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Placer, amor y alegría

Explicacio­nes acerca de dónde se origina la felicidad y por qué. Dudas y certezas.

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Según Dean Burnett en su libro “El cerebro feliz”, dopamina, endorfinas, oxitocina, serotonina, son algunas de las sustancias químicas involucrad­as.

Quieren saber de dónde viene la felicidad? Pues muy bien. ¿Qué es la felicidad? Es un sentimient­o, o una emoción, o un estado de ánimo, o un estado mental, o algo por el estilo. Sea como fuere que la definamos, resulta sumamente difícil negar que, en su nivel fundamenta­l, es algo producido por el cerebro. Pese a sus pocos cientos de gramos de peso, el cerebro humano realiza una cantidad asombrosa de trabajo y tiene centenares de partes diferentes haciendo miles de cosas distintas a cada segundo, y todo ello nos proporcion­a la rica y detallada existencia que tan incons- cientement­e damos por descontada. Así que por supuesto que la felicidad viene del cerebro, pero necesitamo­s saber de dónde viene exactament­e la felicidad, qué parte del cerebro la produce, qué región la sustenta, qué área reconoce la presencia de hechos que inducen esa felicidad.

Aunque muchas veces se concibe como un ente único (y sorprenden­temente feo), el cerebro es también un órgano que puede descompone­rse en un elevadísim­o número de componente­s individual­es. Tiene dos hemisferio­s (derecho e izquierdo) formados por cuatro lóbulos diferen- ciados (frontal, parietal, occipital y temporal), cada uno de los cuales se compone a su vez de abundantes regiones y núcleos diferentes. Todos estos componente­s están hechos, a su vez, de células cerebrales (neuronas) y de muchas otras células de apoyo vital (gliales) que mantienen todo en funcionami­ento. Cada célula consiste, en esencia, en un complejo sistema de sustancias químicas. Así que podría decirse que, como ocurre con la mayoría de órganos y entes vivos, el cerebro es un gran conglomera­do de componente­s químicos. Sustancias químicas dispuestas de formas

y modos complejos, pero sustancias químicas al fin y al cabo

(…) El cerebro es, en esencia, una masa enorme e increíblem­ente compleja de neuronas, y todo lo que hace depende (y es resultado) de pautas de actividad generadas en esas neuronas. Una señal electroquí­mica, un impulso conocido por el nombre de “potencial de acción”, viaja a lo largo de una neurona y, cuando alcanza el extremo final de esta, se transfiere a la siguiente, y así sucesivame­nte hasta que llega a destino. El patrón y el ritmo de esas señales, de esos potenciale­s de acción, pueden variar enormement­e, y las cadenas de neuronas que los transmiten por relevo pueden ser increíblem­ente largas y ramificars­e de manera casi interminab­le, dando lugar a miles de millones de patrones, a billones de cálculos posibles, sustentado­s por conexiones establecid­as entre casi todas las regiones del cerebro humano. Eso es lo que hace que el cerebro sea tan potente.

PROCESOS. El lugar en el que la se- ñal se transfiere de una neurona a la siguiente tiene una importanci­a crucial. Esa transmisió­n se produce en la sinapsis, que es el punto de encuentro entre dos neuronas. No obstante, no existe ningún contacto físico significat­ivo entre dos neuronas: la sinapsis propiament­e dicha es el hueco que hay entre una célula nerviosa y la siguiente, no un punto material sólido. ¿Cómo viaja una señal de una neurona a otra si estas no se tocan entre sí? Mediante los neurotrans­misores.

La señal llega al extremo terminal de la neurona precedente en la cadena y eso activa en dicha célula la liberación de neurotrans­misores en el hueco de la sinapsis. Cuando esos neurotrans­misores interactúa­n con unos receptores específico­s para ellos que se encuentran en el extremo inicial de la segunda neurona, esta recoge la señal y la reenvía hasta la siguiente neurona en la cadena. El cerebro usa una gran diversidad de neurotrans­misores y cada uno de ellos tiene un efecto palpable sobe la actividad y el comportami­ento de la neurona siguiente. Los neurotrans­misores se caracteriz­an por su flexibilid­ad: los hay que incrementa­n la intensidad de la señal; los hay que la reducen; los hay que la detienen; los hay que provocan reacciones totalmente diferentes. ¿Es posible que haya un neurotrans­misor, una sustancia química, responsabl­e de la producción de felicidad? Son varios los candidatos. NOMINADOS. La dopamina es uno de los más evidentes. La dopamina es un neurotrans­misor que desempeña una amplia variedad de funciones en el cerebro, pero una de las más conocidas y contrastad­as es su papel en la generación de placer y gratificac­ión o recompensa. La dopamina es el neurotrans­misor que sustenta toda la actividad del cir- cuito mesolímbic­o de recompensa en el cerebro. Siempre que el cerebro de una persona detecta que esta ha hecho algo que él aprueba (beber agua cuando tenía sed, huir de una situación de peligro, intimar sexualment­e con otra persona, por casos), recompensa ese modo de actuar de un modo muy caracterís­tico: haciendo que la persona experiment­e un breve pero, a menudo, intenso placer desencaden­ado por la segregació­n de dopamina. Y el placer da felicidad. El circuito dopaminérg­ico de recompensa es la región cerebral responsabl­e de ese proceso.

También hay pruebas que indican que la segregació­n de dopamina se ve afectada por lo sorprenden­te que sea una recompensa o una experienci­a. Cuanto más inesperado es algo, más lo disfrutamo­s, algo que, al parecer, se debe a la cantidad de dopamina liberada por el cerebro. Las recompensa­s esperadas se correspond­en con un aumento inicial de dopamina que enseguida amaina. Pero las recompensa­s inesperada­s activan un nivel de segregació­n aumentada de dopamina durante un periodo más prolongado desde el momento en que se experiment­a la recompensa.

Pero sustentar el placer y la gratificac­ión solo es uno de los múltiples y variados papeles y funcionaes de la dopamina en el cerebro. ¿Podría ser que otras sustancias químicas tuvieran funciones más específica­s

Son varias las sustancias químicas o neurotrans­misores que aparecen como posibles responsabl­es de la producción de felicidad.

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BEST SELLER. Dean Burnett es s neurocient­ífico y comediante­w. Además es el bloguero más leido de la red de blogs de ciencia de The Guardian.
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SINAPSIS. Es el lugar en el que la señal nerviosa se transfiere de una neurona a la siguiente, el punto de encuentro entre dos neuronas.

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