Teatro: “La ventana de Ana Frank” de Gustavo Gersberg. Con Zoe Hochbaum.
“La ventana de Ana Frank” de Gustavo Gersberg. Con Zoe Hochbaum. Dirigida por Nicolàs Gil Lavedra. Usina del Arte, Caffarena 1. Vier. a las 20.
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“no se viene a bostezar ni a disfrutar pasivamente sino a pensar, reflexionar, irritarse, sobrecogerse, asustarse y enfadarse”, sostenía el belga Gerard Mortier, director artístico de grandes escenarios del mundo, cuando se refería a ver teatro. No se equivocaba. La terrible historia de Ana Frank, aquella adolescente alemana de ascendencia judía, condenada a morir, víctima del tifus y hambruna, en el campo de concentración nazi de Bergen-Belsen resulta un testimonio indispensable para rememorar. Como un trueno, su voz atraviesa uno de los períodos más infames de la historia del ser humano, para resonar, con la amplitud de un estruendo, en nuestro presente.
Su encierro, junto a sus padres Otto y Edith, la hermana mayor Margot, sumado al de un dentista y los tres miembros de la familia van Pels, en la parte trasera de la pequeña empresa que dirigía su padre, cuyo ingreso se disimulaba con una biblioteca, duró dos años y me- dio. En ese escondrijo del canal Prinsengracht, donde estas personas se hacinaban dentro de cuartos minúsculos, Ana escribió el célebre diario en el que volcó sus miedos, los nacientes sentimientos por el joven Peter van Pels, los conflictos con sus padres, su vocación de escritora y, sobre todo, los sueños que tenía.
En 1944, cuando la Segunda Guerra languidecía, fueron delatados, arrestados y trasladados a distin- tos campos de la muerte. Sólo Otto sobrevivió y al término del conflicto bélico, una de las personas que los protegió durante el tiempo en que permanecieron ocultos, le entregó lo que la muchacha había redactado. Lo editó y, tras ser publicado, se convirtió en uno de los libros más conmovedores sobre aquella guerra y la condición humana.
Con inteligencia y responsabilidad, el dramaturgo Gustavo Gersberg narra la historia de Eva, una joven semejante a Ana que enfrenta las injusticias cotidianas en nuestro atribulado presente. El soliloquio teatral es asumido con notable compromiso y sincera emoción por la actriz Zoe Hochbaum y dirigido con gran imaginación y mano firme por Nicolás Gil Lavedra, en un espacio escénico impecable de Carlos Di Pasquo. Propuesta de visión obligatoria que convoca al espectador a recordar. Nada menos.