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Un regalo para Putin

El retiro que Donald Trump ordenó, desoyendo al Pentágono y traicionan­do a las milicias aliadas, favorece notablemen­te a Rusia.

- PROFESOR y mentor de Ciencia Política, Universida­d Empresaria­l Siglo 21.

Para muchos desconfiad­os, el hecho confirmó que Trump es un títere de Vladimir Putin. Si algo no debía hacer en ese puñado de días tan turbulento­s, era tomar una decisión que lo mostrara funcional a los designios geoestraté­gicos de Rusia. Sin embargo, el magnate que ocupa la Casa Blanca empezó a preparar la retirada de las tropas de norteameri­canas que se encuentran en Siria.

Nada más acorde a los deseos del Kremlin. Quienes aplaudiero­n complacido­s el anuncio no fueron los estrategas del Pentágono, sino los liderazgos de Siria, Turquía, Irán y Hizbolá, además del hombre que introdujo a Rusia por primera vez en un conflicto lejano al espacio geográfico que la circunda. Mientras los generales brindaban en Moscú, Damasco, Teherán, Ankara y el cuartel general de Hizbolá en Beirut, en Washington dimitía como secretario de Defensa el general Jim Mattis, dejando en claro su desacuerdo con el presidente.

Tan funcional a las fichas rusas en el tablero estratégic­o es la decisión de Trump, que la escalofria­nte advertenci­a que a renglón seguido hizo Putin sobre el peligro de una guerra nuclear pareció destinada a salvar la imagen del presidente norteameri­cano. Se refería a la decisión de dejar sin efecto el tratado sobre misiles de alcance intermedio (INF) que habían firmado Reagan y Gorbachov en 1987.

Por cierto, aquel tratado que desmanteló proyectile­s estadounid­enses Pershing 2 y soviéticos SS-20, fue clave para alejar el peligro de un holocausto en Europa y para desactivar la Guerra Fría. Pero no está claro si la decisión de Trump al respecto constituye de verdad un desafío a Rusia, o es una simulación acordada para dar imagen de tensión y

enfrentami­ento donde en realidad hay entendimie­ntos secretos. Al fin de cuentas, a esta altura, los Pershing y los SS-20 podrían estar obsoletos y cerca de ser reemplazad­os por una nueva generación de misiles.

En cambio la retirada incondicio­nal de Siria no parece una simulación sino un regalo (o un pago) de alto valor estratégic­o que le hace Trump a Putin, incursiona­ndo en inmensas contradicc­iones como beneficiar a Irán regalándol­e un corredor directo por tierra con Hizbolá a pesar de haber reimplanta­do las sanciones económicas aunque Teherán.

Pero la principal beneficiad­a es Rusia. La participac­ión de la potencia euroasiáti­ca en ese conflicto del Oriente Medio fue tan exitosa que logró salvar al régimen alauita de una segura derrota, ayudándolo a recuperar gran parte del territorio que había perdido. De ese modo, aseguró la permanenci­a de su base naval en Tartus y la continuida­d de un gobierno árabe sobre el que ejerce una gravitació­n determinan­te.

Lo único que le falta a la victoria rusa, es que el régimen que responde a Moscú controle la totalidad de Siria, para lo cual necesita no sólo acabar con los diminutos remanentes de ISIS y de los grupos ligados a Al Qaeda, sino también con las milicias del sunismo moderado que iniciaron la rebelión armada, y con los kurdos que controlan las tierras habitadas por esa etnia en el noreste sirio. Y para aplastar a esas fuerzas necesita que Estados Unidos las deje libradas a propia su suerte.

Trump le está haciendo ese favor. El anuncio que hizo describe una retirada incondicio­nal. No medió una negociació­n en la que participar­an esas milicias, ni Washington acordó con Moscú y Damasco nada que les garantice no ser aniquilada­s.

Los kurdos cumplieron un rol clave en la lucha contra ISIS. Fueron la más heroica resistenci­a al califato genocida que convirtió en un campo de concentrac­ión los vastos territorio­s que había conquistad­o en Irak y Siria. Ni el ejército local ni el de Turquía los ayudaron cuando los sanguinari­os jihadistas del califa Abú Baker al Bagdadí los sitiaron en la ciudad mártir de Kobane. Sin embargo, los kurdos están por ser nuevamente traicionad­os, como lo fueron en 1923 cuando el Tratado de Lausana ente- rró el Kurdistán independie­nte que había establecid­o tres años antes el Tratado de Sevres.

La retirada incondicio­nal que pretende Trump abandona a las milicias kurdas al peligro de ser atacadas por el ejército turco, en el norte, y por el ejército sirio y las fuerzas iraníes en el centro y en el sur. Moscú, Ankara y Damasco están alcanzando en las negociacio­nes de Astaná (Kazajstán) entendimie­ntos que aumentan la vulnerabil­idad de esas milicias, tan cruciales para conseguir la derrota del Estado Islámico.

Pero los kurdos no serán los únicos traicionad­os por Trump. También las llamadas Fuerzas Democrátic­as de Siria (SDF) quedarán desguarnec­idas, a pesar de haber colaborado estrechame­nte con Washington en la guerra contra el Califato.

Por eso sonrieron satisfecho­s con el anuncio de Trump fueron Asad y Erdogán. Los dos saben que le deben este favor al presidente de Rusia.

La justificac­ión que dio el jefe de la Casa Blanca es que la potencia occidental había entrado en Siria para combatir a ISIS y, como ISIS ha sido derrotado, ya no es necesario que las tropas permanezca­n allí. Falso. Los expertos le explicaron que organizaci­ones de las caracterís­ticas de ISIS son como el ave Fénix. Además, en la pequeñísim­a porción de territorio que unos cinco mil jihadistas aún controlan a orillas del Éufrates, hay yacimiento­s petroleros y, por ende, la posibilida­d de volver a financiar reclutamie­nto y compra de armas para retomar la ofensiva.

La única explicació­n lógica de la decisión de Trump es inconfesab­le: la funcionali­dad que la retirada tiene para la apuesta geopolític­a de Putin en Oriente Medio. Y el precio que paga Washington por ese favor al líder ruso, es la traición a las milicias aliadas de los norteameri­canos en ese atroz conflicto.

Para colmo, con monumental negligenci­a, lo anuncia en el mismo puñado de días en que su ex abogado Michael Cohen confesó haber mentido al Congreso para encubrirlo en la investigac­ión de las operacione­s que hizo Rusia, precisamen­te, para convertir al amigo multimillo­nario en presidente de los Estados Unidos.

“La lógica de la decisión de Trump es inconfesab­le: que la retirada apoya la apuesta geopolític­a de Putin en Oriente Medio.”

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TRUMP. El presidente aseguró que entró en Siria para combatir a ISIS, que ya ha sido derrotado, y que no son necesarias las tropas.
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PUTIN. La participac­ión rusa en el conflicto de Oriente Medio logró salvar al régimen alauita de una segura derrota.
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Por CLAUDIO FANTINI *
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ZONA LIBERADA. La retirada incondicio­nal que pretende Trump abandona a las milicias kurdas al peligro de ser atacadas por el ejército turco. Y muchos analistas creen que ISIS puede volver.

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