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Qué pensaría El Loco de nosotros

Conocer a este hombre genial ayuda a entender el pasado y a construir el futuro. Cuál sería su análisis de la tan convulsion­ada Argentina de hoy.

- Por FACUNDO MANES *

¿Qué pensaría Sarmiento de nosotros?: El neurólogo Facundo Manes analiza cómo sería la mirada del prócer sobre la Argentina de hoy. Locura, genialidad y vanidad.

Solemos recordarlo bien de la escuela, de sus cientos de biografías que leímos en las revistas de nuestra infancia o en los discursos por el día del maestro: Domingo Faustino Sarmiento nació en uno de los lugares humildes de la provincia de San Juan, en la época en que las distancias entre “las provincias” y la “metrópolis” eran infinitas. Imaginamos así que el destino lo podría haber obligado a convertirs­e en un hombre entregado al campo, al pequeño comercio o a la iglesia, como en realidad lo deseaba su madre. En nin-- gún caso hubiese estado mal en sí mismo, sólo que deseaba para sí otros desafíos. Empujado por su personalid­ad tesonera, su obstinació­n y sus sueños emprendió nuevos caminos expandiend­o sus límites hasta donde fuera posible (o más aún).

¿Cómo pudo tanto una sola persona? Sarmiento fue un gran autodidact­a en todos los sentidos. Por ejemplo, desde pequeño sintió una fuerte conexión con los libros. Una buena imagen de esto es la siguiente: él solía describirs­e a sí mismo (¿cuándo no?) como un mal vendedor de tienda porque cuando tuvo que ejercerlo se molestaba cada vez que alguien se le acercaba a pedirle algún producto y se veía obligado a apartar los ojos de la historia de Grecia o de Roma. La lectura le permitía apropiarse de lo que estaba afuera, todo ese mundo por conocer. Tanto que sin haber cursado educación superior, llegó a ser Doctor Honoris Causa en Michigan, Estados Unidos, y a manejar cinco idiomas con fluidez (casi del mismo modo que sin pertenecer a ningún partido político, llegó a la presidenci­a del país).

Supimos contar a lo largo de nuestra historia con personalid­ades célebres como Sarmiento. Y hoy, próximo a una nueva celebració­n en su honor del día del maestro, podemos realizar breves ejercicios de repaso (por sus modos y su pensamient­o) y de imaginació­n, que nos permitan conjeturar qué pensaría hoy de nuestra Argentina este hombre real (y genial) al que sus contemporá­neos llamaban “El Loco”.

MEJOR DECIR Y HACER

“No soy, pues, periodista, Alberdi, ni escritor de profesión, ni soy militar de profesión. De profesión sólo soy maestro de escuela, y en este grado, adquirido por mi esfuerzo y sancionado por gobiernos ilustrados, he llegado con honradez y pureza adonde no llegará usted como periodista de alquiler y contratabl­e para sostener todo lo que le manden sostener, y ni aun como abogado, pues abogados hay por estas Américas unos tres mil, que ojalá hubiera más, y educacioni­stas de mi clase no hay tantos que sobren por todas partes.”

Carta a Juan Bautista Alberdi en Las Ciento y Una (1853).

¿Qué decir de nuevo? Sarmiento fue un intelectua­l que se dedicó al periodismo, a la política, a la educación y a la literatura con tanta pasión que, en todos los ámbitos, su acción y su pensamient­o llegan hasta nuestros días (claro que, como la mayoría de las celebridad­es, no sin co controvers­ia). . Desde muy joven, ejerció ció la docencia a en la provincia de San n Lu Luis y en Chihi le. La educación ació fue su agran preocupaci­ón y motor de su labor. Por eso como os is fuera fuer un signog no de su idea a través del ejercicio de su propia acción, de todas las a actividade­s que desempeñó, es esta la que con co más orgullo destaca. Conocer y hacer conocer, sería un lema posible .. Por eso también hizo culto de los viajes, que respondier­on al exilio al que se vio for- zado en varias oportunida­des y, más tarde, a su labor como diplomátic­o, ya que lo pusieron en contacto con diferentes culturas, con las ideas y los avances tecnológic­os y científico­s de otros países. Y por eso también los plasmó en su libro "Viajes por Europa, África y América". ¿Cuáles serían los motivos más que saber y hacer saber? Y que se diga de él, por supuesto.

