Rosarina globalizada
SUSANA MALCORRA
No
tiene el perfil más común en la política argentina. No es abogada ni contadora ni politóloga: se recibió de ingeniera en la Universidad Nacional de Rosario, casi sin compañeras mujeres. Tampoco fue habitual su modo de acceder a los primeros puestos del poder nacional. Si bien se formó en el radicalismo, no vivió de la militancia rentada ni fue saltando de cargo en cargo en la burocracia estatal. Susana Malcorra es muy bien recordada en el ámbito empresarial por su paso por IBM y Telecom, donde llegó a ser directora general. Pero tampoco pegó el abrupto salto del mundo corporativo al Gobierno, bastante generalizado en la administración PRO, lo cual ya ha desatado varias polémicas por “conflicto de intereses”. No: ella fue importada por el presidente Mauricio Macri, quien le ofreció la cancillería para aprovechar su know how y su red de contactos globales cosechados durante su gestión en la ONU, como mano derecha del ex secretario general Ban Ki-moon, cargo que a su vez había ganado por concurso, no por negociaciones de la Casa Rosada. Ambiciosa y de sólida autoestima, Malcorra asumió como ministra de Relaciones Exteriores avisando que competiría por el cargo de su ex jefe en la ONU. No le alcanzó la excelencia para superar el veto de ciertas potencias a su condición de argentina. Frustrada esa apuesta, no se aferró a la Cancillería. Al contrario, renunció para no descuidar a su familia, que vive en España. Pero tampoco quiso descuidar a su país: por eso trabaja en los últimos detalles de la cumbre de la Organización Mundial de Comercio en Buenos Aires, que presidirá en representación de la Argentina. Su objetivo: “Lo mío es tender puentes”. Nunca más necesario. *Editor ejecutivo de NOTICIAS.