El tiempo de las traiciones:
Intrigas y vilezas reconfiguran el poder en la región. Se ensancha la vereda antipopulista.
intrigas y vilezas reconfiguran el poder en la región. Se ensancha la vereda antipopulista.
Un
tiempo de traiciones. Eso parece este tramo de la historia latinoamericana. Algunas son aborrecibles. Otras generan expectativas positivas. Y también están las que desconciertan.
Es el caso de Perú. Quizá el propio Pedro Pablo Kuczynski se percató de que traicionar su compromiso electoral indultando a Fujimori, a cambio de conservar la presidencia, fue un acto estúpido además de indigno.
Para su propio capital político y para Perú, habría sido mejor que los fujimoristas lo destituyan en el turbio juicio político que le impusieron. Las voces más respetadas del país defendieron su versión sobre los hechos que lo vincularon con el caso Odebrecht. Estaba claro que los legisladores del fujimorismo le bajarían el pulgar en el impeachment. Y como habrían renunciado los dos vicepresidentes, al poder lo hubiera asumido el fujimorista Luis Galarreta.
Cuando Valentín Paniagua debió asumir la presidencia que había dejado vacante Alberto Fujimori en el 2000, al enviar desde Tokio su renuncia, ese honesto legislador opositor convocó de inmediato a elecciones anticipadas.
En cambio el fujimorismo se valdría de artimañas institucionales para estirar el interinato un año. Pero tanto la truculencia de la jugada para usurpar el poder como las internas de la familia Fujimori, habrían causado al partido Fuerza Popular un costo político enorme. Por el contrario, a Kuzcynski la destitución lo habría mostrado como víctima de una extorción mafiosa que rechazó con dignidad.
Lamentablemente, ese liberal tan lúcido en su materia, la economía, no tuvo la lucidez política para resolver la encrucijada. Kuczynski salvó su presidencia suicidando su imagen pública, al indultar al déspota condenado por horrendos crímenes como la masacre de La Cantuta y otros asesinatos políticos cometidos por el Grupo Colina, que respondía al siniestro Vladimiro Montesinos, la mano derecha del entonces presidente. INDULTADO. Fujimori venció a Sendero Luminoso y exhibió enjaulado a su líder, Abimael Guzmán. Derrotó también a los guerrilleros del MRTA que ocuparon la residencia del embajador japonés, y posó junto al cadáver del comandante Cerpa Cartolini.