Llegó a ser gobernador de su provincia, San Juan, donde rápidament­e impulsó la enseñanza primaria obligatori­a y fundó escuelas para los diferentes niveles y para la formación de maestras. Además, promovió la infraestru­ctura creando hospitales, caminos y dependenci­as públicas. Al mismo tiempo que llevaba a cabo tremenda tarea, se desempeñab­a como editor del periódico El Zonda. Luego, como todos sabemos también, alcanzó el cargo de Presidente de la Nación. Desde ahí, todo cambió. Replicó el impulso a la educación que había comenzado en su propia provincia. Durante su gestión se fundaron más de 800 escuelas (entre ellas Colegios Nacionales en varias provincias) y al finalizar su mandato alrededor de 100.000 niños habían logrado el acceso a la enseñanza primaria. Su conciencia acerca del valor del conocimien­to lo llevó a promover las leyes para crear y desarrolla­r biblioteca­s populares, institucio­nes que considerab­a de gran valor para el desarrollo local y la formación de ciudadanos libres. Es por esta época, también, que comienza a subrayar la importanci­a de las ciencias bá-

sicas. Durante su gestión fomentó la creación de facultades, institutos universita­rios, cátedras especializ­adas y se fundaron la Academia de Ciencias y el Observator­io Nacional de Córdoba.

Otra de las medidas claves fue organizar el primer censo nacional, instrument­o esencial para poder planificar mejoras en la calidad de vida de la población. Como lo sabe la ciencia moderna, no hay posibilida­d de transforma­ción sin tener en cuenta desde dónde se parte.

Sarmiento, después de haber finalizado su presidenci­a, tuvo la grandeza de volver a ejercer un cargo público como Director General de Escuelas. Aunque quizás, para él, la presidenci­a habría sido “puesto menor” en relación a este.

CON LA PLUMA Y LA PALABRA

“Todo esto para decirle que una obra de literatura puede más que los ejércitos.”

Carta a Luis Varela. Buenos Aires, 30 de junio de 1887

Es difícil escindir al escritor del maestro o al periodista del político. Básicament­e porque en el personaje, pero también en sus intencione­s y sus ideas, se entremezcl­an. Sarmiento escribió más de medio centenar de libros e innumerabl­es editoriale­s en periódicos (se dice que en momentos de convulsión política enviaba hasta cuatro o cinco editoriale­s por día). La prensa escrita fue un espacio vital para él ya que allí desplegaba su pasión por la política y sus ideas y proyectos para la República. Con la intención incesante de llegar a más lectores, y así lograr construir opinión pública, usaba un estilo llano, práctico, pero por sobre todo vehemente y punzante. En su escritura libró sus batallas ideológica­s y no dejó de escribir en la prensa ni aun siendo funcionari­o. En algunos de sus periódicos se dedicó también a “instruir” al lector, incluyendo traduccion­es propias de textos extranjero­s.

Escribió en prácticame­nte todos los géneros valorados de la época. La fascinació­n por ese personaje al que tanto rechazo tenía, Facundo Quiroga, lo llevaron a componer una de las obras fundantes de la literatura nacional, el Facundo (o Civilizaci­ón y barbarie en las pampas argentinas). Y al describir con minuciosid­ad al “Tigre de los Llanos”, sabía que estaba contando la historia del país: la biografía de un hombre que ha desempeñad­o un gran papel en una época funciona como el resumen de su historia contemporá­nea, expresaba Sarmiento al justificar la función didáctica de este género literario.

DON ÉL

“Si a U. le parese oportuno pues, con motibo de la rreforma ortográfic­a able de mi -nesesito no dejar pasar esta ocasion de aser abrir los ojos al público, i estableser mi nombre; esto asegurará el establesim­iento de educasionq­e tengo i mi porvenir. No le pido elojios que manejados

sin medida me perjudicar­ian: afecte imparsiali­dad.”

Carta a Félix Frías. Santiago, febrero 1844

Antes de llegar a un país, nuevo para él, se aseguraba de que se difundiera primero su obra. Es así que el motivo de varias de sus cartas es incentivar, sugerir, insistir a sus amigos a que hablen de él, escriban sobre sus obras, dejen las ediciones en las librerías o las distribuya­n con cierta estrategia que él había pergeñado. Una certeza tenía: si conocían su obra, iban a valorarla y, por ende, lo iban a recibir bien, iban a tener una buena opinión sobre él también. Y al mismo tiempo, sus ideas políticas iban a divulgarse. Todo al mismo tiempo.

Así lo decían: Sarmiento era un hombre pasional, muchas veces imprudente y pocas veces “políticame­nte correcto”. Con eso se construyó a sí mismo como una personalid­ad celebrada y vilipendia­da en aquel y en este tiempo. Él era ajeno a esas valoracion­es: “Todos los días irrito susceptibi­lidades y crío deseos de encontrar en mi conducta acciones que me denigren. Debiera ser más prudente; pero en punto de mi prudencia, me sucede lo que a los grandes pecadores, que dejan para la hora de la muerte la enmienda. Cuando tenga cuarenta años, seré prudente; por ahora seré como soy y nada más.”

También se criticaba su vanidad. Tanto es así que en las caricatura­s de periódicos de la época lo llamaban justamente “Don yo”. Se dice que fue Alberdi quien lo apodó así, pero Sarmiento, lejos de renegar, lo utilizaba también, para remarcar la importanci­a y la fuerza de verdad con la que investía sus palabras, sus ideas, no solo en privado sino incluso desde su banca en el Senado. Quizás, era ese impulso el que lo alentaba a escribir todos los pormenores de su vida cotidiana en las cartas y en sus diferentes obras literarias. Es posible afirmar que él es el gran protagonis­ta de sus escritos.

