Cómo desnudar al poder

Una

mañana le negaron a Luciana Geuna el ingreso a la Casa Rosada. Los funcionarios de Cristina Fernández especularon con que nada bueno podía resultar de la presencia de una periodista en esos pasillos. Luciana no pudo ingresar, pero nada de eso fue obstáculo para que, al poco tiempo, salga en el diario una nota con su firma. Mientras esperaba en la puerta, Luciana notó la extraña afluencia de autos de alta gama que llevaban y traían funcionarios. Anotó las patentes. Luego chequeó los dominios y descubrió un entramado oscuro entre funcionarios, agencias y fábricas de autos que terminó en la Justicia.

Esa es su esencia, y la del periodismo. La realidad está ahí, siempre la estuvo. Sólo necesita de alguien (en este caso una periodista) que la rescate. Formada en Rosario, Luciana se metió en los grandes medios (Noticias, Crítica, Clarín) en el mismo momento en el que el kirchnerismo crecía y se consolidaba en el poder.

Es por una cuestión generacional y no ideológica que ella se transformó en una de las deconstructoras más convincentes del relato. El periodista es quien muestra lo que el poder quiere ocultar y ella lo hizo a su manera: con datos. Casi no hay opinión en sus trabajos. Se maneja con números, fechas, nombres y apellidos.

Los sobres de Felisa Micelli, la estafa de Sueños Compartidos, los negociados de Jaime y sus testaferros, el caso Ciccone, la ruta del dinero K, son sólo algunas de las investigaciones que ella inició o en las que participó de manera decisiva.

Cuando Lanata vino a “Tiene la Palabra” le dio un consejo: que escriba. Le insistió porque como editor él sabe que ese es también su fuerte. Algo que uno también puede darse cuenta si la ve en TN Central o Telenoche. Además de construir una investigación, sabe cómo narrarla. Y da en el clavo porque eso tan simple es quizás el periodismo: tener una historia relevante y saber contarla. * Periodista.