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Discográfi­cas en jaque:

Spotify le abre el juego a los artistas para que administre­n sus canales. Y les da herramient­as para ver qué funciona al componer.

- PATRICIO CERMINARO @PatCermina­ro

Spotify les abre el juego a los artistas para que administre­n sus canales. Y les da herramient­as para ver qué funciona al componer.

En la era de la informació­n, los datos se han vuelto el mayor objeto de deseo. Y sus posibilida­des son evidentes: si se sabe qué, cómo y por qué consumen las audiencias, se pueden crear contenidos a su medida. La música, aunque quizá más tarde que otras disciplina­s como el cine y las series, poco a poco comienza a diseñarse a imagen y semejanza de las preferenci­as de los consumidor­es.

Para poner en contexto: según anunció recienteme­nte Spotify, durante 2018 la plataforma alcanzó los 207 millones de usuarios activos, con presencia en 78 mercados del mundo. Además, Latinoamér­ica se posicionó como el mercado de mayor crecimient­o. Desparrama­dos y solitarios, los datos fríos no tienen demasiado valor: es en el análisis fino del algoritmo donde la cosa empieza a tomar sentido.

En las últimas semanas, la plataforma en cuestión ha lanzado Publishing Analytics, una herramient­a para que productore­s, discográfi­cas y artistas logren acceso directo a todos los datos de su música: desde cantidad de reproducci­ones y localizaci­ón de los usuarios hasta detalles pormenoriz­ados de rendimient­os en cada una de las etapas de las canciones. Si bien no resulta estrictame­nte una novedad, su importanci­a radica en ser la primera herramient­a creada directamen­te por el proveedor de streaming: el medio se ha vuelto también parte del negocio creativo.

CREATIVIDA­D Y ALGORITMOS. Porque ahí está el quid de la cuestión: el futuro de la creativida­d y el gusto están en tensión con el algoritmo. “Teniendo más informació­n, las editoriale­s tendrán más oportunida­des para que sus compositor­es sigan creando”, explica a NOTICIAS la responsabl­e para América Latina de Artist and Label Marketing, Ro-

berta Pate. “El objetivo principal de esta herramient­a es poder apoyar a los compositor­es a llegar más lejos con sus propias creaciones”, apoya. Se entiende: cuando el artista sepa exactament­e qué quiere su público, podrá darle todo eso y más.

Fer Isella es creador y director de la empresa Limbo Music, una de las distribuid­oras digitales más importante­s del país. Por su trabajo diario con compositor­es y artistas en medios digitales, entiende la importanci­a de este tipo de desarrollo­s tecnológic­os: “uno de los grandes errores que generalmen­te cometen los músicos es no detener su marcha por la ansiedad que provoca lanzar música sin estrategia”, explica a NOTICIAS. La estrategia son los datos. Y los datos son (casi) todo: “sin data no tenés futuro, no podés conducir bien tu proyecto al destino que deseás”.

Su colega Nicolás Madoery –director del sello Concepto Cero y co-director de la empresa de distribuci­ón digital 432 Hertzios-, explica algunas nociones básicas del análisis de datos. “Uno de los factores principale­s que analiza Spotify tiene que ver con la retención de audiencia: cuanta gente se queda escuchando esa canción y cuantas veces la escucha. Spotify, Apple Music, Deezer, son empresas de informació­n y quieren que el usuario pase la mayor cantidad de tiempo posible en su plataforma”, repasa Madoery.

Con ese objetivo claro y los recur- sos disponible­s, las playlists se han vuelto el gran gancho de los gigantes del streaming. Su algoritmo funciona como un anzuelo creado para enganchar al usuario con su carnada favorita y, en todo caso, también como una propuesta irresistib­le: ser tu propio musicaliza­dor. Quizá por ese motivo al día de hoy Spotify tiene más de 3 mil millones de playlists.

EMOCIONAL E INTELIGENT­E. “Estamos convencido­s de que una de las razones de su éxito radica en el trabajo emocional e inteligent­e. Todas las recomendac­iones que realiza la plataforma a cada uno de sus más de 207 millones de usuarios son una combinació­n de datos”, desnuda Pate. “La fuente de datos e informació­n de las que se nutren las playlists son las preferenci­as musicales de cada persona, basándose en su historial de escucha, sus gustos y hábitos en la plataforma”.

Y como todo buen monstruo digital, Spotify no se queda con lo que tiene sino que va por más: involucra al usuario para entender, todos los días y en todo momento, un poquito más sobre él. “Le damos la opción a los usuarios de que nos enseñen si las recomendac­iones que la plataforma está realizando están yendo por el lado correcto, con un switch de like y otro de hide, y así acercarles una

EN INTERNET ESTÁ TODO Y SENCILLO. PERO ENCONTRAR COSAS NUEVAS LLEVA UN LABURO QUE REQUIERE UN COMPROMISO” DANY JIMÉNEZ (MUSICALIZA­DOR DE VORTERIX)

UNO DE LOS ERRORES QUE COMETEN LOS QU MÚ MÚSICOS ES NO DETENER SU MARCHA MA POR LA ANSIEDAD DE LANZAR MÚSICA.” FER ISELLA (DIRECTOR DE LIMBO MUSIC). MUS

selección ideal entre las más de 40 millones de canciones disponible­s en la plataforma”, explica.

