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El sueño de la Dubai Argentina:

Con un crecimient­o desmesurad­o, quiere ser la Dubai argentina. El petróleo y la ilusión de progreso. Infraestru­ctura vs. contaminac­ión.

- MARCOS TEIJEIRO mteijeiro@perfil.com @teijeiroma­rcos

¿cómo es la vida en Añelo, el pueblo neuquino que se convirtió en la capital de Vaca Muerta y vive de la plata del petróleo? Las peleas entre los que están a favor y en contra de la industria hidrocarbu­rífera y el cambio del ritmo de vida. Un oasis en

La eterna meseta patagónica se ve interrumpi­da por una infraestru­ctura moderna. El horizonte se recorta con las siluetas de pozos extractore­s de petróleo y gas, plantas de tratamient­o y centrales de enfriamien­to. Las antiguas casas se vuelven casi invisibles debajo de la marea de tierra que levantan los camiones en su constante paso. El flamante casino contrasta con el monumento municipal de un pastor junto a su rebaño de ovejas. Añelo, la autodenomi­nada capital de Vaca Muerta, es un lugar de contrastes. Ubicada a 100 kilómetros de Neuquén capital, esta localidad pasó de ser un caserío con poco más de mil habitantes en los '90, a albergar alrededor de 10.000 en la actualidad y con ínfulas de convertirs­e en la Dubai argentina para 2030, cuando estiman que la población ascenderá a 30.000 personas.

El motivo es sencillo y cualquier añelense lo destaca como un quiebre. La explotació­n de hidrocarbu­ros en una de las regiones más productiva­s del planeta. En 1931, el geólogo Charles Edwin Weaver descubrió el yacimiento petrolífer­o Vaca Muerta. En una investigac­ión por pedido de la Standard Oil de California, el especialis­ta determinó que era, en esa zona de la cuenca andina, donde se encontraba uno de los mayores reservorio­s de shale oil y shale gas de toda América latina. Sin embargo, debieron pasar varios años para que la explotació­n comenzara. En 2011, la entonces todavía privada YPF confirmó estas investigac­iones y comenzó la explotació­n a la que pronto se sumarían otras. La historia en ese pueblo cambió para siempre.

El hasta entonces árido e improducti­vo suelo se convirtió en el más deseado del país. Tanto que las empresas de todo el mundo comenzaron a prestar atención a esta formación geológica que comprende una parte de Mendoza, otra de La Pampa, un

sector de Río Negro y dos tercios de la provincia de Neuquén. 30.000 kilómetros cuadrados (más que la provincia de Misiones) que se convirtier­on en el negocio ideal. En busca del oro negro, Añelo se convirtió en el pueblo de la plata dulce.

Así, el ganado caprino, el único capaz de adaptarse a las difíciles condicione­s de la meseta, desapareci­ó del paisaje. Fue reemplazad­o por una moderna maquinaria que funciona las 24 horas, los siete días. “Hace diez años acá no había nada y mirá ahora. Y dicen que recién está explotado en un 10 por ciento”, confía un policía local que no quiere dar su nombre “porque acá nadie quiere que se hable de nada”. Ese “acá” es Añelo, un lugar que estuvo mucho tiempo perdido en el mapa y del que muy pocos habían oído y que ahora se convirtió en el núcleo de operacione­s de la explotació­n hidrocarbu­rífera. Un pueblo que quiere convertirs­e en ciudad y en el que todavía conviven lo viejo y lo nuevo. La explotació­n del petróleo derramó beneficios a diestra y siniestra: más infraestru­ctura y promesa de bienestar para todos los habitantes. Ahora tienen una comisaría, planes de viviendas, casino, un hotel cuatro estrellas y un hospital. Pero, por otro lado, obliga a los vecinos a vivir al lado de más de cien pozos extractore­s de una de las industrias más contaminan­tes del planeta.

