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Sospecha macabra:

La familia cree que el viudo, ex contador K, lo habría matado. La conmociona­nte trama de glamour, amenazas y lavado de dinero.

- GISELLE LECLERCQ gleclercq@perfil.com @gisellelec­lercq

la familia de Carlo Di Doménico está convencida de que al diseñador lo mataron y que detrás del supuesto crimen estaría su marido, el ex valijero y contador K, Juan Manuel Campillo. Cuando el modisto amenazó a su pareja con contar todo lo que sabía, comenzó su tormento. El plan para aislarlo. Corrupción, negocios y amores tóxicos.

Carlo Di Doménico quería separarse de su marido, Juan Manuel Campillo, y no sabía cómo. Según una decena de fuentes consultada­s, se sentía prisionero de una relación tóxica. Su familia, sus empleados y amigos habían sido testigos durante años del maltrato psicológic­o y físico que sufría. Pero él no tenía el valor para dejarlo y tampoco tenía dinero, su pareja se había apoderado prácticame­nte de todo. Pero un día, en el medio de una de las tantas peleas, Di Doménico se animó y lo enfrentó. El diseñador sabía, y mucho, sobre los negocios oscuros de Campillo, que fue contador y el artífice de la ingeniería financiera de los Kirchner cuando estaban en Santa Cruz. Esta podría ser su llave a la libertad. Entonces, lo amenazó con contar todo lo que sabía de su pasado. Lo que nunca imaginó fue que esa advertenci­a iba a desatar la furia de su esposo. Tiempo después llegaría su imprevista muerte, una

muerte que para la familia del diseñador fue más que, “oportuna”.

El jueves 17 de mayo los hijos de Di Doménico, Stéfano y Carla, recibieron un llamado. Era Campillo diciéndole­s que su padre había fallecido. La noticia los dejó helados. Su papá había sido diagnostic­ado con leucemia en marzo pero estaba bajo tratamient­o. La última vez que lo habían visto había sido después de la segunda quimiotera­pia y se sorprendie­ron por su buen semblante. Charlaron y él les comunicó que iba a continuar el tratamient­o en Rosario porque, entre otras cosas, quedaba cerca de Arequito, la ciudad donde se había instalado junto a su marido. Pero según les explicó li ó Campillo por teléfono, la muerte erte no tenía nada que ver con la enfermedad y habló de una “falla neurológic­a”.

Sin procesar la noticia, y mientras Campillo ultimaba los trámites para trasladar el cuerpo a Capital Federal, Stéfano, Carla y su madre y ex de Di Doménico, la diseñadora Susana Ortiz, comenzaron un raid judicial para frenar la cremación. No dudaron ni un minuto: para ellos, Carlo habría sido asesinado y el principal sospechoso sería el viudo. El tiempo les jugaba en contra. Si el cuerpo desaparecí­a, lo hacía también la posibilida­d de investigar las causales de la muerte.

La familia encontró dos aliadas inesperada­s para frenar la cremación: las abogadas Florencia Arietto y Alejandra Bellini, que estaban al frente de una demanda laboral contra Di Doménico y empezaron a recibir los rumores de un posible crimen. Ellas presentaro­n otra denuncia, cuando el cuerpo ya estaba en el cementerio de la Chacarita, y lograron preservarl­o.

Todo se hizo en tiempo récord. Mientras tanto, el ambiente de la farándula estaba shockeado. A Carlo lo conocía todo el mundo: había vestido a las princi- CONFIANZA. El viudo de Di Doménico fue el artífice del armado financiero de la familia Kirchner. pales palesl divas didivas nacionales, nacionales,il entre entret otras t Susana Giménez, y era reconocido por haber organizado, durante décadas, los desfiles más glamorosos de la Argentina. Sus más cercanos lo lloraron con bronca. “Se murió solo y lejos de sus afectos”, le dijo a NOTICIAS una de sus mejores amigas.

Sin embargo, nadie pudo hacer el duelo todavía. Su familia y sus amigos están uniendo la informació­n que tienen en un rompecabez­as macabro. Desde hacía más de un año, el diseñador se había aislado de su entorno. “Vivía con miedo, bajo amenaza. El celular se lo manejaba Juan. A veces él lograba agarrarlo, se escondía en el baño y llamaba a algún amigo, a sus empleadas. Hay muchísimos audios donde cuenta el calvario en el que vivía”, relata una conocida. El miedo, al parecer, no era sólo de Carlo. “Sus hijos también están bajo amenaza. Susana, su ex, también. Por eso no hablan en público. Tienen mucho miedo”, insiste una amiga.

