REMEDIOS DE ESCALADA (1797-1823)
“Por la libertad de mi pueblo he renunciado a todo. No veré florecer a mis hijos”, les dijo Micaela a las mujeres andinas que la apoyaban.
Sin embargo, todos los esfuerzos y sacrificios que ella y su pueblo realizaron no dieron el resultado esperado. Los realistas armaron un ejército que reunía a todas las tropas disponibles de los virreinatos del Perú y del Río de la Plata, y lograron derrotar a los sublevados. Micaela, Túpac e Hipólito, el hijo de ambos, fueron capturados, al igual que muchos de sus seguidores. Micaela entró al Cusco como prisionera de guerra y se dice que pasó erguida y orgullosa, sin mostrar ningún rasgo de temor. Antes de ser ejecutada frente a su esposo y su pueblo, fue obligada a presenciar el ahorcamiento de su hijo Hipólito, a quien primero le cortaron la lengua por haber hablado en contra de los españoles. A ella también la sometieron luego a un sinnúmero de tormentos hasta que finalmente la ahorcaron. Su sacrificio por la independencia abrió el camino para todos los hombres y mujeres que seguirían su heroica huella.
UNA DAMA PATRICIA
Cuentan que cuando José de San Martín la conoció, le comentó a Carlos de Alvear, su compañero de viaje: “Esa mujer me ha mirado para toda la vida”. Estaban en una de las tertulias porteñas que organizaban los Escalada y la mujer, o mejor dicho la jovencita de 14 años, era Remedios. José tenía 34, era ya teniente coronel y un buen partido para las chicas casaderas. A Remedios le fascinó escuchar las anécdotas que San Martín contaba sobre su agitada vida militar por las lejanas tierras de África y Europa. Pero más le gustó oír que él había regresado para luchar por la independencia latinoamericana. Ella no solo adhería a esta causa, sino que pese a su juventud ya integraba la Sociedad Patriótica, un grupo de mujeres de clase alta que habían hecho donativos para armar a los soldados y habían suscrito un documento que decía: “Yo armé el brazo de ese valiente que aseguró su gloria y nuestra libertad”. El amor entre Remedios y José fue inmediato y también el noviazgo: se casaron el 12 de septiembre de 1812. Durante los primeros años, San Martín creó y organizó el Regimiento de Granaderos a Caballo, hasta que fue designado gobernador de Cuyo, y entonces marcharon juntos a Mendoza.
Su marido estaba planificando el cruce de la cordillera para liberar Chile y Perú con el Ejército de los Andes, por lo que Remedios se dedicó a organizar a las damas mendocinas, alentándolas a desprenderse de sus joyas y a reunir fondos para adquirir las armas que necesitaban los soldados.
Por esos agitados días, el 24 de agosto de 1816, nació la primera y única hija de la pareja: Mercedes. Durante los primeros tres años, madre e hija se quedaron en Mendoza mientras San Martín cruzaba la cordillera y, tras la victoria de Chacabuco, lograba la independencia para Chile. Pero en 1819, Remedios estaba enferma y San Martín estaba próximo a iniciar su campaña al Perú, de modo que decidió mandar a sus dos mujeres a Buenos Aires. Remedios no quería volver y tenía dos buenos motivos para negarse: lo peligroso que era el camino y su miedo de no volver ver a su marido. Pero San Martín se impuso y para protegerlas le pidió a Belgrano que las escoltara en el trayecto de Córdoba a Santa Fe. El viaje de Remedios y Merceditas en una diligencia seguida por otro carro que llevaba un ataúd que ya tenía destinataria, fue penoso. Aunque Belgrano pudo cumplir su cometido y en una carta le decía a su amigo José: “La señora Remedios, con la preciosa y viva Merceditas, pasó de aquí felizmente y según me dice el conductor del pliego, había llegado bien hasta Buenos Aires”.
Remedios vivió cuatro años en casa de sus padres, durante los cuales su enfermedad, tuberculosis, se agravó. Se pasó esperando la anunciada vuelta de su esposo, que estaba en Mendoza pero que no podía regresar a Buenos Aires debido a que las autoridades unitarias amenazaban con enjuiciarlo y detenerlo. Finalmente, el 3 de agosto de 1823, la joven mujer murió pronunciando el nombre de su amado.
MICAELA EMPEZÓ A PLANTEARLE A TÚPAC AMARU QUE DEBÍAN LUCHAR CONTRA LA TIRANÍA ESPAÑOLA, PORQUE LOS ABUSOS DE LOS INVASORES ERAN INTOLERABLES.