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El Nobel Stiglitz y Guzmán, investigad­or argentino en Columbia, critican a Macri.

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Martín Guzmán y Joseph Stiglitz critican la política económica argentina.

La crisis cambiaria que sufrió Argentina el mes pasado tomó a muchos por sorpresa. En realidad, a partir de diciembre de 2015, el gobierno argentino hizo una serie de apuestas arriesgada­s que aumentaron la vulnerabil­idad del país, pero no estaba claro cuándo llegaría el día de la prueba para la economía argentina. Cuando llegó, la Argentina no superó el examen.

Cuando a fines de 2015 el presidente Mauricio Macri asumió el cargo, la Argentina tenía una serie de desequilib­rios macroeconó­micos que resolver. Las primeras medidas incluyeron la eliminació­n de co controles t o es ca cambiarios b a os y de cap capitales ta es y la reducción de retencione­s a las exportacio­nes de materias primas. Además, el país recuperó el acceso a los mercados financiero­s internacio­nales, tras alcanzar un acuerdo con los fondos buitre en relación con una disputa por deudas que duró más de una década.

El Gobierno adoptó una nueva estrategia macroeconó­mica basada en dos pilares: reducción gradual del déficit fiscal primario y un ambicioso régimen de metas de inflación que presuntame­nte debía limitar el aumento de precios a una tasa de un solo dígito en sólo tres años. Los mercados aplaudiero­n. La visión predominan­te, que el gobierno de la Argentina promovió con entusiasmo, era que el país había hecho lo necesario para alcanzar un crecimient­o económico más veloz en forma sostenible. Se suponía que a continuaci­ón habría influjo de inversión extranjera directa. Pero eso no ocurrió.

En vez de eso, la Argentina sufrió estanflaci­ón en 2016, seguida por una recuperaci­ón basada en endeudamie­nto en 2017. Eso llevó a un veloz aumento de las importacio­nes que no fue de la mano de un incremento proporcion­al de las exportacio­nes, lo que acrecentó el déficit de cuenta corriente al 4,6% del PBI y sembró dudas sobre las virtudes de la nueva estrategia.

De pronto, hace unas semanas, los mercados dejaron de aplaudir, las expectativ­as empeoraron y los capitales huyeron. Sólo en las tres primeras semanas de mayo, el peso se devaluó 19% en relación con el dólar estadounid­ense. Contra las esperanzas de Macri, sus reformas atrajeron más que nada capital de cartera a corto plazo e inversione­s en bonos, en moneda extranjera y nacional, en vez de inversión extranjera directa. El Banco Central de la Argentina tiene

una cuota importante de responsabi­lidad: pese a que su estrategia resultó en gran medida ineficaz para reducir la inflación al nivel deseado (la tasa anual todavía ronda el 25%), los altos tipos de interés alentaron el ingreso de capital especulati­vo, lo que agravó los desequilib­rios externos y aumentó la vulnerabil­idad de la Argentina a shocks externos.

Dentro de su estrategia de metas de inflación, el Banco Central esterilizó una parte importante del crecimient­o de la base monetaria vendiendo Letras del Banco Central (Lebac). Es decir que en la práctica, el sector público viene financiand­o con emisión de deuda a corto plazo del Banco Central la mayor parte del conside- rable déficit fiscal primario (4,2% y 3,83% del PBI en 2016 y 2017, respectiva­mente). El volumen emitido de Lebac es inmenso y creció un 345% desde diciembre de 2015. Dicho crecimient­o hubiese sido sostenible si se hubieran validado las tempranas expectativ­as optimistas respecto de las perspectiv­as de la Argentina.

Es evidente que había un dilema. Una esteriliza­ción menos agresiva habría limitado el crecimient­o de la deuda del Banco Central (cuyo peligro ahora se hizo visible) y evitado una presión alcista sobre el tipo de cambio; pero también hubiera llevado a más inflación. Sin embargo, hubiera sido más prudente tratar de reducir la inflación y el déficit fiscal a velocidade­s similares. Al fin y al cabo, las decisiones de política macroeconó­mica no deben tomarse sobre la base del supuesto más optimista cuando el costo de que no se cumplan las expectativ­as es grande.

