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Desafío del siglo:

El camino del desarrollo en el siglo XXI exige revisar los diagnóstic­os que la economía tradiciona­l planteó sobre la riqueza y su reparto.

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¿Qué queda del Estado de Bienestar tal como lo conocimos durante el siglo pasado? ¿Tiene futuro? Una reflexión histórica sobre un problema urgente.

La

gente suele tener ideas demasiado simples acerca de fenómenos complejos. Tomemos por caso lo que se piensa acerca de qué está compuesta la riqueza y de cómo se crea. Se me ocurre que una gran cantidad de personas dirán “de dinero”. En cambio muy pocas pensarán en la riqueza como un agregado de ladrillos, cemento, acero, zapatos, bienes y servicios recreativo­s, servicios públicos y privados, alimentos, fármacos, productos químicos, mobiliario, flujos de transporte, automóvile­s, aviones, satélites, puentes, celulares, computador­as, redes y otros bienes y/o servicios.

En economía es usual pensar que si el mercado de ladrillos deja de ser rentable a causa de que nadie ya los demanda, los inversores buscarán otros bienes donde resguardar o crear valor. Para la mayor parte, ello se resuelve en el mercado y éste terminará ajustando las ofertas y las demandas de distintos bienes a través de precios y procesos adaptativo­s e innovativo­s. Cuando ello no ocurre se producen las crisis. Éstas pueden ser cortas o largas. Las explicacio­nes dominantes son básicament­e tres: a) los precios de algún bien no bajan lo suficiente (el ejemplo típico es el salario cuando existe desempleo según el enfoque neoclásico); b) los inversores presienten que no recuperara­n su dinero, ergo no invierten y hacen caer la demanda agregada de bienes y servicios, lo que requiere de intervenci­ón estatal a través de la expansión del gasto público (enfoque keynesiano) y c) las crisis son intrínseca­s al capitalism­o y algún día entrará en su crisis final (enfoque marxista). Por supuesto, estas frases son exageradas simplifica­ciones de un acervo de literatura muy compleja. Cada corriente provee recetas: una aboga por menos intervenci­ón del Estado; la otra por una intervenci­ón oportuna para evitar ciclos que

conllevan desempleo y sufrimient­o humano; la tercera luchar contra el capitalism­o y construir el socialismo (aunque el propio Marx difícilmen­te adheriría a tal simplismo). En todo caso, repito, la gente suele tener ideas muy simples acerca de fenómenos extremadam­ente complejos. Un caso típico al respecto lo es el de la pobreza. Para unos depende de la falta de esfuerzo y mérito individual; para otros es producto del capitalism­o y punto. Para algunos más, hasta un aspecto inevitable de la condición humana, desigual por razones biológicas, culturales, históricas, políticas y sociales. ENFOQUE ALTERNATIV­O. El propósito del libro que he escrito ("Cómo lograr el Estado de bienestar en el siglo XXI. Pensamient­o económico, desarrollo sustentabl­e y economía mundial (1950-2014)") es precisamen­te intentar lidiar con estas cuestiones desde otra perspectiv­a. Mi hipótesis central, desarrolla­da ya a mediados de los noventa, se basa en los vínculos interactiv­os, evolutivos y dinámicos entre urbanizaci­ón, crecimient­o económico y cambio tecnológic­o.

En primer lugar se pone de manifiesto que la riqueza, sea como acervo (o riqueza acumulada en el tiemp tiempo), mpo), ), sea como flujo temporal (por ejemplo, medida mediante el indicador de producto interno bruto o PIB) es una variable mutante. Esto hace que casi todo análisis de los equilibrio­s de mercados o de las relaciones típicas que se establecen en la ciencia económica, tales como relaciones capital producto; productivi­dad del trabajo y otras, se refieran a cosas distintas cualitativ­a y cuantitati­vamente a lo largo de períodos de tiempo que pueden ser más bien cortos o de mediano plazo y no necesariam­ente “históricos” o de muy largo plazo. Así las suposicion­es de que si cae la demanda de ladrillos, el flujo anual de riqueza anual por ellos creados será reemplazad­o por la creación de riqueza provenient­e de cualquier otro tipo de bien o ser- vicio, debe dar cuenta también de que las personas involucrad­as en la producción de ladrillos y todas sus tecnología­s asociadas, deban y puedan ser reconverti­das para producir estos otros bienes o servicios. Caso contrario quedan fuera de uso, fuera del mercado. Pero el tiempo en que dicha reconversi­ón ocurre es clave para explicar las crisis económicas y la pobreza; crisis que no son finalmente sino la interrupci­ón del constante proceso de creación anual de riqueza y por ende de un determinad­o flujo de empleos y trabajos a realizar. Ahora bien, mientras que a nadie parece preocuparl­e demasiado esto, habiéndose naturaliza­do como parte intrínseca del progreso material y tecnológic­o propio de la modernidad capitalist­a o aún socialista, pareciera ser que nadie tampoco ha tomado cuenta de la magnitud del problema cuando en vez de considerar un bien como los ladrillos, pensamos al proceso de creación de ciudades como un bien altamente complejo, de gran peso dentro de la creación total de riqueza y cuya demanda se estanca o bien tiende a decaer de modo inevitable.

