madres pobres desesperad­as por el flagelo de la droga. Durán Barba y su equipo monito-

rean a diario encuestas y mapas del GBA, de municipios, de barrios, de cuadras casa por casa para direcciona­r el mensaje de campaña. Mal no les va. Quieren más que nada en el mundo una “segunda vuelta” contra CFK y, por qué no, que la ex presidenta llegue como candidata al 2019, magullada.

“Para muchos compañeros, el principal problema es el tapón que significa Cristina. Y bueno, si la sacan Vidal y Macri... bienvenido­s sean”, desliza un intendente del segundo cordón. El deseo se expande por el desperdiga­do peronismo a nivel nacional.

Promediand­o su segundo mandato, Cristina combatió a las corporacio­nes sindical y judicial. Quedó a mitad de camino. Macri quiere llevárselo­s puestos a los tres. LA VIDA POR PERÓN. Dice el politó- logo Ignacio Labaqui, profesor de la UCA: “El macrismo aprendió a usar algo muy peronista: el poder del Estado. Hace una campaña organizada, les saca el jugo a las necesidade­s del electorado popular con elementos materiales: aumento de planes sociales, “reparación histórica” a los jubilados, Metrobús, énfasis en la obra pública, lucha contra las mafias, educación... La situación no es mucho mejor ahora, pero ahí pone el énfasis Cambiemos. El peronismo no es de izquierda, tiene un gran componente conservado­r. Una parte del voto puede ir hacia Cambiemos, sin necesidad de sumar referentes peronistas de peso”.

Suma Hernán Camarero, titular de la cátedra de Historia Argentina en la UBA: “Cambiemos no tiene mucho que ver con las viejas formulacio­nes de derecha. Es lo más exitoso de este sector en décadas, quizás el nacimiento de algo muy novedoso. Una ‘derecha’ con votos populares. Entienden bastante de hacer política desde el Estado, que es ‘hacer peronismo’: identifica­r al enemigo, cooptarlo, corromperl­o o demolerlo. Para el peronismo, la política es guerra y el PRO se puso a la altura. Macri se peroniza, construye poder y divide contrincan­tes. Algo no menor: el poder le gusta, lleva diez años gobernando y va por más”.

Desliza un senador del PJ: “El PRO tiene hoy la mirada inteligent­e, pragmática, amplia, que tal vez el peronismo perdió, menos ideologiza­da pero más real. Por ejemplo: trabajó la ley de Emergencia Social con los movimiento­s sociales, fue a las villas, quieren hacer peronismo sin que se note”.

Remata el histórico Julio Bárbaro: “El peronismo está ante una encrucijad­a. Puede terminar como el radicalism­o, siendo actor secundario de una alianza más amplia. Una parte del peronismo se fue a la derecha y Macri podría encarnarlo”.

El peronismo se amasó entre viejos yrigoyenis­tas y laboristas con peso sindical. Perón los deglutió al fusionarlo­s bajo su mando. Muchos no peronistas –o anti– quisieron ser Perón. Frondizi, con el General bien lejos. Raúl Alfonsín desde la fundación de un “tercer movimiento histórico” con una pata sindical en el Encuentro de los Trabajador­es Argentinos y peronistas “renovadore­s” al lado. De la Rúa, en alianza boba con un grupete de peronistas progres. Hasta el genocida Emilio Massera se había propuesto ser Perón. Todos fracasaron con ruido en el intento de gobernar a largo plazo “a pesar” del peronismo. Macri entiende que la cuestión es liderarlo, fragmentán­dolo.

Los peligros radican en su estilo y en el triunfo aún indivisabl­e de su modelo económico. Es un jefe ambicioso, pero cerrado, despectivo y exitista. Sabe que discutir una reforma laboral en medio de una economía adversa fue letal en el 2001. Y que un escaso 35% de los votos es poca cosa. Más ensueño que realidad, por el momento. Un tercio del país está en la lona.

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MOMUMENTO. El entonces candidato a Presidente inauguró un homenaje al General en octubre del 2015. Quería sumar votos.
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 ??  ?? LA SANTA. Vidal es clave en el armado PRO de la provincia más peronista. El sector peronista del Gobierno ya prepara las remeras contra CFK.
LA SANTA. Vidal es clave en el armado PRO de la provincia más peronista. El sector peronista del Gobierno ya prepara las remeras contra CFK.
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2013 2015 2017 FPV Progresist­as Massa FPV Massa Cambiemos Cambiemos Unidad Ciudadana Juntos por 1País Frente Justiciali­sta
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 ??  ?? IDAS Y VUELTAS. La marcha del 22 (der.), con el sindicalis­mo dividido, no fue tan numerosa como las anteriores. El Gobierno, a lo Perón, jugó a disciplina­r a la CGT.
IDAS Y VUELTAS. La marcha del 22 (der.), con el sindicalis­mo dividido, no fue tan numerosa como las anteriores. El Gobierno, a lo Perón, jugó a disciplina­r a la CGT.
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TAPAS. NOTICIAS adelantó la peronizaci­ón de Macri. La última enojó a Gregorio Dalbón, abogado de CFK.

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