El gran elector
Quizás los argentinos estábamos predestinados a la fiebre por dólar. Desde que en 1827 el primer billete nacional con la figura de un prócer llevaba la imagen de de George Washington, el mismo que aparece en los de un dólar. Esa locura por la moneda norteamericana se pone de manifiesto de forma recurrente desde la década de 1970, en que convivimos con alta inflación y frecuentes devaluaciones del peso. Los años electorales suelen ser tiempos en que aflora la tensión cambiaria, y 2019 no es la excepción.
Cambiemos apostaba a mantener el dólar quieto este año, aún a costa de elevar tasas de interés y profundizar y prolongar la recesión. Pero a sabiendas de que un descontrol con el tipo de cambio supone más inflación y menos actividad económica, como lo demostraron los dos saltos del dólar de 2018, en abril y septiembre. Anestesia o muerte. Así definió NOTICIAS hace dos semanas el dilema de la política económica del Gobierno este año.
El nuevo ascenso del dólar este 7 de marzo a 43,50 pesos complica las expectativas políticas y económicas de Mauricio Macri. Alienta las ilusiones de Cristina Fernández de Kirchner, cuyo ascenso en las encuestas es sólo uno de los motivos que explican este intento de incipiente corrida cambiaria. También se regodearán los peronistas como Roberto Lavagna, que sueñan tal vez con que la crisis económica hunda a Cambiemos al tercer puesto en las elecciones de octubre.
Pero más allá de la incertidumbre política, el peso devaluado refleja el malestar en la economía global que se ceba sobre todo contra los mercados emergentes, y entre ellos en especial contra una Argentina que ofrece peores datos de actividad económica, inflación, déficit fiscal y deuda pública.