El crujir de la balsa europea:
Los inauditos gobiernos en Italia y España amplían las dudas sobre la marcha de la UE.
los inauditos gobiernos en Italia y España amplían las dudas sobre la marcha de la UE. Por Claudio Fantini.
Europa
parece una barca que cruje entre tempestades. La sacuden las olas provocadas por Trump contra las alianzas noroccidentales, y las olas que impulsa Rusia para causar el naufragio de la Unión Europea (UE). Italia y España son, por estas horas, las partes más crujientes de la barca europea. En términos económicos, representan realidades contrapuestas. Italia es una muestra del fracaso del ajuste para generar crecimiento económico vigoroso, mientras que España es uno de los pocos casos en los que el ajuste impulsó el crecimiento de la economía.
Ese era el músculo vigoroso de Mariano Rajoy. Su flanco débil fue la corrupción del Partido Popular, ese talón de Aquiles al que disparó con puntería Pedro Sánchez; aunque sin la ayuda de partidos separatistas y anti-sistema, el flechazo no habría tenido la fuerza letal que abatió al gobierno conservador.
ITALIA. Por el contrario, en la bota la economía fue el flanco débil de los partidos europeístas que terminaron barridos por la extrema derecha y por el anti-sistema. Las desplazadas fuerzas partidarias de la UE son el Partido Democrático, reciclaje del ala centroizquierdista de la coalición pentapartita que en el siglo 20 llevó a Italia al desarrollo pero la intoxicó de corrupción; y Forza Italia, el armado en el que Silvio Berlusconi introdujo la centroderecha de aquella gran alianza que condujo Giulio Andreotti y terminó arrasada por la ola anticorrupción llamada “Mani Pulite”. Ambas fuerzas defendieron la alineación con Bruselas, la continuidad del euro y el ajuste como revitalizador económico.
Pero como el esperado fortalecimiento de la economía no llegó a hacerse sentir en el bolsillo de los italianos, la centroderecha y la centroizquierda “euristas” y “europeístas” se derrumbaron, allanando el camino a la extrema derecha y al anti-sistema. De ese modo, quedaron en el centro del escenario político la Liga y el Movimiento 5 Estrellas.
Berlusconi pensaba reeditar los gobiernos de coalición que incluían a la extrema derecha, al tiempo que la atenuaba porque era él quien encabezaba esas administraciones que mantenían a Italia dentro de los lineamientos de la UE. Pero esta vez,
el más votado en la derecha no fue Forza Italia sino la Liga, descendiente de la Liga Norte, que a su vez descendía de la Liga Lombarda con la que Umberto Bossi quiso partir el país a la altura del Río Po para “liberar” al rico norte italiano de la “Roma ladri” y del sur pobre.
QUIEBRE. Con Matteo Salvini a la cabeza, esa fuerza política norteña se nacionalizó, quitando la palabra “Norte” de su nombre para llamarse simplemente Liga, aunque siguió siendo xenófoba y extremista. Salvini se identifica con Viktor Orban, el ultranacionalista que gobierna Hungría, con el Frente Nacional francés y con Vladimir Putin, agregando recientemente en su lista de referentes admirados a Donald Trump.
El Movimiento 5 Estrellas es una fuerza anti-sistema difícil de colocar en la izquierda o la derecha, pero claramente euroescéptica. La diferencia con la Liga es que los “grillistas” (por Beppe Grillo, el fundador del M5E) son fuertes en el sur, cuya población es despreciada por el partido de Salvini, que tiene su bastión en el norte.
Lo que hay en común entre los nuevos socios, además del ansia por dejar el euro y resucitar la lira, es que tienen a la Rusia de Putin como referente.
El jefe del Kremlin mueve todo lo que está a su alcance para que Europa se llene de gobiernos anti-UE y anti-Alemania. El discurso de los líderes de la nueva administración describe a Italia como una “colonia de Alemania” y propone un acerca- miento a Moscú.
El presidente Sergio Mattarella rechazó la primera propuesta de gobierno que presentó la alianza ultraderechista-antisistémica, porque nombraba ministro de Economía al octogenario anti euro Paolo Savona. Por ese rechazo, Salvino y Di Maio amenazaron con promover la destitución del jefe de Estado, pero finalmente decidieron llevarle una nueva propuesta. Y Mattarella la aceptó, aunque está a la vista que es el mismo gobierno, apenas maquillado. En definitiva, desde la cartera que terminó recibiendo (Asuntos Europeos), Savona también podrá torpedear la relación entre Roma y Bruselas.
¿En qué se asemejan y en qué diferencian los nuevos gobiernos de Italia y España? Se asemejan en que los dos parecen engendros inauditos, mientras que se diferencian en que el italiano es un gobierno bicéfalo, mientras que el español tiene una sola cabeza, aunque colocada sobre un hombro anti-sistema y un hombro separatista.
En el monstruo bicéfalo italiano, al cargo de primer ministro lo ocupó Giuseppe Conte, un personaje ignoto del que los italianos sólo saben que le presentó al presidente un currículum académico inflado con títulos inventados. Nadie espera que ese profesor de Derecho tome alguna decisión que no le sea dictada por Salvini o Di Maio. La pregunta es si pueden entenderse esas dos cabezas que, desde los ministerios del Interior y de Trabajo, darán las órdenes que Conte ejecutará son chistar.
ORDEN. Una pregunta similar ronda España desde que Pedro Sánchez juró ante uno de los pocos españoles que lo sobrepasa en estatura: el rey Felipe. Sánchez no es Giuseppe Conte, sino la verdadera cabeza del nuevo gobierno. Pero esa cabeza reposa sobre hombros incompatibles con el partido del mandatario. Uno es el hombro separatista, donde están los independentistas catalanes Esquerra Republicana y PdeCat, además de Euskal Erria Bildu, minúsculo y lejano resabio de Herri Batasuna, aquel brazo político que tuvo la ETA en su sangrienta lucha la secesión del País Vasco.
El otro hombro es anti-sistema: el partido Podemos, que nació de “los indignados” y luego cayó en una deriva ideológica en la que merodeó el chavismo.
Entre esos dos hombros hay una cabeza jibarizada por la última derrota electoral del PSOE, que lo dejó con una minoría escuálida. Cómo hará Pedro Sánchez para gobernar, tal como se comprometió, manteniendo el presupuesto que dejó Mariano Rajoy, sin que lo boicotee su socio anti-sistema. Y cómo hará para mantenerse fiel a la vocación de su partido por la unidad española, dependiendo de los votos de separatistas vascos y catalanes. Algunas de las tantas preguntas que crujen en la agrietada barca europea.