Dureza en su semana más tensa. Ajuste, "gendarmeritis" y rosca con el peronismo. Favores de la izquierda y sensibilidad duranbarbista.
La
orden es precisa. Severa. Indiscutible. Si van a encender el aire acondicionado, que sea estrictamente necesario y jamás baje de 24 grados.
Ahorrar, ahorrar, ahorrar…, esa es la cuestión central tras los considerables dividendos políticos de haber tirado toda la carne al asador durante un año y medio para ganar las elecciones parlamentarias de octubre pasado.
En Mauricio Macri, la calentura típica de la sangre calabresa se compensa de sobra con la frialdad propia del ingeniero.
Martes 19 de diciembre. Fecha emblemática en el peor de los sentidos. La temperatura del Salón Blanco se hace notar en los sudores, en los ceños fruncidos, en la densidad absoluta del ambiente. Luego de tres batallas campales con heridos, detenidos y destrozos en pleno centro porteño, sólo una bien pensada impavidez puede explicar el inicio de una conferencia de prensa diciendo: —Vivimos un clima de paz… El Presidente lo hace y agrega: —Hemos recuperado la herramienta del diálogo. Claro que se pueden mejorar las herramientas de comunicación. Nos ha ido bien en estos dos años, pero los cambios son muchos y generan incomodidad. Es cierto: muchos cambios aún la gente no los siente.
El alivio por haber impuesto el ajuste previsional en la Cámara de Diputados por 127 a 117 votos se pretende tajante, aunque suena escaso. El macrismo en pleno sabe que acaba de tomar su decisión menos marketinera. La más impopular, grita la oposición. La más antipática, corrigen en voz baja los oficialistas. Apunta el ingeniero: —Suavizamos el cambio de fórmula (para calcular las jubilaciones, pensiones y subsidios
Ysociales) con el bono.
Nadie suaviza lo que no duele. Leve analgésico sin receta médica.
“El capital político está para gastarlo. La cuestión es no quemarlo todo de golpe: quedó clarísimo que quieren voltearnos, pero salimos fortalecidos”, susurra un ministro alineado en la certeza de que, una vez más, corremos el riesgo de perder cosas mucho más serias que unos pesos en determinados bolsillos.
Casi 10 años después de la sublevación del campo contra los K, vuelve una palabra temeraria: “des-