MÚSCULOS PARA LA VIDA
Las consecuencias físicas de envejecer no son agradables. Y mucho menos, confortables. Y no estoy hablando de lo estético o del culto exacerbado a la juventud que caracteriza a la modernidad líquida. Me refiero, literalmente, a los problemas que acarrea el paso de los años. Los seres humanos vamos perdiendo masa o densidad ósea ya a partir de los 30 años; el calcio y los minerales de los huesos van disminuyendo, los discos vertebrales se deshidratan, adelgazan, se aplastan, y por eso la columna se encorva y se comprime. Los huesos largos se fragilizan, las articulaciones son menos flexibles, los cartílagos se desgastan. Como si esto fuera poco, la masa magra del cuerpo disminuye, el tejido fibroso aumenta y los músculos tienen cada vez menor tonicidad.
El panorama parece desalentador. Pero allí están los estudios científicos de los últimos veinte años que encuentran un camino para paliar estos efectos: hacer actividad física, cuanto antes, mejor. Si en un principio la afirmación era que, con caminar alcanzaba, las investigaciones más nuevas muestran que reconstruir la masa muscular es lo más efectivo para contrarrestar el envejecimiento corporal.
A más músculo, más y mejor sostén para la estructura ósea, más elasticidad en las articulaciones, mejor salud de órganos como el corazón (músculo al fin), mayor reducción de los depósitos de grasa en el organismo. Y un detalle clave: una fuerte mejora en la capacidad cognitiva, en el estado de alerta y en la sensación de bienestar consigo mismo.
Los músculos, trabajados con cuidado y teniendo en cuenta otras alteraciones de la salud, son prioritarios cuando el límite de los 60 va quedando atrás.