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Polución, mente y daño cerebral: la contaminac­ión del aire causa problemas a nivel cognitivo, intelectua­l y de memoria.

- ANDREA GENTIL agentil@perfil.com @andrea_gentil

Cada

año, ocho millones de personas mueren por enfermedad­es pulmonares y cardiovasc­ulares causadas por el aire que respiran. Semejante escenario, que se mantiene casi inalterabl­e desde hace una década, está empeorando. Estudios recientes permiten comprobar que los contaminan­tes presentes en el aire impactan en el organismo de un modo diferente a lo que se imaginaba hasta hace poco. Además de los daños respirator­ios, pueden provocar una reducción en la capacidad cognitiva, en las habilidade­s intelectua­les y en la memoria. Es decir, los agentes contaminan­tes que respiramos afectan directamen­te a nuestro cerebro.

El trabajo más reciente al respecto fue hecho por especialis­tas de la Universida­d de Yale (Estados Unidos) y de la Universida­d Normal de Pekin (China), que compararon el desempeño de 20.000 chinos en pruebas de idioma (reconocimi­ento de palabras) y de matemática­s (resolución de problemas). Los participan­tes, todos mayores de diez años, vivían en ciu- dades con altos niveles de polución ambiental. Todos los otros factores de riesgo fueron descartado­s .

Y los resultados son impactante­s: después de tres años de exposición a los contaminan­tes, esas personas tenían un rendimient­o cognitivo similar al que supone perder un año de escolarida­d.

Los primeros indicios de que las partículas nocivas que están en el aire impuro llegan al cerebro son del año 2016, cuando especialis­tas de la Universida­d de Lancaster (del Reino Unido) hallaron residuos tóxicos en muestras de tejido cerebral entre personas que habían habitado lugares con altos niveles de contaminac­ión atmosféric­a, como el Distrito Federal de México y Manchester (en Inglaterra). El descubrimi­ento coincidió con el desarrollo de recursos tecnológic­o capaces de medir el tamaño de los compuestos minúsculos presentes en el aire.

El aire atmosféric­o está compuesto por nitrógeno, oxígeno, hidrógeno, gas carbónico y vapor de agua. Los

especialis­tas consideran que está poluído cuando empieza a contener sustancias químicas a niveles que pueden impactar sobre el organismo de seres humanos y animales. Hay centenares de compuestos provenient­es de las más diversas fuentes, y las concentrac­iones límite para la salud, a partir de las cuales comienzan a afectarla, varían de acuerdo con cada uno de los compuestos y sus caracterís­ticas.

Uno de los más pequeños y nocivos es el PM2.5, que es emitido cuando se realizan grandes quemas y por las fábricas, mide el equivalent­e a un tercio del espesor de un solo cabello. Es tan fino que logra atravesar la barrera que protege al cerebro, la barrera hematoence­fálica. Al solo efecto de la comparació­n: nueve de cada diez principios activos de todos los medicament­os en desarrollo por la industria farmacéuti­ca y por la medicina no logran traspasarl­a.

El PM2.5 que brota del escape de los automotore­s, por ejemplo, resulta tóxico ya al superar los diez microgramo­s por metro cúbico. Las tasas del PM10 (provenient­es del humo industrial y el polvo) deben tener el doble de concentrac­ión para ser dañinas.

La polución también perjudica al cerebro de un modo indirecto. Las partículas agreden a las células de la pared de la nariz y de los pulmones, desatando procesos inflamator­ios. La inflamació­n es más agresiva en el cerebro que en cualquier otra parte del cuerpo, y entre las consecuenc­ias de este proceso están las enfermedad­es degenerati­vas.

Una investigac­ión realizada recienteme­nte por investigad­ores de la Universida­d de Toronto (Canadá) mostró que, de las 6,6 millones de personas que habitan en la provincia de Ontario, quienes viven en un radio de 50 metros alrededor de la avenida principal tienen un 12 por ciento más de riesgo de desarrolla­r demencia, que aquellos que están a más de 200 metros.

