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Argentina y Venezuela siguen n sumando similitudes. Esta semana quedó dó d detenit i do Martín Báez, el hijo del empresario K Lázaro Báez, quien, según el fiscal, movió dinero que tenía en cuentas en el exterior y que hasta ese momento permanecían ocultos. La maniobra intentaba alejar el dinero del alcance de la Justicia. Por el contrario, ese movimiento terminó exponiendo la situación irregular. El aumento mundial de los controles financieros hace cada vez más difícil mover dinero negro alrededor del planeta.
Algo similar sucede en Venezuela, donde el presidente Nicolás Maduro envía lingotes de oro a Rusia, en parte para pagar deudas y también para resguardar esa riqueza de los bloqueos económicos que Estados Unidos está gestionando alrededor de la patria bolivariana.
El movimiento de dinero de Martín Báez fue detectado por la UIF (Unidad de Información Financiera) y fue informado en agosto del año pasado en el marco de la causa de la Ruta del Dinero K. Luego de solicitar exhortos a Bahamas se detectaron casi 4 millones de dólares en ese país, que ya fueron congelados. Pero se sospecha que podría haber más dinero girado a otras cuentas.
El movimiento del oro bolivariano se detectó cuando en diciembre pasado, el presidente del Banco Central venezolano Calixto Ortega inició gestiones para repatriar los lingotes desde el Banco de Inglaterra. Durante enero, Juan Guaidó, el autoproclamado presidente paralelo de Venezuela le pidió a la premier británica Theresa May que impida esa “transacción ilegítima”.
Tanto en Argentina como en otros focos de crisis de la región, las escenas de explícitas de malversación financiera son un síntoma de un mal institucional más profundo. El ciclo de endeudamientos externos y festivales locales dolarizados caracterizan, como una maldición, el pantano latinoamericano del que urge salir.