Su familia cree que Campillo habría orquestado un plan para aislarlo de sus afectos y evitar que hable de sus actividade­s. Hasta ahora, el nombre de Juan Manuel Campillo había pasado casi inadvertid­o a pesar de estar mencionado en investigac­iones judiciales que involucran a funcionari­os kirchneris­tas. Sin embargo, la muerte de su marido y las sospechas de su familia lo ubicaron en el centro de la escena. Contador de extrema confianza de Néstor Kirchner, ex ministro de Hacienda de Santa Cruz y ex titular de la Oficina Nacional de Control

Comercial Agropecuar­io (ONCCA). Quienes lo conocen de cerca, resumen su currículum en una sola frase: “El primer valijero K” -lo llamaban en Santa Cruz- y subrayan que su gran habilidad siempre consistió en saber armar estructura­s financiera­s para mover dinero. “Fue el ingeniero de la ruta de dinero de los Kirchner. Es un hombre muy inteligent­e y por eso supo mantener el perfil bajo”, señalan en Santa Cruz.

Los abogados que le siguen los pasos desde hace años sospechan que, más allá del amor, Campillo pudo haberse valido de los negocios montados por Di Doménico para lavar dinero. “Nada más fácil que vestidos de diseño. ¿Cuánto valen?, ¿mil o un millón?”, relatan. Carlo, cuentan sus íntimos, siempre supo con quién se metía y, en un principio, lo vio como un beneficio. “El dinero lo ponía Campillo y a Di Doménico eso le gustó. El problema es que después todo comenzó a volverse cada vez más oscuro y se convirtió en una víctima”, insiste una amiga.

Amor tóxico, glamour, corrupción y lavado de dinero K se combinan en esta historia macabra. ¿Muerte oportuna? La familia no tiene dudas.

BENEFICIOS COMPARTIDO­S. La aparición de Campillo en la vida de Carlo marcó un quiebre. Hasta su llegada, el diseñador había logrado hacerse un lugar en el mundo de la moda a fuerza de trabajo e influencia­s. Sin embargo, la llegada de Juan Manuel le permitió acceder a un flujo de dinero jamás pensado. Durante su relación, Di Doménico se amplió: abrió locales multimarca­s por primera vez y se animó a meterse en el mundo de la decoración con una elegantísi­ma boutique en Punta del Este. “Su nivel de vida trepó por las nubes. Tenían un departamen­to en Milán. Iban a cada rato a comprar telas y gastaban 100 mil dólares como si nada”, recuerda alguien que estuvo cerca de la pareja en los años de esplendor.

Nadie sabe bien cómo empezó la historia de amor. Ellos siempre contaron que se conocieron en una gala solidaria y que la atracción fue inmediata. Carlo, que venía de una ruptura traumática, encontró en Juan Manuel alguien en quien apoyarse y, dicen, lo atrajo ese estilo típico de político. “Le gustó que Campillo lo ayudara a ordenar su economía que era desastroza. Carlo era muy gastador, salidor. Un bon vivant. Le gustaban los viajes. Y el otro era un contador”, recuerda una amiga.

A Juan Manuel lo sedujo el mundo de Di Doménico, el glamour, los flashes, la socialité. Con él logró una de las cosas que siempre había querido: pertenecer al jet set. “Se fue convirtien­do en una especie de Di Doménico bis. Se refinó y hasta cambió su aspecto”, cuenta alguien que vio el avance de la pareja. Eso se observa en las fotos del propio Juan Manuel, que como funcionari­o K usaba trajes antiguos y corbatas anchas, absolutame­nte diferente al charme con el que se lo vio del último tiempo.

Los beneficios compartido­s se tradujeron, como es de esperarse, en los papeles. Di Doménico convirtió a Campillo en apoderado de todos sus bienes. El contador fue quien habría decidido que las sociedades comerciale­s fueran puestas a nombre de sus sobrinos, Gastón y Micaela, y de los hijos del modisto, Stéfano y Carla. Además, habría abierto sociedades

también en las Islas Vírgenes, en Uruguay y Andorra. Estos movimiento­s están siendo investigad­os por el juzgado federal de Julián Ercolini en una causa en la que se denunciaro­n los delitos de lavado de activos, evasión y administra­ción fraudulent­a.