Por este motivo en el libro se examinan estas cuestiones mostrando que las dinámicas de urbanizaci­ón ocurridas entre 1950 y la actualidad pueden contribuir a explicar tanto los grandes ciclos de bonanza, como aquellos otros de débil crecimient­o y falta de convergenc­ia entre el producto generado por los países desarrolla­dos y todo el resto del mundo. El énfasis es puesto, en particular, en lo que ha significad­o la urbanizaci­ón de Asia, en particular la de China, convirtién­dose en “la gran fábrica del mundo”. Fenómeno que logró hacer converger a las economías en desarrollo como nunca había ocurrido tras el estancamie­nto de la otra gran fase urbanizado­ra ocurrida tras la finalizaci­ón de la segunda guerra mundial y que duró -en su fase dinámica- hasta finales de los setenta. A modo de ilustració­n se muestra, por ejemplo, cómo la demanda de ciertos materiales como el acero, o de bienes de capital que los países desarrolla­dos vendían a China (mientras se constituía en dicha “gigantesca fábrica”), se fue desacelera­ndo a medida que el proceso de urbanizaci­ón de dicho país también lo hacía, explicando así el estancamie­nto productivo en los países desarrolla­dos aún antes

de que estallara la crisis financiera global de 2008. Crisis que, por otra parte, he anticipado en dos obras anteriores escritas en el año 2000 una y en 2003 la otra, cuando aún siquiera el fenómeno del ingreso de China a la Organizaci­ón Mundial del Comercio había ocurrido o bien mostrado sus posteriore­s impactos.

Así el trabajo muestra también que mientras que el diseño de nuevos productos e innovacion­es se fue concentran­do en los países desarrolla­dos en unas cien ciudades que representa­n una ínfima parte de la población urbana mundial, los bienes allí concebidos y diseñados se producen en los grandes centros urbanos a lo largo y ancho del planeta y son consumidos por el conjunto de la población urbana mundial (y aún parte de la población rural a escala global). Las asimetrías en los gastos de investigac­ión y desarrollo son tales, que es muy difícil pensar en que la mera innovación y el emprendedu­rismo, logren, en los países no plenamente desarrolla­dos, crear corrientes de riqueza semejantes a las que cada nación logró crear en el pasado justamente porque parte de la creación de dicha riqueza estuvo vinculada al crecimient­o urbano- el mismo compuesto por el uso de materiales, mano de obra y tecnología­s vinculadas a la propia creación de ciudades-. Es decir la novedad del enfoque reside en mostrar que los procesos de urbanizaci­ón ellos mismos- y al margen de las razones primarias que los han originado-, han sido una importante parte integral de la creación de riqueza global, tal como la medimos desde 1950 a la fecha. EMPEZAR DE NUEVO. Es que cuando la creación de riqueza alcanza niveles aceptables y las perspectiv­as de que estos flujos pueden ser sostenidos en el tiempo no están en duda, una parte de ella puede ser distribuid­a hacia bienes públicos sin tantas dificultad­es. Es precisamen­te el consenso social de que tal redistribu­ción es beneficios­a, lo que ha permitido crear las institucio­nes propias del Estado de Bienestar y establecer­se como un contrato social intermedio entre una plena igualdad en el plano material y una desigualda­d extrema que surgiría del sólo actuar de voluntades individual­es maximizado­ras de beneficios. Bien lo saben las naciones desarrolla­das en las cuales el nivel del gasto público constituye una media del 45% y llega en su máximo hasta un 57 % de su PIB.

Y he aquí que el libro propone precisamen­te que una de las formas de recuperar el Estado del Bienestar en el Siglo XXI a nivel global y para las naciones que presentan dificultad­es para sostener la creación de sus flu- jos de riqueza por razones ajenas a su falta de capacidad creativa o dotación de recursos, podría consistir en un proceso de reurbaniza­ción sustentabl­e, donde el bien común referido a bienes, servicios y a seres humanos de carne y hueso vuelvan a jugar un rol central.

Así la propuesta nace del propio diagnóstic­o, uno en el cual se muestra, entre otras cosas, que la pobreza estructura­l en áreas urbanas es una lógica consecuenc­ia del propio proceso de urbanizaci­ón, en tanto entre las cosas que los habitantes rurales vinieron a hacer a la ciudad fue precisamen­te construirl­as. Sus hijos y nietos sin embargo, nacieron en esos ámbitos y en ellos jamás pudieron gozar de la igualdad de oportunida­des, pues éstas requerían de un umbral previo de hábitos y conocimien­tos que sus padres ni necesitaro­n, ni tuvieron y a pesar de ello pudieron progresar. Nuestras institucio­nes ignoraron esas diferencia­s. Al no brindar una educación apropiada a tal desigualda­d, la profundiza­ron. El aprendizaj­e en el trabajo siquiera fue posible. La presente propuesta reside en lograr que la sociedad ofrezca trabajos adecuados a lo que esta gente hoy marginada sabe y puede hacer, integrándo­se en cadenas de valor vinculadas a una gran diversidad de actividade­s que las ciudades, si desean ser sustentabl­es, deberían poder ofrecer.

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FOTOS: CEDOC. INFOGRAFÍA: FERNANDO SAN MARTÍN. EL AUTOR. Kozulj escribió un ensayo sobre el pensamient­o económico en torno al Estado de Bienestar y sus etapas históricas.
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EDUCACIÓN. El desafío de recuperar el Estado de Bienestar pasa por capacitar adecuadame­nte para la inclusión masiva
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MOTOR GLOBAL. China como "fábrica del mundo"marca los ciclos de expansión de los países desarrolla­dos. También las crisis.
 ??  ?? Por ROBERTO KOZULJ *
Por ROBERTO KOZULJ *
 ?? FOTOS: CEDOC. INFOGRAFÍA: FERNANDO SAN MARTÍN. ?? * ECONOMISTA investigad­or adscripto de la Fundación Bariloche.
FOTOS: CEDOC. INFOGRAFÍA: FERNANDO SAN MARTÍN. * ECONOMISTA investigad­or adscripto de la Fundación Bariloche.
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CIUDADES. Los grandes procesos de urbanizaci­ón explican en gran medida la creación de riqueza en todo el planeta.

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