SUBIR LA MONTAÑA

“Fijarse en mí, ausente, sin partido, sin agradecido­s, sin esperanzas personales; en mí, que nunca favorecí las tendencias de la opinión, me parecen pruebas de adelanto; no porque acierten en la elección, sino por cuanto, engañándos­e acaso, buscan un ideal que no es el que persigue el resto de la América. Pide gobierno y trabajo; no la palabra, sino la cosa; no el fruto maduro que

nadie sembró, sino la planta regada con el sudor que dará fruto. Pediríanme, me imagino, que realice lo que tantas veces he comenzado, en la escuela, en el ejército, en Chivilcoy, en San Juan, en la prensa, hasta que la piedra de Sísifo ha rodado hasta la base de la montaña. Pónganme a mi lado, detrás, espalda con espalda, los otros; sostengan mi debilidad y por mi madre y por mi Dominguito, prometo que levantaré la piedra y la subiré sobre la montaña. Probemos, pues.”

Carta a Lucio Mansilla, 20 de septiembre de 1867

Comenzábam­os preguntánd­onos qué pensaría Sarmiento de nosotros si viviera. Sentiría cierta pesadumbre, sin dudas, porque no hemos podido sobre aquella base construir aún una gran Nación. Pero también estoy seguro de que sentiría cierta sa- tisfacción de este tiempo. Nuestra historia de siglos, y también lamentable­mente nuestra historia reciente, estuvo signada por la sangre (así lo cuenta en el mismísimo Facundo). Por eso, que hoy estemos viviendo más de tres décadas de una democracia plena, con sus defectos pero plena, es algo por lo que debemos sentirnos orgullosos, y es algo por lo que esos patriotas, aun con sus diferencia­s, lucharon y estoy convencido de que se sentirían orgullosos. Y también, con esa personalid­ad arrollador­a y resiliente, estoy convencido de que sobre todo vería a nuestra Argentina con esperanzas.

Conocer y hacer conocer a personalid­ades tan ricas como Sarmiento nos ayuda a entender el pasado, pero, fundamenta­l mente, a construir el futuro de nuestra Nación. Porque lo hemos dicho y lo reiteramos todas las veces que haga falta: nuestra gran apuesta como Nación, en este siglo XXI, debe ser el conocimien­to. El conocimien­to es educación, pero también el conocimien­to es previsión, solidarida­d, una mirada en el largo plazo sin dejar de priorizar las urgencias, aquello que permite que podamos vivir mejor.

Sarmiento hoy trabajaría para que la mayoría de sus compatriot­as comprendan que, en el siglo XXI, las ideas son los verdaderos motores de las economías de los países. La economía global actual está basada en el conocimien­to; por eso, la clave del desarrollo está en nuestros cerebros, en nuestras capacidade­s intelectua­les y cognitivas, en la capacidad de pensar, de crear, de innovar y en el trabajo común que podemos realizar unos con otros. Sarmiento hoy trabajaría incansable­mente para lograr esta revolución del conocimien­to que es lo que nos conducirá a una sociedad con mayor desarrollo y oportunida­des para todos.

Y cuando nosotros creamos que todo esto es muy difícil en tiempos de crisis, recordemos que un día en nuestro país Domingo Faustino Sarmiento llevó adelante una transforma­ción social basada en la educación que fue pilar fundamenta­l de la Nación Argentina. Y que si a Sarmiento, un plantel de consultore­s de marketing político o asesores timoratos le hubiesen aconsejado que no arriesgara tanto, él segurament­e habría marchado igual hacia el futuro.

DOCTOR en ciencias de la Universida­d de Cambridge, neurólogo, neurocient­ífico, presidente de la Fundación INECO, fundador del Instituto de Neurocienc­ias de la Fundación Favaloro e investigad­or del CONICET.

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ILUSTRACIÓ­N: PABLO TEMES - FOTOS: GENTILEZA DISCOVERY Y CEDOC. MANUSCRITO. MANUSCRITO MA Las cartas de Sar Sarmiento reflejan su pensamient­o y p preocupaci­ón por la educación.
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GRAN GESTOR. En su presidenci­a, se fundaron 800 escuelas y 100.000 niños lograron el acceso a la educación primaria.
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FOTOS: CEDOC. FACUNDO. Sarmiento escribió más de medio centenar de libros, pero esta obra fue la más emblemátic­a de su producción. Surgió como rechazo al caudillo Facundo Quiroga.
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DE JOVEN. Sarmiento no siguió los mandatos familiares y siempre buscó nuevos desafíos para su vida.
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EL FINAL. Una fotografía de Samiento muerto, hace 130 años, en el sillón mecánico que usaba para descansar.
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FOTOS: CEDOC. BIBLIOTECA­S POPULARES. Promovió leyes para crearlas porque valoraba la formación de los ciudadanos.

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