La muerte le sienta bien:
la tecnología permite que artistas fallecidos vuelvan a tocar en vivo y hasta hacer giras. Shows de hologramas.
Revivir a los muertos: una obsesión humana. A través de los años, cientos de relatos e historias jugaron con la idea –por ahora imposibledel retorno a la vida. Y ahí donde la ciencia no tiene respuestas, a veces el entretenimiento sí: hace algunas semanas se anunció una nueva gira mundial de Amy Winehouse, la cantante fallecida el 23 de julio del 2011. La cura a la muerte: un holograma. Porque si el humano todavía no puede resucitar, al menos se puede simular.
TUPAC. Todo comenzó en 2012: en el show del rapero Snoop Dogg y el productor Dr. Dre ocurrió lo imposible: Tupac Shakur, el mítico rapero que había muerto más de quince años antes, caminó el escenario una vez más, como un zombie digital a la conquista del mundo real. Cantó, bailó, interactuó con el público y sus compañeros de escena: estaba ahí, vivo de nuevo. Por primera vez en la historia un holograma se presentaba en un escenario musical frente a una audiencia multitudinaria. Uno de esos quiebres que corren la barrera entre lo posible y lo imposible.
Sin embargo, la logística del evento no fue tan sencilla. Para empezar, el propio Dre debió lograr el permiso de la madre de Tupac. Y luego desembolsar unos cuatrocientos mil dólares para que la empresa AV Concepts desarrollara un muestreo digital del músico que permitiera devolverlo a las pistas. A partir de ahí, esperar: la alquimia tecnológica detrás de los hologramas necesita tiempo y paciencia.
Por ejemplo, el trabajo detrás del holograma de Michael Jackson en los Billboard Music Awards del 2014 tomó más de medio año de desarrollo. Porque la información parece inabarcable y el tiempo siempre es-
casea. Cada dato, cada video, cada foto recolectada construye una célula más en el camino por crear el avatar digital perfecto.
Jeff Pezzuti, CEO de la empresa Eyellusion, una de las más importantes en esta tecnología, explica: “recorremos archivo por archivo y todas sus fotos. Luego construimos varios modelos físicos que se pueden escanear y animar”. Entonces, para digitalizar a Jackson, se evaluó su danza, el ángulo de su cabeza al bailar, los movimientos de su boca y sus pies. Todo.
CIENCIA. Aunque la idea del holograma remita a la ciencia ficción, sus orígenes científicos tienen más de 150 años: un ingeniero inglés llamado Henry Dircks descubrió una proto-tecnología de la forma en la que se encuentran las grandes ideas: de casualidad. Por la gracia de un juego de espejos fortuitamente orientados, descubrió que al proyectar una imagen sobre una lámina de vidrio colocada a 45 grados pueden crearse ilusiones ópticas a las que llamó "Fantasmagoria de Dircksian".
Algunos años después, en 1862, el científico Henry Pepper desarrolló el sistema que, con algunos ajustes, se mantuvo hasta la actualidad. A saber: una imagen se proyecta hacia un espejo ubicado en un ángulo específico sobre el piso del escenario. Luego, su reflejo toma lugar en una pantalla de aluminio por la que los hologramas aparecen. Todo es un gran truco de magia: tan sencillo como inexplicable.
Pero en el desarrollo de las nuevas tecnologías, sobre todo las que abren nuevos modelos de negocios, siempre habrá problemas legales. Aunque en esta oportunidad, con un inconveniente: los derechos de los muertos siempre están en discusión.
Al momento de crear un holograma para la industria musical no sólo están en juego los derechos de autor, también los de imagen, nombre, marca, y hasta los bailes: todo está su- jeto a aprobación de los apoderados legales de la figura en cuestión. Pero todavía más, porque la pregunta es la misma de siempre: ¿es ético traer de vuelta a los muertos, aunque sea en forma de holograma?
La respuesta siempre está justificada en el entretenimiento. El entretenimiento y el negocio: “nunca vas a hacer felices a todos”, resume Leslie Richin, editora de Billboard. “Pero si la demanda está ahí y la aprobación también, ciertamente veremos más hologramas en el futuro”.
Porque esa es la palabra clave: futuro. Y Pezzuti también lo sabe y lo repite obsesionado: “se ha abierto una nueva frontera en la música y nosotros creemos que es el futuro”.
CARRERA. Como siempre todos corren detrás de la última innovación: abierta la puerta de los hologramas en el mundo del entretenimiento, las posibilidades nacientes son enormes y urgentes. Entonces, por ejemplo, Eyellusion, que en los últimos tiempos se ha encargado de la creación digital de Ronnie James Dio y Frank Zappa, se ha asociado con popes de la industria de los efectos especiales como Scott Ross –ex miembro de Lucas Films y fundador de Digital
“Recorremos archivo por archivo de todas sus fotos. Luego construimos varios modelos físicos que se pueden escanear y animar.”
Domain, la empresa encargada de la película Avatar- y ha invertido millones y millones de dólares en la difusión pública de la industria del holograma. Y la apuesta es grande porque el cambio de paradigma puede serlo todavía más.
James Rock, otro de los jugadores de la industria por ser dueño de la importante empresa Musion Systems, visualiza el futuro bajo la comparación de la relación entre el teatro y el cine. Y la lógica parece acertada: ahí donde el teatro está vivo, es orgánico y sucede en un espacio y tiempo, el cine llega enlatado, inmutable y puede ocurrir en todo lugar y a toda hora. Como en la industria vecina, la música parece estar transitando esa evolución: “no creo que los hologramas remplacen jamás a las actuaciones en vivo, pero no olvidemos que el mundo es un lugar muy grande. Pienso que la historia terminará como cuando preguntas ‘¿querés ir al teatro o preferís ir al cine?’”.
La verdad es que la virtualidad ya ha copado la industria de la música con la velocidad de un click. Por nombrar un ejemplo, Miku Hatsune se ha convertido en una de las artistas más famosas de Japón –y amenaza con abarcar el mundo entero- siendo tan sólo una simulación digital.
Lo cierto es que, aunque tal vez se haya conquistado el contenido, todavía no se ha encontrado del todo el formato.
James Rock está convencido que es cuestión de tiempo: “si vas a ver una performance virtual y la gente sobre el escenario se ve como si realmente estuviera allí, estoy seguro que la gente pagaría una entrada. Tenemos nuestros detractores, que nos dicen que ‘nunca será tan bueno como algo real’”.
Y seguramente tengan razón. Aunque, nuevamente, tal vez el cambio sea algo parecido a no pedirle al cine lo que da el teatro. Encontrar el gusto en el holograma, su diferencial: ese es el verdadero desafío. Rock apuesta por un futuro, ahora sí, de ciencia ficción: “sería increíble tener una mini-performance en un pequeño salón o incluso en tu casa”. Sí, sería increíble. Pero la idea también parece pertenecer al futuro.