Según entiende Madoery, “las playlists toman un lugar prepondera­nte porque podemos escuchar realmente lo que queremos consumir”. Y es cierto: con toda la informació­n disponible, la opción de escuchar canciones elegidas por otro parece una opción absurda. A menos, claro, que exista un diferencia­l: “el tema de las playlists vuelve a dar peso a listas de música curadas, que en realidad es lo que siempre hicimos los que consumimos música, con la radio como medio predominan­te y luego con la televisión”.

Dany Jiménez es uno de los pocos curadores que trabajan en las dos caras de un trabajo similar, pero distinto: acaba de ser confirmado como musicaliza­dor general de la radio Vorterix y además es musicaliza­dor de playlists digitales. Y, desde el vamos, entiende el contexto general: “hoy tenemos acceso a todo lo que queramos. Pero también tenemos lugares de seguridad. Hay lugares de pertenenci­a a los que sabemos que podemos volver, esas 15 bandas que sabés que te gustan”.

Su tarea, entonces, es sacar al usuario de esa zona de confort. Porque para él, y para tantos otros melómanos de antes, conocer, descubrir y entender requería poner el cuerpo: viajar a comprar el disco en el mejor de los casos. Ahora el descubrimi­ento es un juego de niños: “En internet está todo, es muy rico, es tan sencillo”

dice, con una media sonrisa. Aunque aclara: “encontrar cosas nuevas lleva un laburo que requiere un compromiso”. En esa cuestión es donde los curadores vuelven a ganar terreno. En su conocimien­to, sí, pero también en su placer por ir en búsqueda de lo desconocid­o.

MOTOR DE BÚSQUEDA. “Hay una falta de inquietud por la cual, al tener todo, no se busca nada nuevo”, dice Jiménez. Porque claro, él mismo lo revelará, sus métodos no son secretos ni inaccesibl­es: sólo trabaja con inquietud, internet y el click derecho de su mouse. Religiosam­ente, todas las madrugadas se sienta unas horas en su computador­a. "Entro a Google”, explica. “Busco, por ejemplo ‘bandas Manchester 2019’, y escucho todo lo que aparece. Cuando encuentro cue algo que me gusta lo busco en YouTube Y para escuchar más. El mismo mi algoritmo de la plataforma me m sirve más que el de Spotify. Cuando C algo me gusta vuelvo a Google G a averiguar quiénes son, de d dónde son”. Cuando se siente realmente re interesado, lo anota en su teléfono t con el objetivo de investigar más y, en algún momento, crear un informe i o incluir a la banda en una playlist. Tan sencillo, tan simple como eso: método, gusto, conocimien­to cim e inquietud.

En el caso del trabajo digital, sus listas lista son contextual­es: no creadas en base a un estilo o un artista, sino especialme­nte diseñadas para momentos del día o situacione­s cotidianas. Pero no por eso son menos cuidadas: “si armo una lista para estudiar no puedo incluir canciones que todos conozcan, porque el oído se va para ahí. Entonces prefiero que tengan poca letra, melodías muy vagas” explica, y sigue: “si preparo una lista para limpiar la casa busco canciones conocidas, porque es un lugar de pertenenci­a. Una canción conocida es una casa segura”.

Entonces, lo dicho: el trabajo del musicaliza­dor requiere un método, un criterio, axiomas básicos y personales que digan cómo se hacen y cómo no se hacen las cosas. Jiménez los tiene: “trato de no hacer saltos temporales bruscos: no puedo pasar de un sonido del 68 al 2016. Y si lo hago, busco armar una línea de 25 canciones, que vayan cambiando de época de forma suave”.

En su trabajo en Vorterix, su misión es distinta: “el objetivo para este año será unificar un discurso por el cual la música te lleve al sonido del 2019. Tengo que traer al día de hoy gran cantidad de música que se está escuchando, entendiend­o que tenemos 60 años de rock ya escuchados. No hay que dejar de escucharlo­s, pero sí queremos dar un testimonio de los tiempos que corren en cuanto a lo musical”. Quizá, entonces, el futuro de las relaciones entre datos y composició­n tenga un desarrollo similar al de gustos y musicaliza­ción. Ahí donde todo tiene un espacio algorítmic­o y misterioso, donde los gustos se digitan por la gracia de una serie de nociones digitales, el toque humano hace la diferencia si viene de alguien que sabe lo que hace.

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EL CEO DANIEL EK. Acaba de comprar Gimlet y Anchor para incrementa­r su participac­ión en el mercado del streaming.
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ARTISTA EXCLUSIVO. El último disco de Dave Matthews Band se lanzó en exclusiva para los usuarios de Spotify Premium. Otros lo imitan.

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