Garúa de inversiones:
La compra de maquinaria y la construcción han descendido en la era Cambiemos respecto de los niveles (bajos) que dejaron los K.
la compra de maquinaria y la construcción han bajado en la era Cambiemos respecto de los niveles bajos que dejó Cristina Kirchner.
En economía, la inversión real, en máquinas y construcción, se llama inversión bruta interna fija (IBIF). Este concepto no incluye la compraventa de empresas. Tampoco discrimina por origen, si es capital nacional o extranjero, o si es estatal o privada. Y esa inversión real en la era Cambiemos ha caído.
Con el kirchnerismo ya se encontraba en niveles bajos, de menos del 20% en relación con el PBI, lejos del 25% necesario para asegurar el crecimiento futuro, y fue bajando hasta el 15,6% en 2015, si se la mide con pesos corrientes, o al 19,5%, si la toma con pesos constantes (ajustados por inflación). En los primeros tres años de gobierno de Mauricio
Macri, siempre se ubicó en el 14%, con unos decimales más o menos, según el cálculo elaborado a precios corrientes por la consultora de Orlando Ferreres, ex viceministro de Economía de Carlos Menem, a partir de datos oficiales (ver gráfico). A precios constantes, promedió el 19,7% anual, apenas por debajo del 19,8% del segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
“Si se quiere saber cuánto se destinó del ingreso del país a la inversión hay que tomar a precios corrientes”, explica Fausto Spotorno, del estudio Ferreres. “Si se quiere analizar qué impacto tiene la inversión sobre el crecimiento económico futuro, valen los precios constantes”, continúa.
¿Y qué pasó con la inversión pública? ¿Quién hizo más obras, Macri o su antecesora? Después del bajo nivel de los 90, inferior al 2% del PBI casi todos los años, comenzó a subir hasta alcanzar el 4,2% en 2011 y 2015, medido en dólares constantes por Ferreres. En el segundo gobierno de la ex presidenta promedió el 3,9%. En los primeros tres años de Cambiemos, el 3,7%, con el pico del 4,1% en 2017. Claro que Macri dijo al inagurar las últimas sesiones ordinarias del Congreso que las obras públicas “hoy cuestan un 40% menos en promedio que en 2015” y eso “permite hacer mucho más que antes”.
MOTIVOS. “La inversión total no aumentó nada sobre la época K porque los impuestos a las empresas y las cargas patronales son tan altas o más que en esa época”, opina Ferreres. De hecho, las retenciones a la exportación industrial alcanzan al 7%, frente al 5% del kirchnerismo. “Lo mismo ocurre con la escasez de capital local y las altas tasas de interés”, añade el consultor. Eso sí, se muestra concesivo al evaluar la obra pública: “Con menor esfuerzo inversor, ahora hay más trabajos públicos porque no hay sobreprecios”.
Fernando Navajas, académico y economista jefe de la Fundación de Investigaciones Económicas Lati-
noamericanas (FIEL), opina que es la combinación de las tasas altas con las devaluaciones (como la de diciembre de 2015 y las de 2018) la que afecta la inversión privada y el gasto en bienes durables. “De repente el capital deseado se vino abajo y la duda es si es por una dinámica macroeconómica de corto plazo, de ajuste de inventarios, o por malas expectativas en la demanda de, por ejemplo, el sector manufacturero. Hay una lección para Guaidó y compañía: no se crean que, porque se reemplaza un modelo populista, la inversión privada regresa”, alerta Navajas.
LLUVIA DE INVERSIONES. “La inversión privada fue un gran ausente en el programa económico de 2016, que asumía que la promesa de una reducción gradual de impuestos y la eliminación de trabas burocráticas la impulsaría”, advierte Eduardo Levy Yeyati, decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Di Tella. “Las razones de este desencanto son varias: el déficit fiscal de 2016-2017 restó credibilidad a la promesa y, salvando los sectores primarios, la competitividad de la Argentina es muy baja, más aún si se permite una apreciación del peso para contener a la inflación”, agrega Levy Yeyati.
Aunque reconoce la baja de precios de la obra pública, el decano de la Di Tella advierte: “La inversión pública bajó por la necesidad de cerrar el desbalance fiscal. Se intentó reemplazarla con participación público-privada, las PPP, que delegan el fondeo en el privado a cambio de asumir una deuda contingente a través de garantías o repagos futuros, muchas veces mayores a la deuda original, pero el FMI, precisamente por eso, las contabilizó como gasto, por lo que siguieron la misma suerte que la inversión pública”. Levy Yeyati, que asesoró un año al Gobierno en políticas de largo plazo, se preocupa por el futuro: “El reciente incremento de deuda pública y las dificultades para crecer reducen la posibilidad de bajas importantes de impuestos,
Yincluyendo los que se introdujeron de manera transitoria. Esto a su vez inhibe la inversión y el crecimiento, cerrando el círculo vicioso”.
Para Marina Dal Poggetto, de la consultora Eco Go, no sólo importa el número de la inversión sino hacia qué sectores se dirige: “Durante el kirchnerismo las señales eran una economía muy protegida, con poca rentabilidad en los sectores que exportaban con crédito subsidiado. No era sostenible. En 2017, Cambiemos intentó girar en el sentido correcto de darle señales a la exportacion quitando líneas subsidiadas y bajando los costos laborales, pero esta agenda terminó desviada por la política en un año electoral. En 2018 la agenda fue impuesta por el corte al crédito”. El electoralismo también se hizo presente en la obra pública, según Dal Poggetto: “En 2016 frenaron revisaron contratos y frenaron mucho. En 2017 arrancaron con todo y con precios más bajos, aunque seguían más direccionadas a cambiar el voto que a aumentar la productividad de la economía. El gadoducto troncal casi no avanzó”.
La discusión sobre qué gobierno construyó más está por empezar, pero nadie podrá alardear demasiado.