Harry y Meghan: la boda del rebelde
casamiento de Meghan Markle y el príncipe Harry puede leerse de dos maneras. Por un lado, la versión real del cuento de hadas, donde la bella y linda de Meghan encontró a su príncipe, de sangre azul, y en menos de dos años llegó al altar de los sueños, en la ciudad de Windsor y en un castillo, con cortejo de niños y hasta carruaje tirado a caballos. Por otro lado, fue el momento indicado para que la dura monarquía británica le saque el jugo al evento millonario y marketinero, muestre su espíritu aggiornado a los nuevos tiempos y termine de lavar la imagen del indomable príncipe colorado. Con poca realeza invitada, pero muchas estrellas de Inglaterra y Hollywood, con escándalo previo sobre la familia de Meghan, su ausencia marcada en la boda y la presencia de dos ex novias de Harry y, lo mejor, una novia tan impensada como carismática: una actriz, estadounidense, divorciada, con raíces afroamericanas –con madre profesora de yoga y piercing– y convertida al anglicanismo para poder dar el sí. Con ese combito encima, Meghan conquistó a los ingleses y al mundo. ¿Tiembla Kate Middleton?