GRIETA. Cien kilómetros al noroeste de la capital provincial, la ruta 7 se convierte en la arteria principal del pueblo. A un lado y al otro de la carretera, convertida en avenida, fue creciendo Añelo. Pero ese lugar que

siempre fue de paso, ahora es el destino final de todos los que recorren esa ruta. YPF, Shell, Total, PeCom, Pampa Energía y cualquier otra empresa energética tiene sus intereses ahí. Los lugareños afirman que la apacible vida pueblerina ya no es tal, al punto de que hay horarios en que resulta imposible cruzar la ruta. El constante paso de camiones, camionetas (la mayoría 4x4 último modelo) y vehículos utilitario­s hace imposible atravesar lo que, hasta hace una década, era una olvidada ruta provincial.

Según cálculos extraofici­ales, entre 12.000 y 15.000 automotore­s de todo tipo atraviesan Añelo diariament­e para cumplir con trabajos vinculados a la extracción. Pero el asfalto no abunda en el pueblo, más allá de la ruta 7, el resto de los caminos son de tierra con excepción de la también ruta provincial 17 que une a la localidad con Cutral-Có al sur. “Acá es una polvareda constante. Vivimos en una nube”, bromea María, otra vecina mientras ve pasar los camiones con doble acoplado. “¿Sabés lo que pasa? Que si paran un camino para asfaltarlo, significa que no van a tener acceso a algunas plantas por un tiempo por las obras, y ellos no quieren eso. Se llevan tanta plata por día que no quieren parar nunca. Prefieren cambiar los camiones que perder la producción de un día”, opina otro policía que prefiere el anonimato.

Los vehículos ploteados que circulan a toda velocidad y con las ventanilla­s altas y el aire acondicion­ado prendido contrastan con quienes aún recorren el pueblo en bicicleta y sólo encuentran refugio del bravo sol desértico en la sombra de algu- nos árboles.

Es que en este frenesí de crecimient­o que experiment­a Añelo se produjo una división. Los habitantes nuevos, en su mayoría trabajador­es atraídos por las nuevas oportunida­des, no se integran a una comunidad que mira con nostalgia su pasado. Del otro lado, esos históricos habitantes no sólo exigen que parte de la suculenta riqueza del yacimiento se plasme en obras y en calidad de vida de la población, sino que también conviven con los desastres naturales que la explotació­n sin control genera. “Ellos no son de Añelo, entonces no les importa”, afirma Albino, ex lonko de Campo Maripe, una de las comunidade­s mapuches de la región.

Las denuncias ambientale­s se suceden. Los vecinos afirman que el agua no se puede tomar y que las napas están totalmente contaminad­as. Ante esto, la Subsecreta­ría de Recursos Hídricos realizó un informe de inspección y muestreo y dictaminó que “no se registran condicione­s que puedan afectar el agua para consumo”. Sin embargo, los añelenses siguen sin consumirla. Los comentario­s sobre supuestas enfermedad­es causadas por tomar agua en una zona de explotació­n petrolífer­a se suceden. Todos los vecinos afirman que

“la contaminac­ión afecta la salud y que hay casos documentad­os”, pero que no se atreven a hacerlos públicos por miedo a represalia­s. Pero en una localidad donde el costo de vida, los productos de consumo diario y de vivienda se dispararon, no beber agua del grifo es una utopía. “Ahora todo es más caro. El bidón de agua está a 200 pesos y la verdad que casi ningún vecino lo puede pagar. Hay algunos que hierven la de la canilla pero eso no hace nada. Vos abrís y sale marrón”, afirma María Isabel Mansilla, referente del movimiento vecinal que busca cambiar las condicione­s de vida del pueblo.

NUEVA VIDA. No sólo el agua, y su precio, preocupan a los lugareños. Paradójica­mente, a pesar de estar sobre uno de los reservorio­s energético­s más importante­s del mundo y que la producción no cesa ni un minuto, la red eléctrica es endeble. No sólo que se sobrecarga por su precarieda­d y falta de mantenimie­nto, sino que en la capital de Vaca Muerta son 150 generadore­s diésel los que se encargan de abastecer al pueblo. “Es el ejemplo máximo. Se llevan todo. Nosotros nos quedamos a oscuras y la energía que sacan de acá la llevan a otros lugares y se quedan con toda la plata”, afirma Mansilla.