El rol del contador significó para Carlo, al principio, la posibilida­d de liberarse de los trámites y sólo disfrutar. Pero la historia, no tuvo final feliz.

“LO VA A MATAR”. La pareja de Di Doménico y Campillo fue entrando lentamente en una zona oscura. Los amigos del diseñador no lograban acercarse al contador y lo veían como alguien extraño. La gota que rebasó el vaso, para muchos, fue cuando se enteraron de que la pareja se había casado en 2012. “No le avisaron a nadie. Ni siquiera pusieron testigos allegados. Eso fue muy raro”, recuerda una amiga que, en la actualidad, sospecha que el matrimonio fue parte del plan de Campillo para quedarse con todo. “Después de eso, Campillo se hizo cargo de todo. Se encargaba de firmar cheques, de hacer los pagos. No se le escapaba nada”, recuerda un hombre que trabajó con la pareja en la organizaci­ón de los últimos desfiles.

La pareja comenzó a tener problemas. Discutían todo el tiempo. “El verano del 2016 pelearon mucho. Como venían de actividade­s diferentes y empezaron a trabajar juntos, no había igualdad de criterios”, recuerda una empleada de uno de los locales de Punta del Este. Comenzaron un círculo de rupturas y reconcilia­ciones.

El verano siguiente volvieron a Punta, pero el clima ya era muy denso. “Había cada vez más violencia. Una vez las empleadas terminaron llamado a la policía y se hizo una denuncia”, cuenta una ex empleada. “A esa altura, Carlo ya se quería separar y ya vivía con miedo”, insiste otra amiga.

En el entorno del diseñador revisan esa temporada una y otra vez. Una empleada de Carlo le llegó a decir a una amiga del diseñador: “Lo va a matar”. Para esta altura, en el entorno del diseñador, Campillo era una mala palabra. EL AISLAMIENT­O. En marzo del 2017 comenzó el final. Di Doménico le repetía a todo el mundo que se quería separar. “Tengo dos amigas que saben sólo el 20% de lo que se robó Juan Manuel. Si ellas hablan, él va preso de por vida”, le dijo a una conocida por esos días. Hoy, con el diseñador fallecido, muchos sospechan que el

día que lo amenazó con contar todo fue el punto de quiebre.

“De la nada, abandonaro­n sus negocios. No les explicaron nada a las empleadas, ni siquiera a las que trabajaban con Carlo hacía 15 años. Dejaron de ir. Se fueron de Buenos Aires y no atendieron más el teléfono”, explica la abogada Alejandra Ballini. Ella, junto a Florencia Arietto, llegó a esta historia por esa puerta: después de meses sin tener noticias, las empleadas decidieron, en junio del 2015, buscar abogadas para iniciar una demanda laboral.

Fueron esas mismas empleadas las que le entregaron las llaves del local a Stéfano Di Doménico, quien, por ser el titular de la sociedad, se vio involucrad­o en la causa. “Stéfano y Carla estaban un poco enojados con Carlo. Se había borrado y no se hacía cargo de nada”, cuentan en su entorno.

Con su muerte, muchos de sus amigos se enteraron de que la pareja se había ido a vivir a Arequito, la ciudad donde nació Campillo. Durante todo el último año, casi ni se los vio: “En febrero de 2018 fue la última vez que estuvieron en Punta. Se quedaron en un hotel y Carlo ni salió”, cuenta una amiga.

Sin embargo, lo que vivió Carlo, dicen sus íntimos, fue un infierno. Campillo habría logrado dominarlo y, si bien no lo tenía secuestrad­o, le habría roto la voluntad, dicen sus íntimos. Tenía su celular encima y contestaba sus mensajes. Las pocas veces que Di Doménico pudo comunicars­e con su entorno mandó audios desesperad­o. “Hablaba de maltrato, de querer irse y de no saber qué hacer. Tenía miedo”, cuenta una persona que tiene esos audios en su poder y que asegura que los entregará a la Justicia.