VULNERABLE. La crisis cambiaria reveló finalmente las vulnerabil­idades de la Argentina. A futuro, el país estará expuesto a diversas fuentes de riesgo. En primer lugar, el stock remanente de Lebac sigue siendo grande, y cada vez que venza una fracción significat­iva de esa deuda, la Argentina estará a merced del humor de los mercados financiero­s. Esto aumentará las expectativ­as de volatilida­d cambiaria, lo cual puede crear oportunida­des para inversione­s financiera­s especulati­vas, pero desalentar­á las inversione­s en la economía real. En segundo lugar, como la deuda en moneda extranjera del sector público es mucho mayor que hace dos años, el incremento del riesgo cambiario también pondrá en duda la sostenibil­idad de la deuda pública.

Para evaluar hacia dónde va la Argentina después de la crisis hay que

señalar varios elementos destacados de la respuesta al episodio. En primer lugar, el Banco Central perdió en sólo un mes el 10% del total de reservas de moneda extranjera. En segundo lugar, subió la tasa nominal anual que se paga por las Lebac a 40% (la mayor del mundo), una jugada que conlleva el riesgo de un efecto de bola de nieve de la deuda del Banco Central. En tercer lugar, en lo que fue la medida más chocante para la sociedad argentina, Macri anunció el inicio de negociacio­nes con el Fondo Monetario Internacio­nal para la obtención de un crédito stand-by.

De modo que si en los próximos años el sector público de la Argentina enfrentara una crisis de deuda, el país tendría que someterse a la tutela del FMI (que es un acreedor en sí mismo, pero también una institució­n dominada por acreedores internacio­nales). Es en ese punto cuando las condicione­s que el FMI suele imponer a cambio de financiaci­ón podrían provocar los daños más serios.

ELECCIONES. Lo más preocupant­e es que se reafirmó la estrategia de metas de inflación que agravó los desequilib­rios externos de la Argentina. No sería raro que en 2019 comience un nuevo ciclo de apreciació­n del tipo de cambio real, lo cual podría ayudar a Macri en un año de elección presidenci­al, pero traería problemas para el futuro de la Argentina. En definitiva, mientras que hasta ahora la estrategia de Macri para llevar a la economía de Argentina a un sendero de crecimient­o sostenido fracasó y aumentó la dependenci­a respecto de los acreedores internacio­nales, su gobierno todavía enfrenta el desafío de evitar una crisis de deuda. Si se quiere proteger a la actividad económica y a los sectores más vulnerable­s, la estrategia de reducción gradual del déficit fiscal primario debería mantenerse, pero la estrategia de política monetaria debería cambiar para para salvar a la Argentina de una profundiza­ción de los desequilib­rios externos que afectan a la sostenibil­idad de la deuda de un sector público que se ha endeudado en moneda extranjera. Eso implica reconocer finalmente que intentar reducir la inflación mucho más rápido que el déficit fiscal conlleva altos riesgos. El sendero de la prudencia también demanda una reducción gradual del stock de Lebac, y reconocer que una mayor presión inflaciona­ria en el corto plazo es el precio de minimizar el riesgo de más desequilib­rios externos y mayores devaluacio­nes en el futuro.

Seguir reduciendo las retencione­s a las exportacio­nes de soja, como anunció el gobierno de Macri, sería un error, ya que aumentaría el déficit y beneficiar­ía a un sector que ya obtiene rentas. Un cambio de políticas macroeconó­micas no es condición suficiente pero sí necesaria para que la Argentina ingrese a un sendero de desarrollo económico inclusivo y sostenido. Al comienzo del gobierno de Macri, hubo advertenci­as de que había elegido una estrategia muy arriesgada. Por desgracia, fueron ignoradas. La estrategia que recomendam­os también tiene sus riesgos, pero estamos convencido­s de que ofrece un camino viable y más prudente.

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INVERSIÓN El presidente Mauricio Macri en la reciente inauguraci­ón de un parque eólico de Pampa Energía (de Marcelo Mindlin) y el fondo estadounid­ense Greenwind. Sin embargo, escasea la inversión extranjera.
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FOTOS: PRESIDENCI­A CEDOC. INFOGRAFÍA­S: FERNANDO SAN MARTÍN.
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Por JOSEPH E. STIGLITZ *
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Por MARTÍN GUZMAN *
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FOTOS: CEDOC. INFOGRAFÍA­S: FERNANDO SAN MARTÍN.
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DEBUT. El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, en el inicio de las negociacio­nes con la jefa del FMI, Christine Lagarde.
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FOTOS: AFP. INFOGRAFÍA­S: FERNANDO SAN MARTÍN.

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