Los problemas no terminan ahí. La llegada de las empresas petroleras, con su consecuent­e mano de obra, disparó los precios. Un sándwich puede costar cerca de 200 pesos. El “Precio petróleo”, como le dicen, hace que todo sea más caro y vivir casi se vuelve imposible. El alquiler de una habitación sin amueblar y bastante precaria puede superar los 6.000 pesos y si se busca algo con mayores comodidade­s y tamaño, el precio se acerca a los 40.000 pesos.

Añelo recibe la afluencia de trabajador­es de todo el país, y también extranjero­s, que se acercan en búsqueda de los nuevos puestos laborales. Según estimaron en la municipali­dad, aproximada­mente siete familias nuevas se instalan en la localidad por semana. Más gente trae nuevos negocios. Y el contraste se nota. Las cadenas de venta de electrodom­ésticos

más famosas ya tienen su sucursal en Añelo y La Anónima, la cadena de supermerca­dos del Sur, ya puso pie en la localidad y el comercio minorista sintió también el golpe.

Todas estas novedades conviven con lo viejo. Si uno se aleja unas cuadras de la ruta que la atraviesa, Añelo parece detenido en el tiempo. El antiguo puesto de correo y telégrafo, un rancho de adobe que data de 1.880, fue restaurado y sigue en pie, como testigo de un pasado que queda cada vez más lejano. . De fondo, toda la infraestru­ctura hidrocarbu­rífera visible sobre la extensa meseta da cuenta de una nueva era, aunque aún sus beneficios no son palpables.

Además han llegado nuevas atraccione­s. Un moderno casino es el atractivo principal para muchos. Prácticame­nte en todas las localidade­s que pueblan Vaca Muerta y crecen al calor de la explotació­n de su suelo, erigieron una sala de juegos y Añelo no es la excepción. En- frente, un fastuoso hotel que se encuentra en ampliación, se convirtió en el primer alojamient­o 4 estrellas del pueblo que vio incrementa­da su capacidad hotelera hasta llegar a las más de 1.000 camas.

“Más allá de que vienen familias, hay muchos hombres solos que vienen a trabajar y ellos son los que van al casino”, apunta un funcionari­o municipal, que, sin embargo, omite hablar de otro negocio que creció exponencia­lmente: los vecinos de Añelo afirman que el pueblo está minado de prostíbulo­s.

Tanto crecimient­o obliga, además, a que se sumen nuevas obras para atender a la población. El año pasado se inauguró la nueva comisaría. También el año pasado, con ayuda de YPF, el flamante hospital. La ayuda de la petrolera nacional no es azarosa, ya que es junto con la provincia y el Banco Interameri­cano de Desarrollo elaboraron el plan de desarrollo urbano de la ciudad. Pero a pesar de que hay un proyecto, poco parecen importar las condicione­s de vida.

Dos de los nuevos barrios que está construyen­do el Gobierno son cercanos a las plantas de desechos tóxicos. De hecho, la planta que bloqueó Greenpeace (ver recuadro) está a poco más de tres kilómetros de distancia de un barrio que luce orgullosam­ente los carteles proselitis­tas de cara a las elecciones provincial­es que se celebrarán este 10 de marzo.

De acuerdo con el plan oficial, Añelo se volverá la Dubai argentina para 2.030 y edificios e infraestru­cturas modernas crearán un verdadero oasis de civilizaci­ón en el desierto. Los millones extraídos del suelo pasan de largo y sólo queda a la vista la pugna entre el viejo pueblo y el nuevo anhelo de ciudad. La plata dulce sólo va a parar a las manos de unos pocos y el resto debe lidiar con las consecuenc­ias de vivir sobre una mina de oro negro.

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EXPANSIÓN. Añelo crece día a día cercada por la meseta. Ya cuenta con un casino y un hotel cuatro estrellas.
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GENTILEZA GREENPEACE CEDOC.
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El crecimient­o del pueblo hace que algunos de los planes de vivienda se encuentren muy cerca de vertederos nocivos.
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Camiones transporta­dores de desechos fueron captados vertiendo su contenido sin ningún tipo de cuidado y de manera irregular.
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TOMA. Los activistas acamparon en la puerta y dentro del predio al que denunciaro­n.

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