INFORMACIÓ­N SENSIBLE. En la familia de Di Doménico insisten con que Campillo tenía una razón muy clara para aislar a Di Doménico: su pareja tenía demasiada informació­n. “Carlo, además, tenía un carácter fuerte y era un poco inestable. Iba a hablar”, asevera alguien cercano a la investigac­ión.

Oriundo de Arequito, llegó a Santa Cruz siendo muy joven. “Lo trajo Lupín”, cuenta un periodista sureño y agrega: “Fue el primer valijero de Kirchner. Él cruzaba desde el Banco de la Provincia, donde estaba Báez, a llevarle la valija al Gobernador. Era un ser de excesiva confianza de Kir- chner que terminó cooptando toda la economía de la provincia. Es el que más sabe de todo. Si habla, se puede llevar puesto a todos”.El rol de Campillo, que tomó fuerza cuando logró ponerse al frente del ONCA, se observa en los detalles. Por ejemplo, en el 2016, fue uno de los que fue a visitar a Lázaro Báez a la cárcel. Sin embargo, su perfil bajísimo le permitió moverse entre el Penal de Ezeiza y las pasarelas sin que casi nadie lo advirtiera. “Es un tipo inteligent­ísimo. Se le escapó la liebre con esto, que es impensado”, insisten en el Sur.

Ahora, con los ojos de la Justicia y los medios encima, tendrá que dar explicacio­nes pero, insisten allegados a la investigac­ión, la tendría complicada. “Hay personas que habrían visto cómo tenia valijas llenísimas de fichas de casino y lingotes de oro que mandaba a vender a Uruguay. Nadie decía nada antes porque, a pesar de todo, a Carlo lo quería todo el mundo pero ahora están haciendo fila para declarar”, aseguran.

Personas de máxima confianza de Di Doménico se enteraron, después de la muerte, que Campillo habría tenido la intención de volar a Italia vía Paraguay. Por esta razón, se decidió cambiar la cerradura de la propiedad que la pareja tiene en la ciudad de Milán.

La familia sostiene que Campillo "desapareci­ó" luego de la despedida del cadáver en el cementerio de la Chacarita. No volvió a comunicars­e por teléfono con Stéfano y Carla y nadie conoce su paradero. NOTICIAS intentó contactarl­o sin éxito, ya que habría cambiado el número de celular y no responde en redes sociales.

En las últimas horas, los allegados de Di Doménico esperaban que la Justicia pusiera fecha para la autopsia. “En ese entorno todos tienen miedo. Los hijos también están amenazados. La muerte fue el límite y ahora todos van a empezar a hablar”, aseguran amigos de la familia.

 ?? FOTOS: CEDOC. ?? LA FAMILIA. La ex mujer del diseñador, Susana Ortiz, y sus hijos, Carla y Stéfano, en alerta.
FOTOS: CEDOC. LA FAMILIA. La ex mujer del diseñador, Susana Ortiz, y sus hijos, Carla y Stéfano, en alerta.
 ?? FOTOS: CEDOC. ?? PERTENECER. El diseñador le abrió a su marido las puertas de un mundo impactante. Flashes, glamour y jet set.
FOTOS: CEDOC. PERTENECER. El diseñador le abrió a su marido las puertas de un mundo impactante. Flashes, glamour y jet set.
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 ??  ?? ¿TIEMPOS FELICES? Juan Manuel Campillo y Carlo Di Doménico en Milán. El contador cambió su look desde que se puso en pareja con el modisto.
¿TIEMPOS FELICES? Juan Manuel Campillo y Carlo Di Doménico en Milán. El contador cambió su look desde que se puso en pareja con el modisto.
 ?? FOTOS: CEDOC. ?? GLAMOUR. Ismael Cala, Di Doménico, Susana Giménez y Juan Manuel Campillo en un evento.
FOTOS: CEDOC. GLAMOUR. Ismael Cala, Di Doménico, Susana Giménez y Juan Manuel Campillo en un evento.
 ??  ?? OTRAS ÉPOCAS. Di Doménico junto a Ingrid Grudke y Nicole Neumann, en uno de sus clásicos desfiles de un evento anual de moda.
OTRAS ÉPOCAS. Di Doménico junto a Ingrid Grudke y Nicole Neumann, en uno de sus clásicos desfiles de un evento anual de moda.

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