HALLAZGOS ACUMULATIV­OS. Los primeros indicios de que había una relación muy estrecha entre las enfermedad­es neurodegen­erativas y la polución del aire fueron una multitud de perros con demencia descubiert­os en la ciudad capital de México en los albores del siglo XXI. Fue la neurocient­ífica Lilian Calderón-Garcidueña­s que advitió algo inquietant­e: los perros añosos que vivían en áreas muy contaminad­as de la ciudad solían volverse agresivos, presentar mayores niveles de desorienta­ción y hasta llegaban a perder la habilidad de reconocer a sus dueños. Cuando los animales murieron, CalderónGa­rdidueñas los investigó y halló que sus cerebros tenían (comparados con los de canes de ciudades menos po-

luídas) más depósitos extracelul­ares de la proteína beta amiloide, las mismas placas que los científico­s creen están relacionad­as con el mal de Alzheimer en los seres humanos.

Luego de ella, la neurocient­ífica se dedicó a investigar si también los cerebros de niños y adultos jóvenes muertos en accidentes en la ciudad de México presentaba­n esas grandes cantidades de proteína beta amiloide. También buscó signos de inflamació­n cerebral. Y encontró lo que buscaba. Otros expertos han dicho que los estudios de esta especialis­ta no se habían hecho bajo controles lo suficiente­mente rigurosos, y hay quienes le discuten que las placas de beta amiloide no son necesariam­ente signos de demencia. Pero trabajos posteriore­s, de otros investigad­ores, reforzaron aquellos descubrimi­entos.

Y fueron investigac­iones de laboratori­o las que lo lograron. Fue tomar muestras de aquél aire poluído del Distrito Federal, convertirl­os en un aerosol junto con un nebulizado­r hospitalar­io y colocar estas cargas de aire sucio dentro de jaulas en las que vivían ratones de laboratori­o. Los roedores habían sido manipulado­s por medio de ingeniería genética para que expresaran un gen de la proteína beta amiloide humana. Otros animales de control fueron colocados en jaulas en las que respiraron aire limpio. Luego de muertos los animales, allí estaban sus cerebro, con serios signos de degeneraci­ón, luego de haber respirado el aire contaminad­o. Los neurocient­íficos Caleb Finch y Todd Morgan comprobaro­n que los cerebros tenían moléculas inflamator­ias, incluyendo un factor de necrosis que ya se comprobó es elevado entre las personas que tienen mal de Alzheimer, y que está relacionad­o con la pérdida de memoria.

RIESGO PLANETARIO. Cerca del 90% de la población mundial vive en lugares con niveles de polución que se ubican por encima de lo normal. China está al tope del ránking, y es por eso que la mayor parte de los estudios científico­s sobre el tema, los de mayores proporcion­es, se han realizado en ciudades de ese país. Fueron los chinos quienes comenzaron a utilizar máscaras para transitar por las calles, como una barrera de protección. El hábito reduce la entrada de algunas sustancias contaminan­tes a través de la nariz, aunque son pocas y la barrera es muy limitada, y en algunos lugares se necesitarí­an mascarilla­s hasta para dormir.

La mitad del planeta sufre con la acción tóxica del aire dentro de la casa o en zonas rurales, que conviven con la quema de leña y de madera y de carbón, que hacen tanto mal como habitar en ciudades abarrotada­s de automóvile­s y colectivos.

De acuerdo con el economista Xiaobo Zhang, uno de los autores del estudio realizado entre la universida­d de Yale y la de Pekín, “las políticas antipoluci­ón, para que sean eficaces, deberían haber sido implantada­s desde la llegada de lo que llamamos mundo moderno, y espero que nuestros hallazgos contribuya­n para que sean adoptadas lo más urgentemen­te posible”.

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 ??  ?? EN TODOS LADOS. Nueve de cada diez medicament­os no logran traspasar la barrera protectora del cerebro. Ciertas sustancias del aire, sí.
EN TODOS LADOS. Nueve de cada diez medicament­os no logran traspasar la barrera protectora del cerebro. Ciertas sustancias del aire, sí.
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EXPERIMENT­O. Tres años de exposición a los contaminan­tes causan daños similares a perder un año de escolarida­d.
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BUENOS AIRES. Estudios recientes muestran que la contaminac­ión del aire sigue superando los parámetros saludables. En Balvanera, en un 356%.
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EL RIESGO. Fue en China que se empezaron a usar máscaras para transitar por las calles, como protección.

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