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LA GAITANA (1520-1560 aprox.)

- OJO POR OJO

Vivía en El Dorado, la actual Colombia, una cacica a la que llamaban la Gaitana. Durante esa época en que los españoles se dedicaron a “conquistar” América, la leyenda decía que ese lugar era una fuente inagotable de oro. Las noticias sobre El Dorado llegaron a oídos del conquistad­or español Pizarro, quien mandó una expedición a tomar la región y fundar allí varias ciudades.

Esto implicó el sometimien­to feroz de los habitantes de la zona y sus caciques, que se fueron resignando a las atrocidade­s de los conquistad­ores, quienes entre otras cosas los obligaban a pagar tributo al rey de España. Sin embargo, hubo un joven líder guerrero que no quiso someterse a esas decisiones. Su nombre era Buiponga, y era hijo de la Gaitana.

Los invasores no iban a tolerar que este indígena rebelde e insolente pudiera ser ejemplo para otros, y mandaron a arrestarlo para después quemarlo en la hoguera, a la vista de su madre. Mientras veía a su hijo morir en el fuego, la Gaitana –los ojos secos por el humo y el dolor– se desplazó lenta, como una cierva herida y brava, y huyó del mismo destino.

Dispuesta a vengar a su hijo y a tantos más de otras madres, la cacica armó su propio ejército, para el que reunió a seis mil guerreros con los que atacó las nuevas ciudades fundadas. En uno de estos ataques tomó prisionero al español que había dado la orden de quemar a su hijo. Le sacó los ojos y con una cuerda que le ató a la garganta, lo paseó por la ciudad como trofeo. Pero la lucha de la Gaitana no terminó cuando satisfizo su sed de justicia. Dándose cuenta de que había que hacer lo posible y lo imposible para detener a los feroces españoles, se alió con otro cacique para dar batalla. Juntos lograron mantener las armas en alto y redoblar los ataques. Sus enemigos no se quedaron atrás y enviaron una expedición de castigo. Sin embargo, no hubo suerte para el invasor y menos aún para Juan de Ampudia, el jefe de la tropa: todos ellos fueron expulsados y Ampudia acabó sus días con un lanzazo en el cuello. La leyenda de El Dorado que llegó a oídos de los españoles, hablaba de un cacique que cada año se bañaba en oro, al parecer en la bellísima laguna de guatavita, en la actual colombia. El codicioso Pizarro mandó a Sebastián de Belalcázar, uno de sus hombres, a explorar el soñado lugar, donde este fundó Cali y Popayán.

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