PREMIOS Y FALTA DE PRESUPUESTO
El año fue, para la ciencia argentina, una mezcla agridulce de satisfacciones y preocupaciones, de deseo y decepción casi permanentes. Científicos argentinos fueron premiados en el exterior una y otra vez, reconocidos como los más importantes de América Latina en diversos campos, incluidos en Academias de Ciencia del primer mundo y distinguidos con premios como la medalla Lorentz, que puede ser considerada como la antesala a un potencial premio Nobel (en este caso, el reconocido fue el físico Juan Maldacena).
El cierre del año estuvo marcado por el hecho de que tres investigadores argentinos fueron los únicos latinoamericanos elegidos para recibir el Premio de la Academia Mundial de Ciencias (TWAS), organismo internacional con sede en Italia que busca promover la capacidad y excelencia científica de los países en desarrollo.
Se trata de Alejandro Schinder, director del Laboratorio de Plasticidad Neuronal y Presidente de la Fundación Instituto Leloir (FIL); Noemí Zaritzky, exdirectora del Centro de Investigación y Desarrollo en Criotecnología de Alimentos (CIDCA), que depende del CONICET, de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires; y Esteban Jobbágy, fundador del Grupo de Estudios Ambientales en el Instituto de Matemática Aplicada San Luis, dependiente del CONICET y de la Universidad de San Luis (UNSL).
Mientras eso sucedía, cinco de los ocho integrantes del directorio del Conicet hicieron pública el 27 de diciembre una dura declaración donde expresaron su preocupación por el deterioro sostenido del sistema científico y tecnológico durante los últimos tres años. "La mayoría de las Unidades Ejecutoras terminarán el año con un financiamiento de sólo el 40% de lo prometido, y es importante que se sepa que esto no responde a caprichos del Directorio, sino al efecto selectivo que los aumentos de tarifas han tenido en el organismo".