Joyas ocultas para después de los goles
Las sedes de Argentina en la Copa del Mundo ofrecen recorridos de lujo que revelan una cultura única.
Moscú
es una ciudad de extremos. Tan visceral como misteriosa. Donde el termómetro pasa de los 30 grados bajo cero a los 30 grados sobre cero, mientras se exhibe sin contradicción alguna el cuerpo embalsamado de Vladimir Ilich Ulianov, líder de la revolución bolchevique más conocido como Lenin, a 100 metros de las vidrieras de Cartier y Hermès.
Más allá de las atracciones conocidas, hay un Moscú puede pasar desapercibido y es fascinante. Justamente uno de los lugares que recomiendo visitar para comprender las “nuevas coordenadas” del país más grande de la tierra es Muzeon. Un museo al aire libre ubicado a orillas del río Moska, junto a bicisendas, fuentes de agua y reposeras de estilo nórdico para to-
mar sol en bikini, donde se exhiben antiguos símbolos de la época soviética como una gigantesca imagen de la hoz y el martillo, además de bustos de Lenin, Stalin, y otros líderes de la revolución bolcheviche, que han pasado a ser piezas de museo. A pocos pasos, la Nueva Galería Treytyakov es otro ejemplo contundente de los nuevos tiempos: dentro de la solemne estructura de hormigón levantada en la época de Leonid Brézhnev ahora se exhiben los mejores exponentes del arte no conformista que antes no solía salir de los sótanos. Enfrente, en la isla Bolotny, la enorme estructura de ladrillos rojos de la fábrica de chocolates Red October que durante más de 100 años produjo los dulces más famosos de Rusia se convirtió en un complejo con bares, centros culturales, restaurantes, galerías de arte, tiendas, productoras de televisión y boliches que concentran gran parte de la movida hipster de Moscú. Y para seguir en ese clima puede visitar el Museo de Arte Contemporaneo Garage, fundado por Dasha Zhukova, ex mujer del hipermillonario Roman Abramovich. Su estructura de vidrio diseñada por Rem Koolhaas fue inaugurada en el 2017 en una fiesta de la que participaron desde George Lucas a Woody Allen. Pero no todo es tan moderno. El antiguo y secreto centro de comunicaciones que se utilizaba durante la Guerra Fría, se transformó en una atracción turística que permite jugar a los espías en un bunker camuflado a 70 metros del nivel de la calle, con sus pasillos laberínticos y paredes preparadas para soportar un ataque nuclear. Y ya que estamos bajo tierra, no deje de “vagabundear” por el metro más hermoso del mundo. Una galería de arte abierta a todo público, donde conviven bustos de Lenin,
perros de la suerte que nadie deja de tocar, lámparas de palacio, escaleras eternas, músicos callejeros (pocos), cajeras de cara seria (muchas), hoz y martillos bajo carteles publicitarios que ofrecen vuelos a playas de ensueño… Lo ideal es hacer el paseo a la noche tarde (el metro funciona a la una de la mañana y no hay ningún problema de seguridad), cuando ya no hay tantos pasajeros y se pueden ver los detalles de las estaciones con tranquilidad.
SAN PETERSBURGO. San Petersburgo nació con destino de grandeza en 1703, cuando el zar Pedro el Grande traslado aquí toda su corte. A lo largo de su historia cambió varias veces de nombre: en 1914 paso a llamarse Petrogrado, nombre que el régimen soviético cambió por Leningrado, y en 1991, luego de un plebiscito recuperó su nombre original. Lo que jamás perdió fue su espíritu europeo, que se aprecia en su atracción más visitada: el Museo del Hermitage. Pero más allá de sus lugares más conocidos, San Petersburgo invita a perderse entre sus calles y canales para descubrir las librerías donde el premio nobel Joseph Brodsky escribió sus primeros poemas o los patios donde habitaban los personajes de Crimen y Castigo. Fedor Dostoievski está íntimamente ligado con San Petersburgo. Si bien
nació en Moscú, es aquí donde ambientó sus obras principales, donde vivió gran parte de su vida y donde murió. Podemos comenzar el recorrido por su departamento, hoy convertido en Museo, donde se muestra su escritorio y parte de su biblioteca. Dostoievski vivió en 22 casas, pero casi todas están en este barrio. Caminando por la imponente avenida Nevsky Prospect llegamos al cementerio de Tikhvinski donde está la tumba del escritor, junto a las moradas finales de Tchaicovsky y Rimsky-Korsavok.
Otra ruta interesante es seguir los pasos de la revolución bolchevique, de la que San Pe- tersburgo fue uno de los escenarios fundamentales. Podemos comenzar por la estación Finlandia donde llegó Lenin el abril de abril de 1917 luego de su exilio en Zurich. Enfrente de la estación hay una enorme estatua dedicada a él. A pocos pasos está el Palacio Kschessinska (hoy sede del Museo de Historia Política), donde Lenin instaló su primer despacho y se dirigió a la multitud que lo esperaba. Justamente este palacio, poco tiempo antes solía ser el lugar de encuentro de la bailarina Matilda Kshersinskaya con su amante, el futuro zar Nicolas II. Otro punto fundamental fue el Instituto Smolny donde Lenin proclamó la victoria de la revolución en octubre de 1917. Y podemos seguir hacia el Palacio de Invierno (hoy museo del Hermitage), donde había vivido la pareja imperial y luego se había instalado el gobierno provisorio, que fue tomado por las tropas revolucionarias los últimos días de octubre. Para terminar el recorrido nada mejor que la calle Rubinstein, que concentra algunos de los mejores restaurantes y bares de la ciudad. No son los más caros ni lujosos, pero si son los que tienen más onda. Esto no es nuevo. Hace un siglo era una zona aristocrática donde vi vivieron el Antón Rubi binstein y Tchaikovski ki. Poco después era la calle preferida de los po poetas vanguardistas, ye y en los ochenta en el nú número 19 abrió el prime mer club de rock oficial de Rusia. R